El Varón del TangoJulio Sosa y una historia llena de interrogantesEntrevista a Ana Magnabosco*
(docente, dramaturga y narradora)
(docente, dramaturga y narradora)
POEMA DE JULIO SOSA
¿Qué motivaciones la llevan a acercarse a la personalidad, a la historia de Julio Sosa?
Todo comenzó en una época que yo viví en Las Piedras - viví 10 años - y dirigía un grupo teatral, con el cual hicimos una obra que se llama “Estación Las Piedras”. Para ello hicimos un trabajo de investigación con el grupo de actores, a partir de un tema del presente que eran los jóvenes que se mataban con las motos, casi siempre en las vías frente a la Estación. Las vías tienen muy salidos los rieles de los adoquines en un cruce que hay en Las Piedras, en ese lugar había siempre accidentes con las motos y morían adolescentes.
El tema era una preocupación. Incluso en el grupo de teatro que dirigía uno de los integrantes tenía un familiar que había muerto hacía poco - un chiquilín, un adolescente - de forma trágica, también en una moto.
Entonces queríamos hablar de ese tema, de esa cosa inmortal que hay en la adolescencia, donde parece que uno puede hacer cualquier cosa, donde parece que la muerte está lejísimo, o que es un tema que le toca a otros. Y sin embargo, era algo cotidiano en Las Piedras, el hecho de que muriera - en esa época - un joven por semana en accidentes de moto.
La Estación Las Piedras, ahora está reciclada pero en los 90 era una estación abandonada. Por lo cual los actores - y yo me incluí - hicimos una investigación preguntándole a la gente, primero a la familia, a los vecinos, a los amigos, qué personajes recordaban de Las Piedras. Y después hicimos un trabajo de Mesa y decidimos que había 20 personajes que estaban presentes, incluso uno del siglo XIX que era Joaquín Bosch, que fue el que hizo el Molino de Bosch, que sigue estando como pieza histórica en la vieja Ruta 5, que es la entrada - hoy principal - que atraviesa La Paz y Las Piedras.
Y aparecía Bosch con su historia, con una historia trágica en ese molino. Y uno de los personajes muertos que, por supuesto, estaba en la memoria - o el principal personaje que estaba en la memoria - de todos los pedrenses, era Julio Sosa.
A raíz de esa investigación que hicimos sobre Julio Sosa que, incluso, fuimos con todo el grupo de teatro al cementerio de Las Piedras y descubrimos que estaba el ataúd de Julio Sosa (en ese momento en muy mal estado) en el panteón de Bosch, que es, una réplica del Molino de fines del siglo XIX. Es a partir de todas estas circunstancias que me informo más de él y de su vida.
- ¿Lo habían puesto allí porque la familia no tenía donde ponerlo?
- No, porque parece que se trajo a Julio Sosa como secuestrado, esa es la historia. Según los testimonios algunos amigos hicieron una especie de secuestro para traer sus restos. Vinieron de una manera casi clandestina.
- Porque los argentinos, ¿no lo entregaban?
- No, no lo entregaban. Entonces se trajo a Las Piedras pensando en hacerle un monumento, en tener un panteón para Julio Sosa, para que volviera a su patria. Y, en realidad, eso no se concretó nunca y el ataúd de Julio Sosa está en este panteón que es una especie de molino, que estaba muy deteriorado. O sea, ese ataúd está expuesto allí y estaban los vidrios rotos…
- ¿La investigación les dio “insumos” para la Obra?
- Hicimos la obra “Estación Las Piedras” - que es una de las cosas más lindas que yo recuerdo de esa época que dirigí teatro en Las Piedras- y fue un éxito de público. Los pedrenses asistieron masivamente a esas funciones porque reconocían a personajes que habían estado, sobre todo en el siglo XX. Un vendedor de lotería, un famoso cura que para luchar contra un prostíbulo famoso en Las Piedras, logró que la curia le pagara una capillita y la instaló exactamente enfrente al prostíbulo. ¡O sea, frente a una iglesia no podía haber un prostíbulo!
En cada historia había cosas muy curiosas, muy de pueblo, pero muy interesantes desde el punto de vista del relato teatral.
En ese contexto, en ese momento a mí me interesó mucho todo lo que pasaba con Julio Sosa porque era como una contradicción. O sea, quererlo traer de nuevo a su tierra y en realidad, luego, que no sucediera nada. Una de las cosas que vimos es que para hacer la estatua de Artigas, que está en la Plaza de Las Piedras, se demoró muchísimo para conseguir en colecta popular el bronce. Pero para hacer la de Julio Sosa - que es el doble de grande - el bronce apareció de un día para el otro. ¡Había hasta canillas! O sea que había una decisión popular de que Julio Sosa tuviera su estatua - que la tiene y del tamaño real - pero que nadie sabía porqué, cuando todos esperaban que Julio Sosa estuviera en la Plaza, terminó estando en una esquina fuera de la plaza, que es donde sigue estando.
-La gente conocía a Julio Sosa y estaba motivada - de acuerdo a tu relato - por su trayectoria artística, porque era de allí, o porque conocía su trayectoria, su vida?
Yo te estoy hablando de testimonios (casi una historia oral) que yo recabé hace más de 20 años. En esa instancia todavía, me encontré con gente que había sido compañeros de escuela, amigos de Julio Sosa, gente que lo había protegido o que había sido testigo de su infancia. Me acuerdo de un escribano muy mayor que había sido testigo directo de toda la infancia de Julio - ahora está fallecido, pero era contemporáneo- y que me contó cosas que después yo corroboré que estaban en el conocimiento popular, colectivo.
-¿Por ejemplo?
- Como que, por ejemplo, Julio Sosa había sido hijo de un señor poderoso en Las Piedras, un hijo no reconocido.
-¿Cómo se llamaba ese señor?
- Ese señor se llamaba Lisandro Carámbula. Son testimonios populares. Yo no te lo puedo asegurar. Pero hoy sería muy fácil. Si uno quisiera saber, con hacer un estudio de ADN se sabría exactamente. La historia es que Julio Sosa era un ser con una gran pulsión autodestructiva. Siempre era un hombre que estuvo viviendo al límite, por ejemplo con la velocidad, se mató justamente por eso, pero también, al límite en las relaciones personales.
-¿Tiene algún ejemplo de eso?
- Largas jornadas de trabajo y luego largas jornadas de sexo, de alcohol, de situaciones siempre llevadas al límite. Estoy hablando del Julio Sosa famoso. De una vida “reventada” en Buenos Aires, a mil. Como diciendo: “Bueno, estoy viviendo al borde, al borde, al borde”, siempre. Y, a su vez, con una gran angustia y tristeza personal, al punto que él se rodeaba de animalitos: perritos, gatos. Toda su ternura particular la volcaba en mascotas. Y una profunda soledad. Ese Julio Sosa éxito y gran cantante y con gran adoración del público, convivía con un Julio Sosa en Buenos Aires que tenía una gran melancolía, un gran dolor de vivir. Esa es la primera cosa.
- ¿Y se sabe porqué?
- La explicación que yo tengo es de acuerdo a los testimonios. En lo puntual, él tenía una hija - que debe vivir - que se llama Ana María, una única hija, y toda esa vida desordenada de artistas, mujeres, etc., etc., lo llevó a divorciarse de su mujer, con la cual tenía esta hija.
- ¿Era de allí, de Las Piedras?
- No, no. Este matrimonio se efectuó en Buenos Aires y era una mujer de ascendencia extranjera - una rubia muy esplendorosa - con quien él se casó y con quien tuvo esta hija. Al hacerse el divorcio - una cosa terrible pero que suele pasar - la mujer le quita la posibilidad de ver a su hija, con lo cual le genera un dolor existencial enorme, porque él tenía adoración por esa niña y no la puede volver a ver nunca más.
Es su única heredera. Supuestamente, esa mujer debe ser hoy quien cobra los derechos de autor de Julio Sosa.
- En esa investigación ¿qué pudo saber de su niñez y adolescencia en Las Piedras?
- En realidad los testimonios que yo recogí, no sólo por una persona, sino de muchas, es que Julio Sosa fue un niño que ni siquiera calzado tenía, lo que en el pueblo se dice: “andaba en patas”…
-¿Pero tenía madre?
- Si, tenía padres. Provenía de una familia muy modesta y también - fruto de ese matrimonio que eran sus padres - hubo luego una niña, una hermana. La “historia” es que Julio Sosa es hijo de una empleada, que en ese momento era menor de edad. Cuando esta chica queda embarazada, este señor (Lisandro Carámbula) logra un casamiento y un obsequio - que es una casa muy modesta - para tapar ese escándalo social de un embarazo (extra matrimonial) y lograr colocar a esa chica con un marido y una vida independiente.
- ¿Lo que usted me dice es que el verdadero padre de Julio Sosa, deja embarazada a una menor, que trabajaba en su casa como empleada y luego la aleja de su vida, provocando que se case con otro hombre haciendo una vida independiente?
