lunes, 12 de marzo de 2018

¿Cómo ayudar a nuestros hijos durante la emigración?

Rosmery Hernández
Emigrar es una decisión personal arriesgada, pero, emigrar con hijos, es un salto al vacío. El primer miedo que nos invade como padres es: ¿y se podrá adaptar? ¿Le gustará donde viviremos? ¿Hará nuevos amigos? Y allí llega el segundo gran temor ¿lo rechazarán? ¿Cómo serán los demás con él/ella? ¿Le harán bullying?
Aceptar que tenemos alguno o ambos temores, muchas veces, es catalogado como una especie de “pronóstico fatalista”, por lo que pocos lo hablan y quienes lo hacen, de forma casi automática lo “cancelan” como mal augurio, debido a que se relaciona con las pocas habilidades o destrezas que como padres y madres podemos tener para afrontar estas situaciones y por ende, con el pasaporte seguro que llevará al fracaso de los hijos.
Si entendemos que todas las familias les ofrecemos a nuestros hijos herramientas de socialización, consciente o inconscientemente, a veces útiles y otras inútiles, algunas basadas en nuestra experiencia personal y otras en lo que observamos e interpretamos del entorno, comprenderemos que la clave para lograr una transición amable para todos, radica en identificar las circunstancias que pueden generar desequilibrios en las rutinas de adultos y niños, atenderlas y resolverlas en familia.
Es importante entonces considerar que si para cualquier persona por muy consciente que esté de su decisión, es difícil enfrentarse al cambio, imaginemos lo que representa para un niño/a o un adolescente este cambio, que es de país, costumbres, una nueva casa, nuevo colegio y amigos, probablemente nuevos modismos y una cultura diferente, lejos de su vida anterior.
Por lo general si es un bebé, estos se adaptan con más facilidad a los cambios y prácticamente ni los notan. Sin embargo, cuando los niños ya están en edad escolar pueden presentarse ciertas resistencias, experimentándose cambios bruscos en su comportamiento. Por otro lado, sabemos que la adolescencia en sí ya supone una etapa especial de cambios en la personalidad y emocionalidad, más aún si le sumamos un cambio de país.
¿Qué podemos hacer entonces?
A esta pregunta, responderé con un poco de experiencia personal sumada a la teoría; porque cuando llegó el momento de que el boleto estaba comprado y las fechas se acercaban, los preparativos, no eran sólo míos, eran de mi hija también.
Involucrar a nuestros hijos en el proceso de mudanza es primordial para que vayan asumiendo el cambio. Pensar que por su corta edad no entienden lo que está pasando es un grave error. Poco a poco debemos explicarles lo que está sucediendo, destacando lo positivo del viaje. Es recomendable que el niño vea fotos y videos del nuevo lugar donde vivirá, para que se vaya familiarizando con todo y sea menor el impacto del cambio al llegar.
Permitirle la despedida a los niños y/o adolescentes y que estos experimenten todos los sentimientos asociados a ella (tristeza, temor, nostalgia, deseos de llorar, etc.); esto les ayudará a fortalecerse para el inicio de la aventura. Dale espacio para expresar el adiós a sus seres más preciados.
Armar la maleta, fue una gran experiencia. Lo hicimos con tiempo y le permití tomar la decisión sobre lo que quería dejar y lo que podía traer; para mi sorpresa, fue más desprendida que yo y cuando le explicaba que aquello que dejaba podía luego llegar en cajas a nuestra nueva casa, fue, mucho más fácil. Y es que se trata de que entiendan que aun así no hay ruptura en su historia personal.
Con tiempo y dedicación, hicimos un álbum de fotografías, recopilando recuerdos de la familia, amigos y seres queridos, así como, ciudades que paseamos, lugares de nuestro país que visitamos; además de dibujos y objetos valiosos que deseamos conservar. Las fotos las guardamos en la laptop y con esta era de niños tecnológicos, cada vez que lo desea, las busca, las revisa y las rememora. Las que pudimos imprimir, las hemos colocado en un lugar elegido por ambas dentro de nuestro nuevo hogar.
Algo importante que debe ocurrir, es afianzar los lazos de comunicación en la familia, esto servirá de apoyo para muchos aspectos, entre ellos, el tema económico; como bien es sabido, emigrar implica un reajuste en el presupuesto familiar, lo que traerá restricciones que por ende afectarán la dinámica de vida. Conversarlo y dar nuevas alternativas o plantear las posibilidades, harán que todos se sientan involucrados y además, colaboren.
Sirve además, manifestar las emociones; no siempre se está de buen ánimo, cada uno de los integrantes de la familia, tendrán sus nuevas preocupaciones, pero, debe haber un espacio donde se permitan, transmitir positividad y apoyo, sea en el desayuno, la cena o por mensajes de texto/ whatsapp, junto al saludo o al buen provecho en la colación Con los más pequeños de la casa, el buen ánimo casi siempre viene de ellos hacia nosotros, como todo lo nuevo les genera aventura, pues, aprovechemos esa oportunidad para mantenerlos motivados de vivirlas y así todos se sentirán más felices.
Una vez en el nuevo país, el niño y/o adolescente, debe retomar lo más pronto posible sus hábitos y rutinas (horario y tipo de comida, hora de dormir, asistencia a la escuela y otras costumbres). Debemos tomar en cuenta que para el niño representa una gran pérdida el hecho de dejar a sus amigos atrás, por lo que si lo ayudamos a socializar y a hacer nuevos amigos, le hacemos más fácil la tarea de adaptación. Esto lo podemos lograr llevando a los niños a los parques y otros lugares donde se pueda relacionar con otros pequeños de su edad. Establecer lazos con amistades con hijos(as) de edades contemporáneas y acercarlos en actividades de interés.
Por último y como recomendación final, aunque se esté lejos geográficamente, mantener la comunicación con las personas que quedaron en el país de origen, esto nos enlazará con nuestras raíces y los afectos se mantendrán, haciendo el proceso de adaptación más fácil para todos.
@gotasdebienestarenchile
Psic. Rosmery Hernández Malavé

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