La creencia popular más extendida afirma que si una persona está medicada con antibióticos, no puede beber vino moderadamente, porque le puede hacer mal. Luego de consultar varias fuentes, explicamos por qué dicha afirmación no es siempre correcta, y de donde proviene el mito.
Por supuesto que al escribir columnas de este estilo, las aclaraciones sobran. Aún así, remarcamos que vamos a referirnos a la generalidad de los casos, considerando el consumo moderado de vino, sin abuso, para una persona sana, que esté atravesando un cuadro no complejo que requiera el tratamiento con antibióticos “comunes”, como puede ser una simple angina. La presente, debe tomarse sólo como una referencia de lo que marca la casuística.
El Dr. Carlos González Malla, Subdirector de Residencia en Clínica Médica del Hospital Alemán de Argentina, en una publicación realizada en la página web del mismo Hospital, afirma que “los medicamentos atraviesan el mismo proceso que el alcohol. Al ingerirlos, pasan del tubo digestivo a la sangre y de allí a los sitios en donde tienen su efecto. El problema puede presentarse cuando se ingieren en simultáneo y son metabolizados por las mismas enzimas, ya que estas metabolizan menos ambas sustancias, provocando que tengan un mayor efecto.”
“Es necesario remarcar que esta situación se produce cuando la persona ingiere alcohol en forma aguda, por ejemplo, en una fiesta o evento social. En cambio, cuando se bebe en forma crónica, el alcohol estimula de tal forma las enzimas que el cuerpo genera mayor cantidad, provocando que algunos medicamentos se metabolicen más rápido. Esta situación ocasiona que ante la dosis habitualmente indicada, el efecto sea menor.”
“Si bien hay una creencia popular que indica que una persona no puede tomar alcohol si está recibiendo antibióticos, sólo algunos interactúan seriamente, como el metronidazol o la isioniacida. Los más usados, como la amoxicilina, no tienen interacciones clínicamente significativas con el alcohol.”
En tanto, el Dr. Pedro Pinheiro, Médico especialista en Medicina Interna, autor de más de 1.000 artículos publicados en internet sobre salud en lengua portuguesa y española, de la Universidad Federal de Río de Janeiro, se explaya al respecto:
“A la luz de los conocimientos científicos actuales, no hay respuesta única a la pregunta: ‘¿quién está tomando antibióticos puede beber?’. Para que la respuesta sea dada correctamente, necesitamos saber cuál es el antibiótico que se está tomando, qué infección se está tratando, cuál es la condición clínica del paciente y cuál es la cantidad de alcohol que una persona tiene intención de tomar. Podemos decir que para la mayoría de los pacientes y para la mayoría de las clases de antibióticos no hay problema alguno en beber alcohol moderadamente durante el curso de los mismos.”
“De hecho, dosis aún más elevadas de alcohol generalmente no cortan el efecto de los antibióticos. La propia Asociación Médica Británica (AMB) no impone restricción alguna a la asociación del alcohol con la mayoría de los antibióticos. El alcohol es una sustancia muy irritante para la mucosa gastrointestinal y como algunos antibióticos comunes, tales como amoxicilina y azitromicina, frecuentemente provocan cuadros de náuseas, vómitos, dolor abdominal o diarrea, no se recomienda la mezcla de altas dosis de alcohol con antibióticos en virtud de potenciar estos efectos adversos.”
“Otro punto que debe destacarse es el hecho de que el alcohol es una sustancia que se metaboliza en el hígado por las mismas vías enzimáticas que se metabolizan algunos de los antibióticos. El consumo excesivo y repetitivo de alcohol puede dejar el hígado “ocupado” procesando el exceso de alcohol, haciendo que el antibiótico no sea correctamente metabolizado. Esto puede resultar no sólo en la reducción de la acción de los antibióticos, sino también en la acumulación de metabolitos tóxicos de los mismos, incrementando la incidencia de efectos secundarios.”
“En definitiva, puedes hasta tomar tu habitual copa de vino durante una comida, incluso si estás bajo tratamiento antibiótico. Pero los antibióticos que no pueden de ninguna manera mezclarse con alcohol son aquellos que pueden causar el efecto disulfiram, como Metronidazol, Tinidazol y Cefotetan. Además de estos, Linezolid puede causar crisis hipertensiva, Isoniacida tiene un mayor riesgo de toxicidad hepática, y en Eritromicina el alcohol puede reducir la eficacia del antibiótico.”
“El disulfiram es una droga que se utiliza en tratamientos contra el alcoholismo, y que evita que el hígado metabolice los metabolitos más tóxicos del alcohol, aumentando hasta 10 veces su toxicidad para el cuerpo. Cuando el paciente toma alcohol, incluso en pequeñas dosis, se intoxica rápidamente y siente los efectos secundarios, tales como vómitos. El paciente se siente muy incómodo, como si estuviese a punto de sufrir un colapso, por ello que no puede seguir bebiendo.”
“Sin duda, no hay ninguna contraindicación formal para el consumo de alcohol en pequeñas dosis para quien está utilizando amoxicilina, azitromicina, ciprofloxacina, levofloxacino, penicilina, cefalexina o ceftriaxona.”
Aparentemente, y según estudió y redactó el Licenciado sueco Karl Kruszelnicki, actualmente radicado en Australia trabajando para la Universidad de Sydney, la prohibición de consumir alcohol mientras se toma cualquier antibiótico, proviene de la década de 1.950, cuando las primeras enfermedades venéreas empezaron a ser tratadas con penicilina. Dicha prohibición se daba por razones morales, no farmacológicas, ya que los médicos temían que el alcohol bajara las inhibiciones y eso incitara a tener relaciones sexuales, estando aún la persona en cuestión no curada, propagando así las enfermedades.
Por Diego Di Giacomo
No hay comentarios:
Publicar un comentario