Si. Según los pedrenses, él era igual a su padre físicamente y no tenía nada que ver con su padre adoptivo que - por otra parte - hizo siempre de padre. Fue quien lo crió.
En Las Piedras - en esa época era más pueblo, hoy es una gran ciudad - todo el mundo sabía esta historia y todos los testimonios indican que también sus hermanos por parte del padre real.
-¿Sus hermanos por parte de padre?
Sí, de padre, que era de una familia acomodada, una familia de clase alta de Las Piedras, estos hermanos iban al colegio “San Isidro” - que es el colegio que está en la plaza, el colegio de los curas - y los otros niños - con esa crueldad que muchas veces se expresan algunos niños - le decían: “Ahí van tus hermanos. ¡Y vos acá, en patas, vendiendo bizcochos en la plaza!” (Ya que Julio Sosa -niño - en aquellos momentos pasaba muchas horas allí).
Los testimonios también hablan de que la gente le decía a un chiquilín: “Y vos sos más parecido al viejo Lisandro que los propios hijos. ¿Por qué no vas y le decís a tu padre que te compre unas zapatillas?”. ¡Qué crueldades, verdad!
Con lo cual, lo que yo percibí - y estoy hablando de cosas que me contaron - es que Julio Sosa ya era un niño dolido, un niño que sufría una injusticia que él no podía manejar. Porque él - ya desde los ocho años - vendía bizcochos. Andaba por Las Piedras con una canasta de bizcochos y se subía al ómnibus de la época, ofreciendolos. O sea, era un niño pobre, cuando todo el entorno le decía: “¡Vos sos el hijo de un rico!”.
Hay también otro testimonio de su vida en las Piedras. Esto un poco más adelante; parece que - de repente - tenía hambre e iba a los bares y pedía un refuerzo. Había una Fonda en Las Piedras donde una señora siempre le hacía un refuerzo de mortadela porque le daba como pena. Porque era un muchachón, era igual que su progenitor, que era un hombre de gran físico, de porte alto. Y se había hecho un muchacho grande y vivía desesperado por comer. Y había una señora que él siempre le caía en gracia, él era muy simpático, muy comunicativo y él siempre le agradeció a esa mujer que le brindara - sin ningún costo - un café con leche y, lo que se llamaba antes, un “especial” de mortadela.
- Durante la investigación, ¿no pudieron tomar contacto con la madre?
- No, la madre ya había muerto. Quien vivía era su hermana, pero este tipo de cosas son muy delicadas, porque, de última, tu estás yendo contra el honor de una muchacha a la que yo considero - si esto es verdad - una víctima de las circunstancias. ¿Qué podía hacer la “empleadita” de la casa, con un embarazo que ya no se podía ocultar? ¡Era un escándalo, local y familiar! Y en esa época esa doble moral se admitía y este señor, Carámbula, lo que hizo fue solucionar el problema de la manera que le pareció más adecuada.
- Que más pudo saber del padre que lo adoptó?
- Este hombre parece que era un peón rural, era un hombre trabajador. Pero, en realidad, siempre fue un hombre muy pobre. Pero que aparentemente lo aceptó bien. Lo que sucede es que Julio tuvo que salir a trabajar siendo un niño. Quiere decir que en ese hogar había carencias económicas graves, importantes. Con esa confrontación de estar él en la plaza vendiendo bizcochos y ver pasar a sus hermanos de uniforme, abrigados y acompañados yendo a un colegio privado, cuando él no sé si terminó la primaria.
-¿Y se conoce alguna anécdota de la reacción de los hermanos sobre él?
- No, no. De eso no tengo ninguna noticia. O sea, sin duda así como lo sabía toda Las Piedras, lo debían saber sus hermanos. Pero creo que son esas cosas que pasaban en los pueblos, que es muy difícil de admitir. Porque es reconocer el “pecado de papá”. “¿Cómo levantamos esto? Es mejor no ver”. Supongo yo que es mejor no ver. La idea que a mí me quedó es que el hecho de que Julio triunfara es como una especie de reivindicación social, no sólo por sus méritos de artista, sino que también era la oportunidad de decir: “bueno, la vida le pegó tan mal, que el hecho de que ahora triunfe y de que tenga dinero y que sea famoso y que vuelva a Las Piedras - como él volvió, llevado en andas - a cantarle a la gente de Las Piedras…”
- ¿Él estuvo en Las Piedras ya siendo famoso y fue recibido como un triunfador?
- Si, si. ¡Fue aclamado y adorado! La gente de Las Piedras siempre sintió un gran orgullo por ese hijo pedrense que - sin dudas - es un gran artista.
-¿Y cómo fue el proceso de vendedor de bizcochos a gran artista?
- Bueno, parece que - y eso también lo pusimos en esta obra teatral, “Estación Las Piedras” - siempre está el mito de que hay otro que canta mejor, ¿viste? Como el jugador de futbol, hay uno que era mejor pero resulta que a último momento le pasó no sé que cosa. El cuento es que en Las Piedras se cantaba en un bar que había en la plaza - que ahora se convirtió en un supermercado - en esos lugares que uno dice: “porqué, no sé…”. Yo llegué a conocer ese bar con un cuadro de Julio Sosa, mientras su dueño vivió, que era contemporáneo y admirador de Julio Sosa.
En ese bar parece que se cantaba, se cantaba en forma espontánea, con cantores y en un momento dado se hizo un concurso, porque había la oportunidad de mandar un cantor - no se si fue en todos los departamentos - a participar en un gran concurso de cantores de tango en Buenos Aires. Entonces, localmente, se hizo el concurso y parece que había uno que cantaba mucho mejor que Julio Sosa, pero que tomaba. Y Julio Sosa tenía una gran hinchada de gente que quería que él ganara y el cuento es que al otro, para darle ánimo, le daban una caña y otra caña y otra caña. Y cuando llegó el momento de cantar, ya no se acordaba ni de la letra.
Finalmente Julio ganó ese concurso. Y después surgió el problema de que no había dinero para que él viajara, ni dinero ni pilchas… ¡Porque había que presentarse en Buenos Aires! Entonces parece que los amigos más cercanos, todo el grupo de ese Bar y en realidad mucha gente que lo conocía, hicieron una colecta para comprarle el pasaje y un traje - que era lo que se usaba en la época- y que él se pudiera presentar en Buenos Aires.
Está también la anécdota que Julio Sosa siempre contó; que él le estaba agradecido a un taxista desconocido, que cuando llegó a Buenos Aires no tenía idea de donde tenía que ir y el taxista lo llevó hasta el lugar donde se hacía el concurso y no le quiso cobrar.
Lo vio tan desvalido que…
Que no le cobró. Cuando él ya era famoso contó mucho la anécdota y ese hombre nunca apareció. Él quería, realmente, agradecerle y lo decía siempre. Porque él se tomó un taxi - porque no sabía qué colectivo tomar ni adonde ir - y después, cuando supo lo que valía el viaje que había hecho, se dio cuenta de que él llevaba - suponete - un peso y lo que le hubiera costado el taxi eran como cinco pesos.
Que si ese hombre le hubiera cobrado, hubiera tenido un problema serio. Pero en el trayecto del puerto al lugar donde él tenía que ir - no sé por qué razón - ese taxista decidió que él lo iba a apoyar en su llegada a Buenos Aires y no le quiso cobrar. Así que Julio Sosa llegó con una mano atrás y otra adelante.
-¿Qué edad tendría cuando eso?
- Supongo que veinte y pocos años. Era la época de oro del tango en Buenos Aires y él cantaba en las confiterías y en los bares.
-¿No volvió más?
- No volvió más, directamente inicio una carrera de cantante.
- ¿Toda en Buenos Aires?
- Toda en Buenos Aires.
- Que otra actividad de esa época se conoce que realizara
- Nada más que changas. Changas de alguien que no pudo estudiar. Aunque hay un dato muy curioso: él era - aparentemente - un gran lector y hay un libro de poemas de Julio Sosa y un libro editado por él que, singularmente, tiene dos o tres poemas valiosísimos. Es un libro que destila dolor, absolutamente. Yo lo he tenido en mis manos, me lo prestaron en Las Piedras. Los poemas son de un dolor existencial que, realmente, a mi me da para pensar que toda esa historia de ese dolor, de la injusticia del niño, de ver que, realmente, nació en cuna de oro y no le tocó…se expresa allí.
-¿Habla de madre, habla del padre, de su universo familiar?
