No rendir en el colegio alejó a José Castillo del balompié pero pronto, con el apoyo de su madre, encontró cobijo en los diamantes y se convirtió en uno de los bateadores más importantes de Venezuela
Es posible que, como todo muchacho, José llorara y pataleara por la sentencia materna. Pero al final la señora Castillo hizo lo correcto, no solo para su retoño sino para el beisbol venezolano. Tal vez, de no haber sido por aquel castigo, la LVBP no tuviera a El Hacha, como es conocido el pelotero.
Esa hubiese sido una pérdida muy grande, pues en este momento el llanero es el décimo mejor hitteador de todos los tiempos en el circuito (927), el cuarto en carreras impulsadas (498), el séptimo en jonrones (85), el decimotercero en anotadas (420) y el tercero en average con al menos 3.000 turnos legales consumidos (.306), solo leyendas del bateo como Víctor Davalillo (.325) y Luis Sojo (.320) lo superan.
“Gracias a Dios firmé (en 1997, con los Piratas de Pittsburgh) y aquí estoy”, dice el pelotero de 35 años de edad, ahora ataviado con el uniforme de Tiburones de La Guaira, en plena disputa con Caribes de Anzoátegui en los playoffs de la temporada.
Si bien es considerado uno de los bateadores más naturales en la historia de la liga, el beisbol no parecía sonreírle a Castillo al principio. “Para decir la verdad, yo era el peor de mi grupo en Los Criollitos”, recuerda. “Desde pequeño me esforcé porque habían mejores bateadores que yo. Un día me fui de 4-4 y a partir de allí comencé a jugar todos los días. De todos ellos, soy el único que sigue en el beisbol”.
Su madre dejó de castigarlo con el deporte. Ahora era ella la que lo llevaba al estadio. Pegaba brincos y gritos tras las verjas cada vez que Castillo le pegaba a una pelota. “A ella siempre le gustaba eso”, cuenta. “Mi mamá viajaba conmigo a las competencias nacionales. Gracias a ella estoy aquí”.
Lejos de las sabanas de Las Mercedes, Caracas se transformó en la casa de Castillo cuando comenzó a jugar con los Leones del Caracas en el beisbol profesional venezolano. El diamante del Universitario vio su primer juego en el circuito, el 31 de diciembre de 1999, con 18 años. En su debut, contra La Guaira, no pudo conectar su primer hit. Para eso esperó más de mes y medio, el 22 de diciembre contra Pastora de Los Llanos, también en la UCV.
Si bien fue un momento inolvidable, no es el favorito de Castillo en sus 17 temporadas en la pelota criolla. La vivencia que él elige ocurrió cuatro días después, el 26 de diciembre, su primer Caracas-Magallanes en Valencia.
“Jugaba en el campocorto y cometí mi primer error en el profesional”, rememora antes de relatar que le conectó un doble al lanzador Dan Murray para empujar una carrera. “Después de eso se me pasó el miedo y la pena”.
“Es verdad que son muchos los peloteros que he visto y he tomado ejemplo de ellos, pero cuando comencé con Leones, Armas estuvo allí”, comenta quien se graduó de grandeliga en 2004 con Pittsburgh. “Sigo trabajando poco a poco y gracias a Dios llegué a donde estoy y sigo dando batazos importantes. Hasta que Dios me dé salud y vida estaré en eso”.
El don para batear, que le dio el título de los paleadores en la campaña 2007-2008 (.386) y lo llevó a jugar en México y Japón, también lo puede conducir al Salón de la Fama del beisbol venezolano. Sus números lo hacen digno de una estatuilla en Valencia, como la tiene Dámaso Blanco, quien lo saluda desde la distancia mientras Castillo trata de no reírse ante la inminencia del futuro.
“Muchos me han dicho que de retirarme ahora ya tendría números para entrar”, reconoce. “Creo que es algo que me he ganado con el esfuerzo y el trabajo”. Y, seguramente, cuando se convierta en un inmortal El Hacha lo acompañará en la leyenda de su imagen. “Sé que en Venezuela voy a ser El Hacha hasta el día de mi muerte”, afirma con pasmosa resignación.
El Dato
José Castillo fue el Regreso del Año en la temporada 2012-2013, con Caribes de Anzoátegui, al batear para .331 e impulsar 48 carreras. Venía de su única campaña con Bravos de Margarita, en la que ligó .237 y fletó 16 rayitas.
No había buenas noticias en la casa de los Castillo en Las Mercedes del Llano, en el estado Guárico. Al joven José le estaba yendo mal en el colegio. Las madres tienen un talento especial para darles a sus hijos donde más duele, con la simple intención de guiarlos por el sendero que ellas creen es el indicado. La mamá del niño estaba lejos de ser la excepción. Si no le iba bien en los estudios, era mejor que el infante se olvidara del fútbol, su pasión.
