miércoles, 4 de abril de 2018

Martin Luther King: Un sueño a medias



El sueño fue casi cumplido, aún la batalla sigue latente.  La lucha por los derechos civiles de las minorías pobres y afrodescendientes sigue vigente y enfrenta nuevos desafíos cincuenta años después del asesinato  del pastor evángelico Martin Luther King, activista y pacifista norteamericano.
Su lucha fue acabada de un tiro, pese a que siempre predominó la paz como instrumento para lograr el sueño de la igualdad. El 4 de abril de 1968, un segregacionista blanco, asesinó  en un motel en Memphis, Tennessee, a quien entonces era  el ícono de la reivindicación de  los derechos civiles en Estados Unidos, con 39 años.
 James Earl Ray,  un criminal en serie y prófugo de la cárcel, le quitó la vida a  Luther King, en un momento en el que el  racismo y los segregacionistas blancos estaban en pleno auge. El crimen ocurrió cuatro años después de que el reverendo recibiera el  Premio Nobel de la Paz. 
Matin Luther King dio sus primeros pasos en la batalla contra el rascismo a sus 25 años, cuando  fue nombrado pastor de una iglesia bautista, en Montgomery, Alabama (sur), donde la comunidad empezó a notar su carisma y su firme decisión de defender pacíficamente los derechos civiles de los negros, la libertad y el fin de la discriminación, inspirándose en la figura de Mahatma Gandhi y en la teoría de la desobediencia civil de Henry David Thoreau.
Sin embargo, la lucha de Martin Luther King cobró el reconocimiento nacional tras liderar un masivo boicot, durante más de un año, en contra de la separación racial en los autobuses municipales, luego de  que en agosto de 1955 una humilde modista afrodescendiente fue detenida y multada por sentarse en la sección reservada para blancos en un autobús.
Yo tengo un sueño (I have a dream) es el nombre del discurso más famoso de Martin Luther King Jr., cuando habló poderosa y elocuentemente de su deseo de un futuro en el cual la gente de tez negra y blanca pudiesen coexistir armoniosamente y  de forma igualitaria.
El mítico discurso fue pronunciado al termino de una marcha en Washington D.C,  la cual contó con la participación de más de 250 mil personas, que exigieron frente al Capitolio la aprobación de las leyes de los derechos civiles, el 23 de agosto de 1963.
“Yo tengo un sueño: que mis cuatro hijos vivirán en una nación donde no se les juzgará por el color de la piel sino por sus cualidades”,   pronunció  ante la mutiltud que lo aclamó ese día. 
King y otros representantes de organizaciones antirracistas fueron recibidos por el entonces presidente John F. Kennedy, quien se comprometió a acelerar la política contra la separación en las escuelas y en el desempleo que afectaba a la comunidad afrodescendiente.
Un año más tarde, el presidente estadounidense Lyndon  B. Johnson firmó la ley de Derechos Civiles, a través de la cual se garantizó la igualdad de derechos sin importar la raza o el color de la piel.
A 50 años de su muerte, la visión de igualdad racial que King reivindicó en las escaleras del Lincoln Memorial en su inmortal discurso “I Have a Dream”  sigue siendo esquiva. Jason Sokol, de la Universidad de New Hampshire, dice que ha habido avances para los afroestadounidenses con los años, con  la victoria de Barack Obama en 2008, el primer presidente negro.
Pero las desigualdades raciales persisten, “especialmente en torno a la pobreza negra, la tasa de encarcelamiento y la brutalidad policial”, dice Sokol, quien ha publicado un libro sobre el legado de King, The Heavens Might Crack
Taylor, profesor de la Universidad de Búfalo, destaca que para el momento de su muerte las ambiciones de King “desbordan el campo de los derechos civiles apuntando más al de los derechos humanos”. 
“Martin Luther King imaginaba que otro mundo era posible fundamentándose en la justicia económica, política y racial, cosas relacionadas con buena educación, vivienda decente, buenos trabajos”, explica. “Aunque ha habido cambios en las actitudes raciales individuales, el racismo incorporado en las instituciones y estructuras de Estados Unidos no ha cambiado demasiado”.
Pero el legado de King se muestra de innumerables formas. “En su discurso de aceptación del premio Nobel en 1964, King dijo que el movimiento por los derechos cívicos era el mayor movimiento de liberación de la historia de la humanidad”, recuerda Taylor Branch. “Se refería al mundo entero y no solo a los negro” y, “en muchos sentidos, tuvo éxito más allá de lo que podía imaginar”, dice Branch, mencionando el matrimonio igualitario, presidente negro en EEUU y derechos de las mujeres.
El legado de Martin Luther King también ha sido encarnado en el movimiento Black Lives Matter contra la violencia policial y otros como el que convocó la Marcha por Nuestras Vidas, en la que millones de jóvenes exigieron leyes más duras contra las armas. “Soy muy optimista de que allí hay una nueva generación que está retomando la noción de los sueños de King” dice.
En la actualidad, las estadísticas constatan que la población afrodescendiente en Estados Unidos tiene el doble de posibilidades de estar desempleada y que suponen el 40% de la población de reclusos en las cárceles del país.
Ante esta situación, agravada por la crisis económica, muchos afirman que el racismo todavía es un problema presente en el país.
 Hace medio siglo murió  un hombre que, más allá de sus discursos, marcó el destino de generaciones de afroamericanos que siguen intentando huir de la pobreza en busca  de la justicia y la igualdad.
Yolanda Renee King, nieta de Marthin Luther King, revivió el famoso discurso de su abuelo y avivó la lucha de los derechos civiles en Estados Unidos, con solo nueve años de edad. La pequeña repitió las palabras de su abuelo muy cerca a donde él mismo las expresó por primera vez hace 55 años.
Lo hizo, al igual que su familiar, en una tarima en la que cientos de jóvenes y adultos llegaron a protestar por la venta sin control de armas en Estados Unidos. “Mi abuelo tenía el sueño de que sus cuatro pequeños hijos no fueran juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter”, dijo la niña con voz firme, siguiendo con: “Yo tengo un sueño en el que ya tuvimos suficiente y en el que este mundo sea uno libre de armas. Punto”, exclamó la semana pasada. 
El sueño de Marthin Luther King quedó a medias, pero lo soñadores se multiplicaron en busca de su materialización. 

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