- No. Habla del dolor de vivir. O sea, no hay allí un apego a lo que pueden ser los afectos, o la familia. Yo diría que es un libro existencial, es un libro en donde la vida - para él - es sufrimiento. Y estamos hablando de un artista en su apogeo. De un hombre que hacía muchísimo dinero, que tenía fama, que tenía cosas que - de repente - para el común de la gente puede ser “LLEGAR” a determinado lugar. Sin embargo ese libro - que son poemas - lo desnuda como un ser doliente. Por eso yo tiendo a creer que esa historia de esa injusticia con que fue marcado su nacimiento y con que fue señalada su infancia… Porque una cosa es que suceda eso y otra cosa es que tu te críes y te vivan diciendo: “¡Andá a pedirle a tu padre que es rico que te de…!”
-¿No se conoce ninguna declaración, expresión de él en referencia a ese origen y a su padre real?
- No públicamente, yo creo que cuando él logró llegar a ese lugar de “triunfo” entre comillas, quizás haya funcionado como una compensación en lo social.
- Pero sin comillas también, ¿no?
- Sin comillas. Pero digo desde el punto de vista del dolor de él, yo digo un “triunfo” entre comillas, porque eso no lo salvó de la autodestrucción. En esa época él se había comprado un auto alemán que era un auto sport último modelo - lo que sería hoy una Ferrari, quizás - y si vas a 200 o a lo que da el auto, al máximo, es obvio que estás caminando por la cuerda floja.
-Y él durante su adolescencia o ese período que vivió en Las Piedras - los 20 años, supongamos -¿tuvo novia, tuvo relaciones afectivas que se conozcan?
- No te lo puedo asegurar, pero supongo que tiene que haber hecho la vida común de un hombre joven pero - claro - de un muchacho pobre. Porque estamos hablando de Las Piedras de los años 30, en donde las diferencias sociales eran muy marcadas. Había una clase alta - como en todo pueblo del Interior - que estaba dada por la burguesía, los comerciantes y los profesionales - y había una gran cantidad de gente pobre o trabajadora que estaba en otra… Esas diferencias que eran muy claras con los clubes en la plaza en donde Julio - por ejemplo - no podía entrar al Club Social, no le correspondía.
-¿Eso es afirmativo? ¿No lo dejaban entrar?
- No te lo puedo afirmar. Pero sí, que a ese club iba la clase alta. Y se hacían los bailes y allí entraba la gente de esos sectores.
- Y después, ¿cantó cuando era famoso en ese club o en esos clubes?
- ¡Cantó, como no. Sí, después! Creo que hay una anécdota de eso, de que era algo así como una “cobrada”. ¡Ahora ahí entró, llegó! Cuando vuelve con la fama. Pero en realidad él es un hijo dilecto de Las Piedras, porque él nunca renegó de su lugar de origen, nunca renegó de los padres que tuvo, de los padres que lo criaron de verdad, ni ocultó su pobreza.
- Los padres con los que él creció, ¿estaban vivos cuando él era famoso?
- Si, si.
¿Y él los llevó, a Buenos Aires, los atendió?
No te puedo asegurar eso. Pero hay algo extraño: la casa natal, que era la casa de sus padres, que - supongo yo - que vivió su hermana, estaba abandonada. Y era una casa muy modesta.
- ¿La hermana vive?
- A esta altura no sé.
-¿Pero por aquellos años de tu investigación, vivía?
Si, hasta los años 90, vivía. Yo pienso que son esas cosas que pasan en el Interior. Que pasa también con el tema de Gardel; todo el mundo sabe como es la historia, pero es muy difícil ir contra los parientes locales que - a su vez - son tus vecinos, o tus conocidos, o la gente que vos ves. Y que todos saben pero nadie lo dice públicamente, o lo admite, o lo recrimina.
- A la sociedad, ¿le gusta más la versión, que la historia real? ¿Vive más ese universo de imaginación que de realidad?
- Sin duda, sin duda. Ahora, ¡yo en ese contexto los comprendo… Creo que hoy estamos viviendo otras épocas. Creo que muy probablemente, un hijo natural iría y diría: “Mirá, acá hacemos el estudio de ADN y quiero mi parte”. O: “soy fulano”, o “me parezco a vos”, lo encararía. Pero estamos hablando de otra época, en donde esas historias pasaban todo el tiempo y donde el que era víctima, se callaba, porque consideraba que había “perdido”. Que era lo que le había tocado.
A mí, me conmovió mucho esta historia desde el punto de vista de cómo puede marcar el dolor de la infancia el destino de una persona. Un dolor no resuelto.
- Usted indicó los gestos positivos que tuvo la sociedad pedrense cuando se hizo el monumento y en algunas otras instancias. Incluso cuando lo recibieron en andas. Pero hoy parece haberse diluido o perdido…
- Si, pero eso creo que tiene que ver más con el “ser uruguayo”, somos un pueblo con poca memoria. Como que no tenemos ídolos. Es parte de la idiosincrasia…
¿Finalmente el monumento no fue llevado al centro de la Plaza?
El monumento está en una esquina, cruzando la calle. No está dentro de la plaza. Parece que en su momento hubo una gran polémica, porque se hablaba de que el monumento iba a estar en la plaza y era lo que la gente quería. En su oportunidad, un pedrense me dijo con mucho dolor: “Bueno, como él era pobre, no le correspondía estar adentro de la plaza. Tenía que estar afuera, en la calle”. Singularmente, está en una esquina y frente a un Banco, delante de una casa bancaria. Pero bueno, está ahí porque la gente lo puso. Porque se hizo esa colecta pública por el bronce y se financió la estatua.
- Simbólicamente él era de allí, de la calle, no del “centro de la Plaza”.
Exactamente. No era del centro de la plaza. Pero sí que transitó esa plaza tratando de hacerse el pan. A mí me conmueve mucho pensar en él. Pero creo que es una historia de época y era así: los varones salían a trabajar y a los 8 o 9 años estaban en la calle tratando de ayudar a los padres a “parar la olla”. Hoy es muy mal visto un niño que trabaje, pero en esa época no. Era normal.
- Relativamente. Porque tenemos hoy centenares en las calles pidiendo y trabajando.
- Si, es cierto, es cierto. Pero en aquella época era bien visto. O sea, estaba bien visto que el chiquilín - sobre todo el varón - saliera cuanto antes a ayudar a “parar la olla”.
-¿A usted le gusta el canto de Julio Sosa?
¡Me encanta! ¡Me encanta! ¡Me encanta!
-Y ¿qué es lo que le encanta?
- ¡Me encanta la voz, me emociona ese timbre profundamente varonil! Pienso que el “Varón del Tango” está muy bien puesto.
- ¿No se hace problema de género con el enfoque que hay hoy, de que los tangos que canta, a veces extremadamente machistas?
- No, porque el tango siempre fue machista, es en el mundo del machismo y hay que aceptarlo así. Si no, uno se tendría que enojar con el tango. El tango es un género machista. Hay muy pocos tangos que dejan bien parada a la mujer, ¿no?
- ¿Cuál le gusta más de los tangos que canta?
- “Madame Ivonne”. Me parece que es una joya. Y miro a mi compañero que es hincha de Gardel… y que dice que no hay como Gardel. Pero a mí me gusta muchísimo. Si tuviera que elegir entre Gardel y Julio Sosa, me quedo con Julio Sosa. Lo siento una voz más próxima a mi mundo. Me sigue emocionando - aún hoy - sentirlo cantar “Madame Ivonne”.
-¿Qué conclusión final tiene del origen de Julio Sosa? ¿Qué juicio tiene del padre biológico, de la situación? ¿Lo ve como un hecho sociológico o moral?
- Yo diría que ambas están puestas allí. Una de las cosas que aprendí escribiendo es que uno se tiene que colocar siempre en el tiempo histórico, porque las ideas - todas las ideas, incluso las morales - cambian y son relativas con respecto al tiempo en el que uno vive. Yo creo que la historia de Julio es propia de una época en donde la doble moral era aceptada, ¿verdad? Los hombres solían tener su mujer, la legítima, los hijos legítimos y era muy común una familia paralela o tener hijos con las trabajadoras domésticas. Era lo más común. Tener relaciones sexuales era parte del trabajo de la doméstica. ¡Esa historia la hemos visto hasta el cansancio! En la literatura, en las telenovelas, en todos lados. Y para la gente de la época, eso no estaba mal visto. A mí lo que me conmueve mucho de esta historia, es el dolor de Julio visto por sus contemporáneos. ¡El sufrimiento que él tenía! Esa imagen que ya relaté; él parado en la plaza, en invierno, descalzo, con aquellos pantalones cortos que se usaban en la época, con la canasta con los bizcochos, temprano en la mañana, viendo pasar a sus hermanos con los capotes de paño abrigado para el colegio. Y él temblando de frío y que otro, más grandote, le gritara: “¡Ahí van tus hermanos! ¿Por qué no le pedís, vos al viejo Lisandro que te compre unas zapatillas? Vos, que andas en pata”. Él temblando y viendo a esos niños - que tenían un año o dos más que él- viéndolos a metros, abrigados yendo al colegio. Cuando él estaba sin ir a la escuela y trabajando. Esa cosa injusta. O el: “¡Vos, que sos más parecido a tu padre que los propios hijos! ¡Andá y pedile tal cosa!”. ¡Creo que es un dolor enorme, de injusticia!
