Ian Vásquez
Es acertada la decisión del gobierno de proponer la legalización del uso medicinal de la marihuana. El Ministerio de Salud está creando un comité de expertos para estudiar el tema y formular recomendaciones sobre su alcance y regulación.
No hemos visto los detalles pero, en principio, no debería ser controversial aprobar dicha legalización en el Congreso. Ya el mundo se mueve en esa dirección. En Estados Unidos, 28 estados y la capital han permitido el consumo legal de la marihuana medicinal. En casi toda Europa es legal. Y ocho estados estadounidenses y Washington D.C. han tomado un paso más allá y legalizado el uso recreativo de esa droga, así como numerosos países europeos, Canadá, Uruguay y otros en donde se tolera su uso o la han legalizado o descriminalizado.
Esa tendencia global se debe no solo a que los esfuerzos de tratar a los consumidores como criminales han sido ineficaces y contraproducentes. Se debe también a que la marihuana claramente no es una droga más nociva que varias sustancias que son legales como el alcohol, el tabaco o la cafeína. Además, los reconocidos beneficios de la marihuana medicinal en varias áreas –el alivio a la náusea causada por la quimioterapia o para controlar convulsiones musculares, por ejemplo– son importantes, y el uso de la droga respecto a otros tratamientos es prometedor.
Nunca faltan, sin embargo, voces escépticas a los beneficios de la plena liberalización de la marihuana, incluso por razones medicinales. El médico Alfonso Zavaleta, por ejemplo, afirmó en este Diario que solo para algunas “condiciones clínicas se ha probado científicamente la eficacia” de la marihuana medicinal y que “otros supuestos usos potenciales medicinales son controversiales o carecen de sustento médico científico”. Agregó que el autocultivo y la automedicación de la marihuana implican riesgos, sin mencionar cuáles son.
Es cierto que hay una falta de investigación y pruebas médicas respecto a la eficacia de la marihuana. Pero eso se debe a la politización de esta droga en los países ricos y especialmente en EE.UU., país que tiene la mayor influencia sobre la política antinarcótica global. La comisión de expertos que se está formando puede aprender de esta experiencia.
Sucede que, de todas las drogas reguladas por el Estado federal estadounidense, la marihuana se encuentra en la categoría de las más estrictamente reguladas. El gobierno federal la considera altamente adictiva y sin usos medicinales. El mero hecho de ser regulada de manera tan restrictiva limita severamente la investigación científica respecto a la marihuana. Las instituciones, doctores y científicos que quisieran investigar los usos medicinales de la droga tienen que lidiar con una barrera de numerosos requerimientos burocráticos estrictos para ser aprobados y que no se aplican a otras drogas. Además, el Estado ha restringido severamente la cantidad y calidad de la marihuana que se puede usar en las investigaciones, creando así un desincentivo más. Que en EE.UU. la legislación respecto a la marihuana a diferentes niveles de gobierno es inconsistente es otro desincentivo al desarrollo de este medicamento.
No tiene sentido la regulación de la marihuana en EE.UU. y varias asociaciones médicas se han quejado al respecto. No es físicamente adictiva y no se puede morir de sobredosis, pero es regulada de manera más estricta que la cocaína o el opio. El gobierno federal justifica su regulación al indicar que no hay investigación suficiente que pruebe el uso prudente de la marihuana medicinal. Es una trampa en que el Estado dificulta la investigación y luego apoya su decisión en la falta de evidencia científica.
Concuerdo, por eso, con Zavaleta en que el Estado Peruano debería permitir ensayos clínicos sobre la marihuana como parte del proyecto de ley que se está preparando. Pero el comité de expertos debe advertir contra la sobrerregulación que aflige a EE.UU. y que desalienta la investigación. A la vez, debería aconsejar tolerancia para con quienes no pueden o no quieren esperar a que el Estado se ponga al día en este tema. Los daños que causa la mala política restrictiva vigente representan un riesgo mayor a cualquier riesgo del mismo uso de la marihuana. Felizmente, en eso también se está formando un consenso entre expertos alrededor del mundo.
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