EL EMERGENTE
Por Ignacio Serrano
Usted recibe la boleta de votación para el Salón de la Fama y se encuentra con un postulado cuya principal virtud, dicen, es la ofensiva. Cuando busca las estadísticas históricas, se encuentra con que el toletero en cuestión sólo jugó 13 temporadas y ocupa el lugar 83 de todos los tiempos entre los máximos jonroneros, está en la casilla 50 entre los empujadores, en el peldaño 98 entre los anotadores y comparte la plaza 211 entre quienes han dado más tubeyes. Es un jardinero, así que está obligado a poner números con el madero. Nunca ganó el Guante de Oro y promedió dos bases robadas por temporada. ¿Votaría usted por ese jugador?
Quizás lo descarte a priori. O es posible que pida más información. En las Grandes Ligas existe suficiente data y es fácil conseguir argumentos adicionales. Además, ese pelotero jugó entre 1936 y 1951, se perdió varias temporadas por la Segunda Guerra Mundial y tras su retiro vio a muchos biglaguers rebasar sus cifras.
Hablamos de Joe DiMaggio. Indiscutible inmortal.
El Yankee Clipper es un merecido integrante de Cooperstown. Asistió al Juego de Estrellas en sus 13 campañas, sin excepción, y en 12 recibió votos para el Más Valioso. Únicamente disparó 361 cuadrangulares y 389 dobletes, estafó 30 cojines y ligó 2.214 hits. Si fuera solamente por esos guarismos, debería devolver la placa. Pero la trayectoria de un pelotero debe evaluarse en el contexto de su tiempo, lo que había pasado antes de su llegada y el impacto que causó en su era.
La LVBP no ofrece los recursos que tenemos a la mano para reconstruir el camino de un jugador. Muchos votantes para nuestro Salón de la Fama nunca vieron jugar a algunos candidatos. Nuestra base estadística es limitada. Ni siquiera existe información sobre cuántos juegos de estrellas tiene cada quien (cuando ese dato era importante) o cuántas veces fue votado en los principales premios anuales. Apenas disponemos de sus averages y acumulados en algunos departamentos, totales que han sido eclipsados por el paso de los años.
Esa es la razón que explica la injusticia que hasta esta semana se cometió con Leonardo Hernández.
El ex antesalista de los Leones, Tigres y Caribes muestra registros que hoy pueden parecer discretos. Pero la tarea de un analista es sobreponerse a esas carencias, poder mirar atrás y manejar el contexto.
Tracemosla raya en el momento de su retiro y veamos quién era en 1994, cuando dijo adiós.
Se despidió con 72 cuadrangulares en la LVBP, sólo superado por Antonio Armas. Sumó 416 empujadas, más que Armas y apenas por detrás de Víctor Davalillo y Camaleón García. Largó 155 tubeyes, a la zaga de Davalillo, Camaleón y César Tovar. Acumuló 74 robos, entonces en el puesto 13 de todos los tiempos, y fue el primero en nuestro beisbol con 70 estafas y 70 vuelacercas, algo que después ha sido emulado únicamente por Robert Pérez.
Scouts, directivos y ex peloteros recuerdan su buen guante y potente brazo. Es verdad, dejó .262 de average, pero hablamos de alguien que lució cuatro de cinco herramientas durante casi dos décadas, que se marchó como uno de los mejores de la historia y que, pese a ello, tardó casi un cuarto de siglo en la planilla, hasta finalmente entrar a nuestro Salón de la Fama.
Es una fiesta que haya terminado esa injusticia.
Méritos indiscutibles
En la LVBP
Primero con 70 cuadrangulares y 70 robos (sólo otro lo han hecho)
Segundo mayor jonronero al momento de su retiro
Tercero en impulsadas al momento de su retiro
Cuarto en tubeyes al momento de su retiro
Cuarto en extrabases al momento de su retiro
Quinto en bases alcanzadas al momento de su retiro
Sólido defensor en la tercera base
Disputó 8 postemporadas y 7 finales
Formó parte de 3 equipos campeones
Estuvo activo entre 1978 y 1994
Estuvo activo entre 1978 y 1994
En la MLB
Sólo 7 venezolanos jugaron en Grandes Ligas en su año de debut, 1982
Sólo 12 venezolanos jugaron en las Grandes Ligas en su última campaña, 1986
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