- Pero también es la historia de un triunfador. Porque es de menos a más.
- De menos a más. Cómo él pudo hacer valer su talento real, legítimo, pero (te hago el “pero”) no dejó nunca de ser ese niño temblando de frío, dolido y herido. Esa es mi teoría, con la cual yo quería hacer un guión o una novela. Pienso, todavía, que algún día voy a hacer una novela. Me detuvo mucho el hecho de esa cosa de que uno alude a nombres públicos, a figuras públicas, a que el Uruguay - todavía - es una aldea y que hasta donde la ficción… Porque en realidad, yo tendría que tener los elementos de investigación como para decir: “Bueno, con permiso. Voy a sacar ADN de un hueso y voy a pedir a un descendiente que se preste…”. ¿Lo conseguiría? Creo que no.
En esta historia hay otro elemento muy curioso; porque en realidad - como tu decís - él triunfó por él mismo, triunfó por su talento. Pero, fijate qué curioso, hoy se habla mucho de la historia genética, como sale una voz tan afinada, un oído tan privilegiado de una familia que también - la suya, la de sangre - se destacó por la música.
-¿Ah, sí? ¿Hay una relación ahí?
-Si, si, si. Pianistas y gente que tocaba instrumentos. Es como si dijeras: “vengo de una familia de dibujantes”. Él viene de una familia de gente que tiene que ver con la música.
¿Qué sería él de “Berugo” Carámbula?
Abuelo.
¿Queda algo que mis preguntas no hayan cubierto lo que Ud puedas decir sobre esta historia?
No. Que se podría investigar mucho más. Que se podría hacer una ficción que, en realidad, tendría que trascender a la historia de Julio. Que tendría que hablar de cosas de otra época, de cosas que quizás - ya hoy - no pesen demasiado, como esa doble moral que hizo… Cuando uno piensa, por ejemplo, en Eva Perón y en el dolor que llevó a Eva Perón a mover todo un país y una situación política… Porque nosotros sabemos hoy que ella era esa niña despreciada por su familia original, era hija natural de un señor poderoso y ese hombre tenía una doble vida y ella se consideraba - injustamente - parte del pueblo pobre y parte de los desgraciados, que terminaron siendo los “descamisados” y cómo eso te lleva a otro lugar. Entonces, es producto de una época. Hoy se reconocen los hijos naturales.
- Pero a ese dolor usted le da un signo trágico. Sin embargo son triunfadores.
- Pero porque fueron privilegiados. Porque pudieron trasladar el signo trágico y convertirlo en épico.
-¿Son los menos?
- ¡Son los menos! Sí. Está lleno de historias de esta gente que nunca triunfó. Obviamente, estamos hablando de privilegiados. Y a lo que yo voy - que es una teoría personal - es que ese dolor existencial… Capaz que era otra época. Si Julio Sosa viviera esta historia en el hoy, obviamente hubiera tenido un apoyo de terapia, o de antidepresivos, o de una cantidad de cosas. O hubiera podido ir contra su realidad y defenderse. Pero era otra época. Esas cosas se callaban. Eran secretos. Tú imaginate cómo le podés decir a tu propia madre: “¡Vos estuviste con fulano! ¡Yo no soy hijo..!”. Porque cuando él nació, ya nació en un hogar con un papá, al que se le dijo: “Este es tu papá”. ¿Cómo vas vos contra eso? Vas contra el honor de tu propia madre. O sea, ¡es muy duro! Por eso yo me detuve y no avancé con esa historia, porque me daba cuenta que era… Pude haber ido, estuve tentada de ir a la casa de esta señora - viejita ya - a hablar de este asunto y después pensé: “la voy a agredir”. Porque ¿qué me va a decir esta señora? “¡Usted está loca! ¡Mi madre no pudo nunca haber hecho tal cosa!”.
- ¿Estás hablando de la hermana?
- ¡Claro! Porque es ir contra tu propia madre, contra el honor de tu madre, ¿no?
- Debo recordarle que usted es una docente, una intelectual, no una periodista… Porque un periodista hubiera ido.
- Exacto. Pero a mí me conmovió mucho… No tenía la menor idea de esta historia de Julio Sosa. Yo lo veía como lo ve la gente común, lo veía al cantante triunfador. Y cuando a raíz de esta investigación para la obra de teatro me entero de este dolor, de la infancia, me conmovió profundamente.
- Una última precisión, ¿esta es una historia oral recogida por usted?
- Si, si. Pero, recuerdo que a este escribano de Las Piedras, al que ya hice referencia, le toqué el timbre, (no lo conocía) y le dije: “Mire, yo quiero que usted me diga, realmente, si esto es así”, y me dijo: “Es y es tal cual”.
Todo comenzó en una época que yo viví en Las Piedras - viví 10 años - y dirigía un grupo teatral, con el cual hicimos una obra que se llama “Estación Las Piedras”. Para ello hicimos un trabajo de investigación con el grupo de actores, a partir de un tema del presente que eran los jóvenes que se mataban con las motos, casi siempre en las vías frente a la Estación. Las vías tienen muy salidos los rieles de los adoquines en un cruce que hay en Las Piedras, en ese lugar había siempre accidentes con las motos y morían adolescentes.
El tema era una preocupación. Incluso en el grupo de teatro que dirigía uno de los integrantes tenía un familiar que había muerto hacía poco - un chiquilín, un adolescente - de forma trágica, también en una moto.
Entonces queríamos hablar de ese tema, de esa cosa inmortal que hay en la adolescencia, donde parece que uno puede hacer cualquier cosa, donde parece que la muerte está lejísimo, o que es un tema que le toca a otros. Y sin embargo, era algo cotidiano en Las Piedras, el hecho de que muriera - en esa época - un joven por semana en accidentes de moto.
La Estación Las Piedras, ahora está reciclada pero en los 90 era una estación abandonada. Por lo cual los actores - y yo me incluí - hicimos una investigación preguntándole a la gente, primero a la familia, a los vecinos, a los amigos, qué personajes recordaban de Las Piedras. Y después hicimos un trabajo de Mesa y decidimos que había 20 personajes que estaban presentes, incluso uno del siglo XIX que era Joaquín Bosch, que fue el que hizo el Molino de Bosch, que sigue estando como pieza histórica en la vieja Ruta 5, que es la entrada - hoy principal - que atraviesa La Paz y Las Piedras.
Y aparecía Bosch con su historia, con una historia trágica en ese molino. Y uno de los personajes muertos que, por supuesto, estaba en la memoria - o el principal personaje que estaba en la memoria - de todos los pedrenses, era Julio Sosa.
A raíz de esa investigación que hicimos sobre Julio Sosa que, incluso, fuimos con todo el grupo de teatro al cementerio de Las Piedras y descubrimos que estaba el ataúd de Julio Sosa (en ese momento en muy mal estado) en el panteón de Bosch, que es, una réplica del Molino de fines del siglo XIX. Es a partir de todas estas circunstancias que me informo más de él y de su vida.
- ¿Lo habían puesto allí porque la familia no tenía donde ponerlo?
- No, porque parece que se trajo a Julio Sosa como secuestrado, esa es la historia. Según los testimonios algunos amigos hicieron una especie de secuestro para traer sus restos. Vinieron de una manera casi clandestina.
- Porque los argentinos, ¿no lo entregaban?
- No, no lo entregaban. Entonces se trajo a Las Piedras pensando en hacerle un monumento, en tener un panteón para Julio Sosa, para que volviera a su patria. Y, en realidad, eso no se concretó nunca y el ataúd de Julio Sosa está en este panteón que es una especie de molino, que estaba muy deteriorado. O sea, ese ataúd está expuesto allí y estaban los vidrios rotos…
- ¿La investigación les dio “insumos” para la Obra?
- Hicimos la obra “Estación Las Piedras” - que es una de las cosas más lindas que yo recuerdo de esa época que dirigí teatro en Las Piedras- y fue un éxito de público. Los pedrenses asistieron masivamente a esas funciones porque reconocían a personajes que habían estado, sobre todo en el siglo XX. Un vendedor de lotería, un famoso cura que para luchar contra un prostíbulo famoso en Las Piedras, logró que la curia le pagara una capillita y la instaló exactamente enfrente al prostíbulo. ¡O sea, frente a una iglesia no podía haber un prostíbulo!
En cada historia había cosas muy curiosas, muy de pueblo, pero muy interesantes desde el punto de vista del relato teatral.
