EL EMERGENTE
Por Ignacio Serrano
David Concepción acaba de celebrar medio siglo como grandeliga. Un 6 de abril, pero en 1970, se estrenó en las Mayores y dio inicio a una carrera fantástica, en la que fue figura señera de una dinastía inolvidable, doble campeón de la Serie Mundial, campocorto emblemático de su tiempo y eventualmente capitán de los Rojos de Cincinnati, ya en la segunda década de su recorrido.
Es uno de los torpederos más recordados de la Era Divisional, iniciada en 1969, prácticamente con su llegada a la MLB. Pero ha mordido el polvo las 17 veces que ha tocado las puertas del Salón de la Fama. ¿Por qué? ¿Es que no fue tan bueno como algunos recordamos que fue? ¿Qué le faltó al Rey David para conseguir una placa en Cooperstown?
Lo primero es obvio: apoyo. No lo tuvo en sus 15 apariciones en la planilla de votación de la Asociación de Cronistas (con un tope de 16,9 por ciento en 1998) ni tampoco en sus dos presentaciones ante el Comité de Veteranos (logró 50 por ciento en la promoción de 2011 y 40 por ciento en la de 2014). Pero esa falta de apoyo tiene algunas peculiaridades que vale la pena resaltar.
Concepción es mucho más respetado entre sus colegas que entre periodistas y ejecutivos. Es llamativo que en el Comité de Veteranos haya logrado 14 de 16 votos posibles entre los ex jugadores, sumando las dos ocasiones, y que en cambio recibiera cero votos, ninguno, por parte del segundo grupo, que conforma la mitad de los electores de ese mecanismo.
Cuando el también shortstop Alan Trammell logró la inmortalidad por ese comité, en 2017, volvieron a levantarse las voces de renombrados protagonistas de los diamantes.
“Felicitaciones a Alan por esta selección para el Salón de la Fama”, escribió el gran Johnny Bench en su cuenta de Twitter. “Ahora revisen las estadísticas, señores votantes. (Barry) Larkin abrió el camino de Trammell, Trammell se lo abre a Concepción. Siempre he dicho que si Ozzie Smith no se hubiera aparecido en la liga, Davey habría ido muchas veces más al Juego de Estrellas y habría ganado otros cinco guantes de oro. Voten por Davey”.
El propio Smith, entrevistado para esa ocasión, señaló una vez más que el aragüeño tenía que estar en Cooperstown. Lo ha repetido casi desde el día mismo de su propia entronización.
“Debería estar ahí”, declaró el Mago de Oz en ese 2017. “Quizás no haya entrado porque le tocó jugar con demasiados inmortales y alguien tenía que quedar fuera. Pero creo que él era quien los potenciaba a todos, el que aportaba solidez en el medio. Y espero que algún día vuelva a la boleta de los veteranos y finalmente entre, porque creo que realmente lo merece”.
Concepción brilló entre 1970 y 1988. Luis Aparicio lo hizo justo antes que él. Smith lo hizo un poco después. El zuliano y el estadounidense solaparon con el nativo de Ocumare de la Costa el final o el comienzo de sus carreras, según se mire. Pero pongamos a ambos a un lado, por ahora. Vayamos a los 16 años de dominio del aragüeño, que fue titular hasta 1985.
Fue llamado nueve veces al Juego de Estrellas. Prácticamente la mitad de los campeonatos que disputó. Ninguno de sus colegas en los 70 iguala sus seis llamados. Larry Bowa y Bert Campaneris se le acercaron, con cinco. Pero ni en esa década ni en el balance final de ambos como bigleaguers alcanzaron lo del Rey.
Aparicio tuvo 13 convocatorias a partir de los años 50, Smith 15 y Larkin 12. En el medio de las épocas que representan los tres, la referencia fue Concepción.
Aquello no fue gratuito. Aunque el paso del tiempo engaña, pues sus números ofensivos deslucen cuando se comparan con los paracortos surgidos a partir de los 90, el costeño fue un productor de élite según el tiempo que le tocó.