Es posible que, como todo muchacho, José llorara y pataleara por la sentencia materna. Pero al final la señora Castillo hizo lo correcto, no solo para su retoño sino para el beisbol venezolano. Tal vez, de no haber sido por aquel castigo, la LVBP no tuviera a El Hacha, como es conocido el pelotero.
Esa hubiese sido una pérdida muy grande, pues en este momento el llanero es el décimo mejor hitteador de todos los tiempos en el circuito (927), el cuarto en carreras impulsadas (498), el séptimo en jonrones (85), el decimotercero en anotadas (420) y el tercero en average con al menos 3.000 turnos legales consumidos (.306), solo leyendas del bateo como Víctor Davalillo (.325) y Luis Sojo (.320) lo superan.
“Gracias a Dios firmé (en 1997, con los Piratas de Pittsburgh) y aquí estoy”, dice el pelotero de 35 años de edad, ahora ataviado con el uniforme de Tiburones de La Guaira, en plena disputa con Caribes de Anzoátegui en los playoffs de la temporada.
Si bien es considerado uno de los bateadores más naturales en la historia de la liga, el beisbol no parecía sonreírle a Castillo al principio. “Para decir la verdad, yo era el peor de mi grupo en Los Criollitos”, recuerda. “Desde pequeño me esforcé porque habían mejores bateadores que yo. Un día me fui de 4-4 y a partir de allí comencé a jugar todos los días. De todos ellos, soy el único que sigue en el beisbol”.
Su madre dejó de castigarlo con el deporte. Ahora era ella la que lo llevaba al estadio. Pegaba brincos y gritos tras las verjas cada vez que Castillo le pegaba a una pelota. “A ella siempre le gustaba eso”, cuenta. “Mi mamá viajaba conmigo a las competencias nacionales. Gracias a ella estoy aquí”.
Lejos de las sabanas de Las Mercedes, Caracas se transformó en la casa de Castillo cuando comenzó a jugar con los Leones del Caracas en el beisbol profesional venezolano. El diamante del Universitario vio su primer juego en el circuito, el 31 de diciembre de 1999, con 18 años. En su debut, contra La Guaira, no pudo conectar su primer hit. Para eso esperó más de mes y medio, el 22 de diciembre contra Pastora de Los Llanos, también en la UCV.
Si bien fue un momento inolvidable, no es el favorito de Castillo en sus 17 temporadas en la pelota criolla. La vivencia que él elige ocurrió cuatro días después, el 26 de diciembre, su primer Caracas-Magallanes en Valencia.
“Jugaba en el campocorto y cometí mi primer error en el profesional”, rememora antes de relatar que le conectó un doble al lanzador Dan Murray para empujar una carrera. “Después de eso se me pasó el miedo y la pena”.
Escuela melenuda. No es extraño ver a Castillo saludar a Antonio Armas con un abrazo. Ambos se conocen muy bien. El otrora slugger, el bateador más poderoso de su época, fue una de las voces que le dio consejos a El Hacha en sus primeros años con el Caracas.
“Es verdad que son muchos los peloteros que he visto y he tomado ejemplo de ellos, pero cuando comencé con Leones, Armas estuvo allí”, comenta quien se graduó de grandeliga en 2004 con Pittsburgh. “Sigo trabajando poco a poco y gracias a Dios llegué a donde estoy y sigo dando batazos importantes. Hasta que Dios me dé salud y vida estaré en eso”.
El don para batear, que le dio el título de los paleadores en la campaña 2007-2008 (.386) y lo llevó a jugar en México y Japón, también lo puede conducir al Salón de la Fama del beisbol venezolano. Sus números lo hacen digno de una estatuilla en Valencia, como la tiene Dámaso Blanco, quien lo saluda desde la distancia mientras Castillo trata de no reírse ante la inminencia del futuro.
“Muchos me han dicho que de retirarme ahora ya tendría números para entrar”, reconoce. “Creo que es algo que me he ganado con el esfuerzo y el trabajo”. Y, seguramente, cuando se convierta en un inmortal El Hacha lo acompañará en la leyenda de su imagen. “Sé que en Venezuela voy a ser El Hacha hasta el día de mi muerte”, afirma con pasmosa resignación.
El Dato
José Castillo fue el Regreso del Año en la temporada 2012-2013, con Caribes de Anzoátegui, al batear para .331 e impulsar 48 carreras. Venía de su única campaña con Bravos de Margarita, en la que ligó .237 y fletó 16 rayitas.
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