En ese contexto, en ese momento a mí me interesó mucho todo lo que pasaba con Julio Sosa porque era como una contradicción. O sea, quererlo traer de nuevo a su tierra y en realidad, luego, que no sucediera nada. Una de las cosas que vimos es que para hacer la estatua de Artigas, que está en la Plaza de Las Piedras, se demoró muchísimo para conseguir en colecta popular el bronce. Pero para hacer la de Julio Sosa - que es el doble de grande - el bronce apareció de un día para el otro. ¡Había hasta canillas! O sea que había una decisión popular de que Julio Sosa tuviera su estatua - que la tiene y del tamaño real - pero que nadie sabía porqué, cuando todos esperaban que Julio Sosa estuviera en la Plaza, terminó estando en una esquina fuera de la plaza, que es donde sigue estando.
-La gente conocía a Julio Sosa y estaba motivada - de acuerdo a tu relato - por su trayectoria artística, porque era de allí, o porque conocía su trayectoria, su vida?
Yo te estoy hablando de testimonios (casi una historia oral) que yo recabé hace más de 20 años. En esa instancia todavía, me encontré con gente que había sido compañeros de escuela, amigos de Julio Sosa, gente que lo había protegido o que había sido testigo de su infancia. Me acuerdo de un escribano muy mayor que había sido testigo directo de toda la infancia de Julio - ahora está fallecido, pero era contemporáneo- y que me contó cosas que después yo corroboré que estaban en el conocimiento popular, colectivo.
-¿Por ejemplo?
- Como que, por ejemplo, Julio Sosa había sido hijo de un señor poderoso en Las Piedras, un hijo no reconocido.
-¿Cómo se llamaba ese señor?
- Ese señor se llamaba Lisandro Carámbula. Son testimonios populares. Yo no te lo puedo asegurar. Pero hoy sería muy fácil. Si uno quisiera saber, con hacer un estudio de ADN se sabría exactamente. La historia es que Julio Sosa era un ser con una gran pulsión autodestructiva. Siempre era un hombre que estuvo viviendo al límite, por ejemplo con la velocidad, se mató justamente por eso, pero también, al límite en las relaciones personales.
-¿Tiene algún ejemplo de eso?
- Largas jornadas de trabajo y luego largas jornadas de sexo, de alcohol, de situaciones siempre llevadas al límite. Estoy hablando del Julio Sosa famoso. De una vida “reventada” en Buenos Aires, a mil. Como diciendo: “Bueno, estoy viviendo al borde, al borde, al borde”, siempre. Y, a su vez, con una gran angustia y tristeza personal, al punto que él se rodeaba de animalitos: perritos, gatos. Toda su ternura particular la volcaba en mascotas. Y una profunda soledad. Ese Julio Sosa éxito y gran cantante y con gran adoración del público, convivía con un Julio Sosa en Buenos Aires que tenía una gran melancolía, un gran dolor de vivir. Esa es la primera cosa.
- ¿Y se sabe porqué?
- La explicación que yo tengo es de acuerdo a los testimonios. En lo puntual, él tenía una hija - que debe vivir - que se llama Ana María, una única hija, y toda esa vida desordenada de artistas, mujeres, etc., etc., lo llevó a divorciarse de su mujer, con la cual tenía esta hija.
- ¿Era de allí, de Las Piedras?
- No, no. Este matrimonio se efectuó en Buenos Aires y era una mujer de ascendencia extranjera - una rubia muy esplendorosa - con quien él se casó y con quien tuvo esta hija. Al hacerse el divorcio - una cosa terrible pero que suele pasar - la mujer le quita la posibilidad de ver a su hija, con lo cual le genera un dolor existencial enorme, porque él tenía adoración por esa niña y no la puede volver a ver nunca más.
Es su única heredera. Supuestamente, esa mujer debe ser hoy quien cobra los derechos de autor de Julio Sosa.
- En esa investigación ¿qué pudo saber de su niñez y adolescencia en Las Piedras?
- En realidad los testimonios que yo recogí, no sólo por una persona, sino de muchas, es que Julio Sosa fue un niño que ni siquiera calzado tenía, lo que en el pueblo se dice: “andaba en patas”…
-¿Pero tenía madre?
- Si, tenía padres. Provenía de una familia muy modesta y también - fruto de ese matrimonio que eran sus padres - hubo luego una niña, una hermana. La “historia” es que Julio Sosa es hijo de una empleada, que en ese momento era menor de edad. Cuando esta chica queda embarazada, este señor (Lisandro Carámbula) logra un casamiento y un obsequio - que es una casa muy modesta - para tapar ese escándalo social de un embarazo (extra matrimonial) y lograr colocar a esa chica con un marido y una vida independiente.
- ¿Lo que usted me dice es que el verdadero padre de Julio Sosa, deja embarazada a una menor, que trabajaba en su casa como empleada y luego la aleja de su vida, provocando que se case con otro hombre haciendo una vida independiente?
Si. Según los pedrenses, él era igual a su padre físicamente y no tenía nada que ver con su padre adoptivo que - por otra parte - hizo siempre de padre. Fue quien lo crió.
En Las Piedras - en esa época era más pueblo, hoy es una gran ciudad - todo el mundo sabía esta historia y todos los testimonios indican que también sus hermanos por parte del padre real.
-¿Sus hermanos por parte de padre?
Sí, de padre, que era de una familia acomodada, una familia de clase alta de Las Piedras, estos hermanos iban al colegio “San Isidro” - que es el colegio que está en la plaza, el colegio de los curas - y los otros niños - con esa crueldad que muchas veces se expresan algunos niños - le decían: “Ahí van tus hermanos. ¡Y vos acá, en patas, vendiendo bizcochos en la plaza!” (Ya que Julio Sosa -niño - en aquellos momentos pasaba muchas horas allí).
Los testimonios también hablan de que la gente le decía a un chiquilín: “Y vos sos más parecido al viejo Lisandro que los propios hijos. ¿Por qué no vas y le decís a tu padre que te compre unas zapatillas?”. ¡Qué crueldades, verdad!
Con lo cual, lo que yo percibí - y estoy hablando de cosas que me contaron - es que Julio Sosa ya era un niño dolido, un niño que sufría una injusticia que él no podía manejar. Porque él - ya desde los ocho años - vendía bizcochos. Andaba por Las Piedras con una canasta de bizcochos y se subía al ómnibus de la época, ofreciendolos. O sea, era un niño pobre, cuando todo el entorno le decía: “¡Vos sos el hijo de un rico!”.
Hay también otro testimonio de su vida en las Piedras. Esto un poco más adelante; parece que - de repente - tenía hambre e iba a los bares y pedía un refuerzo. Había una Fonda en Las Piedras donde una señora siempre le hacía un refuerzo de mortadela porque le daba como pena. Porque era un muchachón, era igual que su progenitor, que era un hombre de gran físico, de porte alto. Y se había hecho un muchacho grande y vivía desesperado por comer. Y había una señora que él siempre le caía en gracia, él era muy simpático, muy comunicativo y él siempre le agradeció a esa mujer que le brindara - sin ningún costo - un café con leche y, lo que se llamaba antes, un “especial” de mortadela.
- Durante la investigación, ¿no pudieron tomar contacto con la madre?
- No, la madre ya había muerto. Quien vivía era su hermana, pero este tipo de cosas son muy delicadas, porque, de última, tu estás yendo contra el honor de una muchacha a la que yo considero - si esto es verdad - una víctima de las circunstancias. ¿Qué podía hacer la “empleadita” de la casa, con un embarazo que ya no se podía ocultar? ¡Era un escándalo, local y familiar! Y en esa época esa doble moral se admitía y este señor, Carámbula, lo que hizo fue solucionar el problema de la manera que le pareció más adecuada.
- Que más pudo saber del padre que lo adoptó?
- Este hombre parece que era un peón rural, era un hombre trabajador. Pero, en realidad, siempre fue un hombre muy pobre. Pero que aparentemente lo aceptó bien. Lo que sucede es que Julio tuvo que salir a trabajar siendo un niño. Quiere decir que en ese hogar había carencias económicas graves, importantes. Con esa confrontación de estar él en la plaza vendiendo bizcochos y ver pasar a sus hermanos de uniforme, abrigados y acompañados yendo a un colegio privado, cuando él no sé si terminó la primaria.
-¿Y se conoce alguna anécdota de la reacción de los hermanos sobre él?
- No, no. De eso no tengo ninguna noticia. O sea, sin duda así como lo sabía toda Las Piedras, lo debían saber sus hermanos. Pero creo que son esas cosas que pasaban en los pueblos, que es muy difícil de admitir. Porque es reconocer el “pecado de papá”. “¿Cómo levantamos esto? Es mejor no ver”. Supongo yo que es mejor no ver. La idea que a mí me quedó es que el hecho de que Julio triunfara es como una especie de reivindicación social, no sólo por sus méritos de artista, sino que también era la oportunidad de decir: “bueno, la vida le pegó tan mal, que el hecho de que ahora triunfe y de que tenga dinero y que sea famoso y que vuelva a Las Piedras - como él volvió, llevado en andas - a cantarle a la gente de Las Piedras…”
- ¿Él estuvo en Las Piedras ya siendo famoso y fue recibido como un triunfador?
