El Emergente
Por Ignacio Serrano
Toda eliminación es dolorosa. Tiene deudos y merece análisis profundo por parte del equipo que la sufre. Pero si se trata de los Tiburones la urgencia es mayor.
No solamente está la larguísima sequía de tres décadas sin coronas. También es el modo en que ésta ha ocurrido. Los Cardenales, por ejemplo, no ganan desde 2001, pero han disputado las últimas dos finales y tienen más victorias que cualquier otra divisa en las últimas tres campañas. No puede acusarse a la directiva larense de no fortalecer la gerencia deportiva, estructurar un equipo ganador y conseguir importados de nivel.
Si La Guaira fuera uno de los grandes animadores de cada campeonato, dolería menos perder en la lotería de los playoffs. Las series cortas son traicioneras y un slump puede dar al traste con lo sembrado en tres meses y medio.
El gran problema de los escualos no se refleja en los 34 torneos sin títulos, sino en que en las últimas 33 zafras apenas han podido disputar una final y que desde esa vez, ocurrida en 2012, los resultados han sido discretos, incluyendo estas dos eliminaciones consecutivas.
Ni siquiera la conducción y liderazgo de Oswaldo Guillén han cambiado eso. Lo que parecía brillante augurio tiene balance negativo.
¿Es responsable Guillén? Es el manager, así que la respuesta debe ser afirmativa. Él mismo lo ha dicho: el piloto debe ser el primer señalado siempre. Algunos aficionados recuerdan que el exitosísimo Buddy Bailey fue despedido tras una buena cosecha, sin permitirle dar forma a un ciclo competitivo, y es inevitable esa memoria, por más que luciera inevitable para los escualos entregarle la conducción a quien durante mucho tiempo fue visto como el timonel natural de la franquicia.
Algunos detalles descargan de peso al estratega. Los litoralenses vieron irse a Miguel Rojas, uno de sus mejores hombres, y no pudieron agregar a Alcides Escobar, como éste asomó en septiembre. Aunque varios bigleaguers aportaron, como Rojas, Yonathan Daza, Grégor Blanco y Cafecito Martínez, la lesión de Samir Duéñez frustró uno de los planes del club, que al menos tuvo hallazgos en Juan Apodaca y Julio Pinto.
Más preocupante es que Guillén debiera disputar las últimas semanas con varios cupos vacantes en su importación. Mientras otras novenas traían a Paulo Orlando, Frankie De La Cruz y más, los salados pelearon con un brazo amarrado.
Sus extranjeros dejaron .311 de average y 4.10 de efectividad. Ese average colectivo únicamente fue inferior al de los forasteros de los Leones, aunque otros números (extrabases, OPS) permiten un análisis más denso y menos favorable. Así, afrontar la última parte de la eliminatoria con cinco importados fue tan crucial como entregar el madero de Isaías Tejeda al Caracas.
Hace 12 meses comenzó un nuevo proceso, con Luis Blasini como gerente general. Es grave que eso se pueda abortar, para empezar de nuevo, y ese es el peor riesgo de la debacle actual. Algo sí está claro, sin embargo: La Guaira no puede asumir esta crisis como un tropiezo más. Es mucho tiempo sin competir de verdad, sin triunfar.
Nadie debería ser más activo en el mercado de cambios, nadie debería poner más dinero sobre la mesa para rediseñar el aporte extranjero y nadie debe tomarse más a pecho este mal momento que el alto mando de los Tiburones.
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