La escritora venezolana, ganadora del premio Casa de América de poesía, reflexiona sobre literatura, la perdida del olfato y los sueños, y la situación de su país
La poeta Yolanda Pantin. CASA DE AMÉRICA |
Antes de comenzar la entrevista, Yolanda Pantin (Caracas, 1954), pregunta por la calle General Pardiño. Le han dado mal la dirección, es General Pardiñas. Lo mismo da, el caso es que cuando termine la entrevista, Pantin —que el lunes recibió el XVII Premio Casa de América de Poesía por Lo que hace el tiempo— irá a la farmacia que está en esa calle, a por medicinas —“Cosa de vida o muerte”, dice con una sonrisa resignada— que ahora son imposibles de conseguir en Venezuela. Así están las cosas allí.
Lo que hace el tiempo es un poemario “íntimo que activa al mismo tiempo las regiones de la meditación y el pensamiento”, asegura el jurado del premio. “―Bienvenida a tu cueva, / me dice la penumbra. / ―Saludos, Yolanda, / me recibe la parentela. / ―Saludos, almas de la casa”, se lee en un libro de tono contenido en el que la poeta sin sentido del olfato se posa en el paso del tiempo y en la memoria.
La anosmia que sufre no tiene explicación: hace dos décadas, de repente, perdió el olfato. “Lo perdí por completo”, confiesa Pantin. “Se supone que lo recuperaré algún día. Pero ya han pasado 20 años. Es muy raro vivir sin olfato”, cuenta. También es peligroso. Tanto, que estuvo a punto de quemar su casa al no percibir el olor de lo quemado. “Pero aquí estoy. Y la casa está entera”, recalca riendo.
“Ser poeta es un destino. La poesía va delante y yo voy detrás”
La del olfato no es la única pérdida de su vida: hace ya muchos años también perdió, literalmente, la capacidad de soñar. “Hace poco soñé algo hermoso: soñé con una gansa herida. Había que llevarla al médico. No sueño nunca. Fue tan extraordinario que tuve que apuntarlo”, cuenta con un punto de emoción.”Antes sí soñaba, y de hecho muchos de mis poemas son sueños. Pero hace muchos años que dejé de soñar”, lamenta. Pero sobre todas las pérdidas de su vida sobresale una: la muerte de dos de sus hermanos en un accidente de coche. “Cambió mi vida”, recuerda. “Y, de hecho, empecé a escribir tras ese accidente”. Desde entonces, si hay algo que nunca la ha abandonado, es eso: la literatura.
Pantin, que confiesa que suspira y se sonroja con frecuencia, habla de Catalina Linton y de Heathcliff, de Cumbres borrascosas, cuando se le pregunta por sus lecturas de infancia. Y añade una sentencia envuelta en sombra: “Pero aquellas eran pasiones adolescentes. De cuando estaba viva la literatura”. ¿Ya no está viva la literatura? “Ahora no es literatura, es otra cosa. Pasó a ser parte de mi vida, pasó a ser algo más. Es algo complicado de explicar”, se excusa. “Es algo que forma parte de mí, algo que se construye, que tiene que ver con el intelecto. Ahora estoy más abierta no solo a cuestiones del intelecto, sino a cuestiones de la percepción, la vista... soy más permeable”, señala respecto a su trabajo poético.
“Ser poeta es un destino”, dice, y se muestra orgullosa “de haber caminado todo lo que he caminado. De haber sido fiel a la pesía. Ella va delante y yo voy detrás”. Lo que hace el tiempo (que publica Visor), elegido de entre 961 libros de 22 países, le reportará también un premio económico de 5.000 euros. “Que permitirán aligerar la carga”, explica pensando en su país.
Porque, por último, Pantin se considera “muy pesimista” cuando habla de Venezuela. “La noticia que espero leer pasa por una tragedia nacional, así que tampoco es tan buena...”, reflexiona con una sonrisa triste. Y se confiesa: “Yo no tengo esperanza. Estamos entrampados en un delirio histórico”. Veremos qué es lo que hace el tiempo, también en su país.
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