- Si, si. ¡Fue aclamado y adorado! La gente de Las Piedras siempre sintió un gran orgullo por ese hijo pedrense que - sin dudas - es un gran artista.
-¿Y cómo fue el proceso de vendedor de bizcochos a gran artista?
- Bueno, parece que - y eso también lo pusimos en esta obra teatral, “Estación Las Piedras” - siempre está el mito de que hay otro que canta mejor, ¿viste? Como el jugador de futbol, hay uno que era mejor pero resulta que a último momento le pasó no sé que cosa. El cuento es que en Las Piedras se cantaba en un bar que había en la plaza - que ahora se convirtió en un supermercado - en esos lugares que uno dice: “porqué, no sé…”. Yo llegué a conocer ese bar con un cuadro de Julio Sosa, mientras su dueño vivió, que era contemporáneo y admirador de Julio Sosa.
En ese bar parece que se cantaba, se cantaba en forma espontánea, con cantores y en un momento dado se hizo un concurso, porque había la oportunidad de mandar un cantor - no se si fue en todos los departamentos - a participar en un gran concurso de cantores de tango en Buenos Aires. Entonces, localmente, se hizo el concurso y parece que había uno que cantaba mucho mejor que Julio Sosa, pero que tomaba. Y Julio Sosa tenía una gran hinchada de gente que quería que él ganara y el cuento es que al otro, para darle ánimo, le daban una caña y otra caña y otra caña. Y cuando llegó el momento de cantar, ya no se acordaba ni de la letra.
Finalmente Julio ganó ese concurso. Y después surgió el problema de que no había dinero para que él viajara, ni dinero ni pilchas… ¡Porque había que presentarse en Buenos Aires! Entonces parece que los amigos más cercanos, todo el grupo de ese Bar y en realidad mucha gente que lo conocía, hicieron una colecta para comprarle el pasaje y un traje - que era lo que se usaba en la época- y que él se pudiera presentar en Buenos Aires.
Está también la anécdota que Julio Sosa siempre contó; que él le estaba agradecido a un taxista desconocido, que cuando llegó a Buenos Aires no tenía idea de donde tenía que ir y el taxista lo llevó hasta el lugar donde se hacía el concurso y no le quiso cobrar.
Lo vio tan desvalido que…
Que no le cobró. Cuando él ya era famoso contó mucho la anécdota y ese hombre nunca apareció. Él quería, realmente, agradecerle y lo decía siempre. Porque él se tomó un taxi - porque no sabía qué colectivo tomar ni adonde ir - y después, cuando supo lo que valía el viaje que había hecho, se dio cuenta de que él llevaba - suponete - un peso y lo que le hubiera costado el taxi eran como cinco pesos.
Que si ese hombre le hubiera cobrado, hubiera tenido un problema serio. Pero en el trayecto del puerto al lugar donde él tenía que ir - no sé por qué razón - ese taxista decidió que él lo iba a apoyar en su llegada a Buenos Aires y no le quiso cobrar. Así que Julio Sosa llegó con una mano atrás y otra adelante.
-¿Qué edad tendría cuando eso?
- Supongo que veinte y pocos años. Era la época de oro del tango en Buenos Aires y él cantaba en las confiterías y en los bares.
-¿No volvió más?
- No volvió más, directamente inicio una carrera de cantante.
- ¿Toda en Buenos Aires?
- Toda en Buenos Aires.
- Que otra actividad de esa época se conoce que realizara
- Nada más que changas. Changas de alguien que no pudo estudiar. Aunque hay un dato muy curioso: él era - aparentemente - un gran lector y hay un libro de poemas de Julio Sosa y un libro editado por él que, singularmente, tiene dos o tres poemas valiosísimos. Es un libro que destila dolor, absolutamente. Yo lo he tenido en mis manos, me lo prestaron en Las Piedras. Los poemas son de un dolor existencial que, realmente, a mi me da para pensar que toda esa historia de ese dolor, de la injusticia del niño, de ver que, realmente, nació en cuna de oro y no le tocó…se expresa allí.
-¿Habla de madre, habla del padre, de su universo familiar?
- No. Habla del dolor de vivir. O sea, no hay allí un apego a lo que pueden ser los afectos, o la familia. Yo diría que es un libro existencial, es un libro en donde la vida - para él - es sufrimiento. Y estamos hablando de un artista en su apogeo. De un hombre que hacía muchísimo dinero, que tenía fama, que tenía cosas que - de repente - para el común de la gente puede ser “LLEGAR” a determinado lugar. Sin embargo ese libro - que son poemas - lo desnuda como un ser doliente. Por eso yo tiendo a creer que esa historia de esa injusticia con que fue marcado su nacimiento y con que fue señalada su infancia… Porque una cosa es que suceda eso y otra cosa es que tu te críes y te vivan diciendo: “¡Andá a pedirle a tu padre que es rico que te de…!”
-¿No se conoce ninguna declaración, expresión de él en referencia a ese origen y a su padre real?
- No públicamente, yo creo que cuando él logró llegar a ese lugar de “triunfo” entre comillas, quizás haya funcionado como una compensación en lo social.
- Pero sin comillas también, ¿no?
- Sin comillas. Pero digo desde el punto de vista del dolor de él, yo digo un “triunfo” entre comillas, porque eso no lo salvó de la autodestrucción. En esa época él se había comprado un auto alemán que era un auto sport último modelo - lo que sería hoy una Ferrari, quizás - y si vas a 200 o a lo que da el auto, al máximo, es obvio que estás caminando por la cuerda floja.
-Y él durante su adolescencia o ese período que vivió en Las Piedras - los 20 años, supongamos -¿tuvo novia, tuvo relaciones afectivas que se conozcan?
- No te lo puedo asegurar, pero supongo que tiene que haber hecho la vida común de un hombre joven pero - claro - de un muchacho pobre. Porque estamos hablando de Las Piedras de los años 30, en donde las diferencias sociales eran muy marcadas. Había una clase alta - como en todo pueblo del Interior - que estaba dada por la burguesía, los comerciantes y los profesionales - y había una gran cantidad de gente pobre o trabajadora que estaba en otra… Esas diferencias que eran muy claras con los clubes en la plaza en donde Julio - por ejemplo - no podía entrar al Club Social, no le correspondía.
-¿Eso es afirmativo? ¿No lo dejaban entrar?
- No te lo puedo afirmar. Pero sí, que a ese club iba la clase alta. Y se hacían los bailes y allí entraba la gente de esos sectores.
- Y después, ¿cantó cuando era famoso en ese club o en esos clubes?
- ¡Cantó, como no. Sí, después! Creo que hay una anécdota de eso, de que era algo así como una “cobrada”. ¡Ahora ahí entró, llegó! Cuando vuelve con la fama. Pero en realidad él es un hijo dilecto de Las Piedras, porque él nunca renegó de su lugar de origen, nunca renegó de los padres que tuvo, de los padres que lo criaron de verdad, ni ocultó su pobreza.
- Los padres con los que él creció, ¿estaban vivos cuando él era famoso?
- Si, si.
¿Y él los llevó, a Buenos Aires, los atendió?
No te puedo asegurar eso. Pero hay algo extraño: la casa natal, que era la casa de sus padres, que - supongo yo - que vivió su hermana, estaba abandonada. Y era una casa muy modesta.
- ¿La hermana vive?
- A esta altura no sé.
-¿Pero por aquellos años de tu investigación, vivía?
Si, hasta los años 90, vivía. Yo pienso que son esas cosas que pasan en el Interior. Que pasa también con el tema de Gardel; todo el mundo sabe como es la historia, pero es muy difícil ir contra los parientes locales que - a su vez - son tus vecinos, o tus conocidos, o la gente que vos ves. Y que todos saben pero nadie lo dice públicamente, o lo admite, o lo recrimina.
- A la sociedad, ¿le gusta más la versión, que la historia real? ¿Vive más ese universo de imaginación que de realidad?
- Sin duda, sin duda. Ahora, ¡yo en ese contexto los comprendo… Creo que hoy estamos viviendo otras épocas. Creo que muy probablemente, un hijo natural iría y diría: “Mirá, acá hacemos el estudio de ADN y quiero mi parte”. O: “soy fulano”, o “me parezco a vos”, lo encararía. Pero estamos hablando de otra época, en donde esas historias pasaban todo el tiempo y donde el que era víctima, se callaba, porque consideraba que había “perdido”. Que era lo que le había tocado.
A mí, me conmovió mucho esta historia desde el punto de vista de cómo puede marcar el dolor de la infancia el destino de una persona. Un dolor no resuelto.