Concepción fue el shortstop con más dobles y empujadas en los 70, y el segundo en jonrones. Eso no se dice nunca, pero lo fue. De hecho, he aquí una curiosidad que pocos resaltan: entre 1974 y 1980 fue el dueño del récord de cuadrangulares para un venezolano en una temporada, primero con 14 y luego con 16. Ampliando el margen hasta su último torneo como regular, en esas 16 zafras fue el campocorto con más tubeyes y remolques, el segundo en bases por bolas y hits conectados, el tercero en anotadas y el cuarto en robos.
No se pedía ofensiva a los defensores de esa posición, pero él fue uno de los mejores entre sus colegas en el período que le tocó.
El problema de Concepción es haber sido bisagra entre la generación liderada por Aparicio, la de los grandes defensores con bajos promedios al bate, y la de Larkin, en la que short y slugger ya no eran antónimos. Cuando las estrellas dejaron Cincinnati, demostró que era capaz de aportar con el madero. Pero eso fue a partir de 1981, cuando ya había cruzado más allá de la mitad del camino.
Entre ese año y el siguiente conquistó dos veces el Bate de Plata. Para su mala suerte, ese galardón fue creado en 1980. De haber existido antes, quizás lo habría peleado en 1973, cuando una lesión le robó meses de acción, y sobre todo en 1974, 1975, 1976, 1977 y 1978. Con solamente dos que hubiera logrado adicionalmente, y de seguro habría conseguido un par más, habría exhibido cuatro en sus vitrinas, una cantidad que únicamente supera un paracorto en la Liga Nacional: Larkin.
Qué distinta se vería su hoja de servicios si fuera el segundo en ese conteo, ¿verdad?
Así que Concepción tuvo la mala suerte de no contar con la posibilidad de recibir un trofeo por su ofensiva cuando vivía su mejor momento, lo que hoy nos habría permitido ver con mejor perspectiva su peso verdadero en la era que le tocó. Y tuvo el infortunio, por ser una bisagra, de jugar cuando solo se le pedía defensiva a él y sus pares, para luego entrar a la planilla de votación una vez que ya eso había cambiado y los electores empezaban a pedir producción incluso a los torpederos, porque era lo que estaban viendo en Larkin, Cal Ripken Jr. y, poco después, Derek Jeter y sus compañeros de generación.
Sí, lo mismo podría decirse de Smith, y él entró. La diferencia estuvo en el guante de ambos. El venezolano fue muy, muy bueno. El estadounidense es el mejor de todos los tiempos. Y ojo, que no solamente hablamos del campo corto, hablamos de todas las posiciones. En el conteo histórico del WAR defensivo que lleva Baseball Reference, Smith es el número uno, seguido de Mark Belanger y Brooks Robinson, con Aparicio en la sexta casilla y Vizquel en la novena posición.
Concepción no desluce allí. Comparte con el antesalista Craig Nettles el peldaño 42 entre casi 20.000 peloteros que han pasado por las Grandes Ligas. ¡El 42!
¿Cómo es posible que uno de los 50 mejores defensores de la historia, que además fue un bateador de élite entre los shortstops de su época, no tenga un lugar en el Salón de la Fama?
Trammell tuvo defensores que tomaron su caso como algo personal en la prensa estadounidense. Igual pasó con Jim Rice, Tim Raines y Harold Baines. Los cuatro casos parecían perdidos, hasta que el debate se intensificó, creció con los años y terminó haciendo que sus méritos resaltaran por arriba de sus carencias. Fuera por convicción o por cansancio, todos lograron la inmortalidad.
Concepción no. Con él no ha habido ese debate, aunque estrellas como Bench protesten. Y quizás eso haya sido en última instancia lo más importante que le faltó.
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Columna publicada en ElNacional.com, el martes 7 de abril de 2020.
Ignacio Serrano
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