- Usted indicó los gestos positivos que tuvo la sociedad pedrense cuando se hizo el monumento y en algunas otras instancias. Incluso cuando lo recibieron en andas. Pero hoy parece haberse diluido o perdido…
- Si, pero eso creo que tiene que ver más con el “ser uruguayo”, somos un pueblo con poca memoria. Como que no tenemos ídolos. Es parte de la idiosincrasia…
¿Finalmente el monumento no fue llevado al centro de la Plaza?
El monumento está en una esquina, cruzando la calle. No está dentro de la plaza. Parece que en su momento hubo una gran polémica, porque se hablaba de que el monumento iba a estar en la plaza y era lo que la gente quería. En su oportunidad, un pedrense me dijo con mucho dolor: “Bueno, como él era pobre, no le correspondía estar adentro de la plaza. Tenía que estar afuera, en la calle”. Singularmente, está en una esquina y frente a un Banco, delante de una casa bancaria. Pero bueno, está ahí porque la gente lo puso. Porque se hizo esa colecta pública por el bronce y se financió la estatua.
- Simbólicamente él era de allí, de la calle, no del “centro de la Plaza”.
Exactamente. No era del centro de la plaza. Pero sí que transitó esa plaza tratando de hacerse el pan. A mí me conmueve mucho pensar en él. Pero creo que es una historia de época y era así: los varones salían a trabajar y a los 8 o 9 años estaban en la calle tratando de ayudar a los padres a “parar la olla”. Hoy es muy mal visto un niño que trabaje, pero en esa época no. Era normal.
- Relativamente. Porque tenemos hoy centenares en las calles pidiendo y trabajando.
- Si, es cierto, es cierto. Pero en aquella época era bien visto. O sea, estaba bien visto que el chiquilín - sobre todo el varón - saliera cuanto antes a ayudar a “parar la olla”.
-¿A usted le gusta el canto de Julio Sosa?
¡Me encanta! ¡Me encanta! ¡Me encanta!
-Y ¿qué es lo que le encanta?
- ¡Me encanta la voz, me emociona ese timbre profundamente varonil! Pienso que el “Varón del Tango” está muy bien puesto.
- ¿No se hace problema de género con el enfoque que hay hoy, de que los tangos que canta, a veces extremadamente machistas?
- No, porque el tango siempre fue machista, es en el mundo del machismo y hay que aceptarlo así. Si no, uno se tendría que enojar con el tango. El tango es un género machista. Hay muy pocos tangos que dejan bien parada a la mujer, ¿no?
- ¿Cuál le gusta más de los tangos que canta?
- “Madame Ivonne”. Me parece que es una joya. Y miro a mi compañero que es hincha de Gardel… y que dice que no hay como Gardel. Pero a mí me gusta muchísimo. Si tuviera que elegir entre Gardel y Julio Sosa, me quedo con Julio Sosa. Lo siento una voz más próxima a mi mundo. Me sigue emocionando - aún hoy - sentirlo cantar “Madame Ivonne”.
-¿Qué conclusión final tiene del origen de Julio Sosa? ¿Qué juicio tiene del padre biológico, de la situación? ¿Lo ve como un hecho sociológico o moral?
- Yo diría que ambas están puestas allí. Una de las cosas que aprendí escribiendo es que uno se tiene que colocar siempre en el tiempo histórico, porque las ideas - todas las ideas, incluso las morales - cambian y son relativas con respecto al tiempo en el que uno vive. Yo creo que la historia de Julio es propia de una época en donde la doble moral era aceptada, ¿verdad? Los hombres solían tener su mujer, la legítima, los hijos legítimos y era muy común una familia paralela o tener hijos con las trabajadoras domésticas. Era lo más común. Tener relaciones sexuales era parte del trabajo de la doméstica. ¡Esa historia la hemos visto hasta el cansancio! En la literatura, en las telenovelas, en todos lados. Y para la gente de la época, eso no estaba mal visto. A mí lo que me conmueve mucho de esta historia, es el dolor de Julio visto por sus contemporáneos. ¡El sufrimiento que él tenía! Esa imagen que ya relaté; él parado en la plaza, en invierno, descalzo, con aquellos pantalones cortos que se usaban en la época, con la canasta con los bizcochos, temprano en la mañana, viendo pasar a sus hermanos con los capotes de paño abrigado para el colegio. Y él temblando de frío y que otro, más grandote, le gritara: “¡Ahí van tus hermanos! ¿Por qué no le pedís, vos al viejo Lisandro que te compre unas zapatillas? Vos, que andas en pata”. Él temblando y viendo a esos niños - que tenían un año o dos más que él- viéndolos a metros, abrigados yendo al colegio. Cuando él estaba sin ir a la escuela y trabajando. Esa cosa injusta. O el: “¡Vos, que sos más parecido a tu padre que los propios hijos! ¡Andá y pedile tal cosa!”. ¡Creo que es un dolor enorme, de injusticia!
- Pero también es la historia de un triunfador. Porque es de menos a más.
- De menos a más. Cómo él pudo hacer valer su talento real, legítimo, pero (te hago el “pero”) no dejó nunca de ser ese niño temblando de frío, dolido y herido. Esa es mi teoría, con la cual yo quería hacer un guión o una novela. Pienso, todavía, que algún día voy a hacer una novela. Me detuvo mucho el hecho de esa cosa de que uno alude a nombres públicos, a figuras públicas, a que el Uruguay - todavía - es una aldea y que hasta donde la ficción… Porque en realidad, yo tendría que tener los elementos de investigación como para decir: “Bueno, con permiso. Voy a sacar ADN de un hueso y voy a pedir a un descendiente que se preste…”. ¿Lo conseguiría? Creo que no.
En esta historia hay otro elemento muy curioso; porque en realidad - como tu decís - él triunfó por él mismo, triunfó por su talento. Pero, fijate qué curioso, hoy se habla mucho de la historia genética, como sale una voz tan afinada, un oído tan privilegiado de una familia que también - la suya, la de sangre - se destacó por la música.
-¿Ah, sí? ¿Hay una relación ahí?
-Si, si, si. Pianistas y gente que tocaba instrumentos. Es como si dijeras: “vengo de una familia de dibujantes”. Él viene de una familia de gente que tiene que ver con la música.
¿Qué sería él de “Berugo” Carámbula?
Abuelo.
¿Queda algo que mis preguntas no hayan cubierto lo que Ud puedas decir sobre esta historia?
No. Que se podría investigar mucho más. Que se podría hacer una ficción que, en realidad, tendría que trascender a la historia de Julio. Que tendría que hablar de cosas de otra época, de cosas que quizás - ya hoy - no pesen demasiado, como esa doble moral que hizo… Cuando uno piensa, por ejemplo, en Eva Perón y en el dolor que llevó a Eva Perón a mover todo un país y una situación política… Porque nosotros sabemos hoy que ella era esa niña despreciada por su familia original, era hija natural de un señor poderoso y ese hombre tenía una doble vida y ella se consideraba - injustamente - parte del pueblo pobre y parte de los desgraciados, que terminaron siendo los “descamisados” y cómo eso te lleva a otro lugar. Entonces, es producto de una época. Hoy se reconocen los hijos naturales.
- Pero a ese dolor usted le da un signo trágico. Sin embargo son triunfadores.
- Pero porque fueron privilegiados. Porque pudieron trasladar el signo trágico y convertirlo en épico.
-¿Son los menos?
- ¡Son los menos! Sí. Está lleno de historias de esta gente que nunca triunfó. Obviamente, estamos hablando de privilegiados. Y a lo que yo voy - que es una teoría personal - es que ese dolor existencial… Capaz que era otra época. Si Julio Sosa viviera esta historia en el hoy, obviamente hubiera tenido un apoyo de terapia, o de antidepresivos, o de una cantidad de cosas. O hubiera podido ir contra su realidad y defenderse. Pero era otra época. Esas cosas se callaban. Eran secretos. Tú imaginate cómo le podés decir a tu propia madre: “¡Vos estuviste con fulano! ¡Yo no soy hijo..!”. Porque cuando él nació, ya nació en un hogar con un papá, al que se le dijo: “Este es tu papá”. ¿Cómo vas vos contra eso? Vas contra el honor de tu propia madre. O sea, ¡es muy duro! Por eso yo me detuve y no avancé con esa historia, porque me daba cuenta que era… Pude haber ido, estuve tentada de ir a la casa de esta señora - viejita ya - a hablar de este asunto y después pensé: “la voy a agredir”. Porque ¿qué me va a decir esta señora? “¡Usted está loca! ¡Mi madre no pudo nunca haber hecho tal cosa!”.
- ¿Estás hablando de la hermana?
- ¡Claro! Porque es ir contra tu propia madre, contra el honor de tu madre, ¿no?
- Debo recordarle que usted es una docente, una intelectual, no una periodista… Porque un periodista hubiera ido.
- Exacto. Pero a mí me conmovió mucho… No tenía la menor idea de esta historia de Julio Sosa. Yo lo veía como lo ve la gente común, lo veía al cantante triunfador. Y cuando a raíz de esta investigación para la obra de teatro me entero de este dolor, de la infancia, me conmovió profundamente.
- Una última precisión, ¿esta es una historia oral recogida por usted?
- Si, si. Pero, recuerdo que a este escribano de Las Piedras, al que ya hice referencia, le toqué el timbre, (no lo conocía) y le dije: “Mire, yo quiero que usted me diga, realmente, si esto es así”, y me dijo: “Es y es tal cual”.
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*ANA MAGNABOSCO: Dramaturga, narradora y guionista, nacida en Montevideo. Cuenta con 32 piezas teatrales estrenadas en el país y el exterior; recibiendo numerosos premios y distinciones, entre otros el FLORENCIO al Mejor texto de Autor Nacional, el Premio DRAMATURGIA de la Intendencia Municipal de Montevideo, y por 4 ediciones el PREMIO ANUAL de LITERATURA otorgado por el Ministerio de Educación y Cultura. Le ha sido otorgado el Premio "JULIO SOSA - 2004" en reconocimiento a su "Labor de Docencia y Dirección Teatral en la ciudad de Las Piedras". Su Taller LAS MUSAS ha sido premiado por la Fundación Lolita Rubial, integrando la Antología de Cuentos, entre los más destacados Talleres Literarios del país.
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DATOS BIOGRÁFICOS EN WIKIPEDIA
Julio María Sosa Venturini (Las Piedras, Uruguay; 2 de febrero de 1926 – Buenos Aires, Argentina; 26 de noviembre de 1964), más conocido como Julio Sosa y apodado El Varón del Tango, fue un cantante uruguayo de tango que alcanzó la fama en Buenos Aires en las décadas de 1950 y 1960.
Primeros años
Nació en el seno de una familia humilde, hijo de Luciano Sosa, peón de campo, y Ana María Venturini, lavandera. En su juventud, a causa de la pobreza, ejerció varios empleos (popularmente conocidos como "changas").1
En 1942 se casó, con tan sólo 16 años, con Aída Acosta, de quien se separó tres años más tarde, en 1945.
Sus comienzos profesionales fueron como vocalista en la orquesta de Carlos Gilardoni en la ciudad de La Paz. Se fue a Buenos Aires en 1949. Llegó a triunfar en el Río de la Plata, siendo considerado uno de los cantores de tango más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Durante sus 15 años de trayectoria en Argentina, Sosa fue cantor de tres orquestas. La primera, Francini-Pontier (1949-1953), con la que realizó 15 grabaciones en RCA Victor, entre ellas Por seguidora y por fiel, Dicen que dicen, Viejo smoking y El hijo triste (única grabación a dúo de su discografía, junto a Alberto Podestá); la segunda, la de Francisco Rotundo (1953-1955), con el que grabó 12 temas en el sello Pampa, entre ellos Justo el 31, Mala suerte, Secreto, Yo soy aquel muchacho y Bien bohemio; y la tercera, la de Armando Pontier (1955-1960), ya desvinculado de Francini. En esta etapa Sosa grabó en total 33 registros, 8 de ellos para RCA Victor (1955-1957) y los 23 restantes en el sello CBS Columbia (1957-1960). Algunos temas destacados son: Tiempos viejos, Araca París, Cambalache, Al mundo le falta un tornillo, Padrino pelao, Tengo miedo, Margo, El rosal de los cerros, Brindis de sangre y Azabache. Fue bautizado por el periodista Ricardo Gaspari como El Varón del Tango, llamándose así también su primer disco de larga duración. Leopoldo Federico hizo que el cantor se volviera famoso a través de sus composiciones.
Vida privada
En 1958 se casó con Nora Edith Ulfeldt, con quien tuvo una hija, Ana María, divorciándose poco después y poniéndose en pareja con Susana "Beba" Merighi. En el año 1960 escribió su único libro, Dos horas antes del alba.
Muerte
Sosa tenía una pasión por los autos, y había tenido varios accidentes de tránsito por conducir a desmedida velocidad. Como consecuencia, falleció a los 38 años, a las 9:30 horas del 26 de noviembre de 1964, en un accidente automovilístico ocurrido en la esquina de la Avenida Figueroa Alcorta y Mariscal Castilla del barrio de Palermo de la Ciudad de Buenos Aires. Conducía un DKW Fissore rojo.
Escultatua de Habegger-1963 situada frente a la Plaza Artigas, Las Piedras, Canelones, Uruguay. Sus restos fueron velados en el Salón Argentina pero la multitudinaria concurrencia obligó a trasladar los cortejos fúnebres al Luna Park. Hoy sus restos están en el cementerio de Las Piedras, Canelones, Uruguay.
*ANA MAGNABOSCO: Dramaturga, narradora y guionista, nacida en Montevideo. Cuenta con 32 piezas teatrales estrenadas en el país y el exterior; recibiendo numerosos premios y distinciones, entre otros el FLORENCIO al Mejor texto de Autor Nacional, el Premio DRAMATURGIA de la Intendencia Municipal de Montevideo, y por 4 ediciones el PREMIO ANUAL de LITERATURA otorgado por el Ministerio de Educación y Cultura. Le ha sido otorgado el Premio "JULIO SOSA - 2004" en reconocimiento a su "Labor de Docencia y Dirección Teatral en la ciudad de Las Piedras". Su Taller LAS MUSAS ha sido premiado por la Fundación Lolita Rubial, integrando la Antología de Cuentos, entre los más destacados Talleres Literarios del país.
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DATOS BIOGRÁFICOS EN WIKIPEDIA
Julio María Sosa Venturini (Las Piedras, Uruguay; 2 de febrero de 1926 – Buenos Aires, Argentina; 26 de noviembre de 1964), más conocido como Julio Sosa y apodado El Varón del Tango, fue un cantante uruguayo de tango que alcanzó la fama en Buenos Aires en las décadas de 1950 y 1960.
Primeros años
Nació en el seno de una familia humilde, hijo de Luciano Sosa, peón de campo, y Ana María Venturini, lavandera. En su juventud, a causa de la pobreza, ejerció varios empleos (popularmente conocidos como "changas").1
En 1942 se casó, con tan sólo 16 años, con Aída Acosta, de quien se separó tres años más tarde, en 1945.
Sus comienzos profesionales fueron como vocalista en la orquesta de Carlos Gilardoni en la ciudad de La Paz. Se fue a Buenos Aires en 1949. Llegó a triunfar en el Río de la Plata, siendo considerado uno de los cantores de tango más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Durante sus 15 años de trayectoria en Argentina, Sosa fue cantor de tres orquestas. La primera, Francini-Pontier (1949-1953), con la que realizó 15 grabaciones en RCA Victor, entre ellas Por seguidora y por fiel, Dicen que dicen, Viejo smoking y El hijo triste (única grabación a dúo de su discografía, junto a Alberto Podestá); la segunda, la de Francisco Rotundo (1953-1955), con el que grabó 12 temas en el sello Pampa, entre ellos Justo el 31, Mala suerte, Secreto, Yo soy aquel muchacho y Bien bohemio; y la tercera, la de Armando Pontier (1955-1960), ya desvinculado de Francini. En esta etapa Sosa grabó en total 33 registros, 8 de ellos para RCA Victor (1955-1957) y los 23 restantes en el sello CBS Columbia (1957-1960). Algunos temas destacados son: Tiempos viejos, Araca París, Cambalache, Al mundo le falta un tornillo, Padrino pelao, Tengo miedo, Margo, El rosal de los cerros, Brindis de sangre y Azabache. Fue bautizado por el periodista Ricardo Gaspari como El Varón del Tango, llamándose así también su primer disco de larga duración. Leopoldo Federico hizo que el cantor se volviera famoso a través de sus composiciones.
Vida privada
En 1958 se casó con Nora Edith Ulfeldt, con quien tuvo una hija, Ana María, divorciándose poco después y poniéndose en pareja con Susana "Beba" Merighi. En el año 1960 escribió su único libro, Dos horas antes del alba.
Muerte
Sosa tenía una pasión por los autos, y había tenido varios accidentes de tránsito por conducir a desmedida velocidad. Como consecuencia, falleció a los 38 años, a las 9:30 horas del 26 de noviembre de 1964, en un accidente automovilístico ocurrido en la esquina de la Avenida Figueroa Alcorta y Mariscal Castilla del barrio de Palermo de la Ciudad de Buenos Aires. Conducía un DKW Fissore rojo.
Escultatua de Habegger-1963 situada frente a la Plaza Artigas, Las Piedras, Canelones, Uruguay. Sus restos fueron velados en el Salón Argentina pero la multitudinaria concurrencia obligó a trasladar los cortejos fúnebres al Luna Park. Hoy sus restos están en el cementerio de Las Piedras, Canelones, Uruguay.
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