Chile, el país más tranquilo de Sudamérica y con mejores indicadores económicos, se convirtió en pocos días un lugar fuera de control donde el Gobierno se vio forzado a recurrir a los militares para imponer orden. ¿Qué pasó? ¿Qué desató la crisis más grave desde el retorno a la democracia?
Algunas de estas respuestas son asomadas por analistas en los portales informativos de la BBC y DW.
La sicóloga y doctora en estudios americanos Kathya Araujo afirma que los signos que adelantaban la crisis en el país sudamericano se acumulaban hace tiempo.
"Había bastantes señales", dice Araujo, autora de una quincena de libros, entre ellos "Usos y abusos en la vida cotidiana en el Chile actual" (2009).
Hace tres años, la sicóloga comenzó a estudiar la experiencia de los usuarios en el metro chileno. En el estudio de campo, sus entrevistados repetían una misma frase: "el metro es el lugar donde nos tratan como animales".
El tren subterráneo, considerado uno de los más modernos de Latinoamérica, replica a diario las desigualdades de la sociedad, la brutal competencia y requiere los mismos esfuerzos extraordinarios que impone a sus ciudadanos un modelo económico y social que privilegia el individualismo y la libre competencia, plantea la experta.
"El metro, primer objetivo de los manifestantes y hoy totalmente paralizado, se puede leer como una metáfora de Chile", dice Araujo.
"Chile está mucho mejor (que otros países de la región) pero no tienes tiempo para tus hijos, tienes que trabajar todo el tiempo, estás endeudado, estudias y no tienes dónde ejercer, es una permanente contradicción (...) Son mejores condiciones, en general, pero no mejor calidad de vida", agrega Araujo.
Falta de empatía
El Gobierno de Sebastián Piñera reaccionó calificando el descontento como obra de delincuentes e invocó el estado de excepción, que luego se convirtió en toque de queda.
"El Gobierno, en vez de empatizar, basa su respuesta en ‘mano dura', lo que niega el sufrimiento y la justa demanda de las personas”, dijo al portal DW Jorge Saavedra, académico del Departamento de Sociología de la Universidad de Cambridge.
Para el especialista, este problema se arrastra desde hace tiempo y ha sido, en parte, responsable del malestar ciudadano.
"Las declaraciones de ministros menospreciando a la gente y su sufrimiento, por ejemplo, al decirle que esperar por largas horas en la salud pública es una oportunidad de hacer vida social, son una muestra de desdén de un Gobierno que no tiene las competencias comunicacionales para empatizar con quien lo está pasando mal”.
Una sociedad abusada
¿Cómo entender la explosión de malestar en un país que muestra cifras macroeconómicas sanas y que suele ser visto como un lugar tranquilo? El mismo presidente Piñera dijo hace una semana que Chile era "un oasis” en América Latina.
"No es sabio escupir al cielo, sobre todo cuando hay fracturas sociales subterráneas que no se han procesado correctamente”, afirma el analista político Cristóbal Bellolio, doctor en Filosofía Política del University College de Londres.
Esas fracturas tienen que ver con una calidad de vida que suele estar por sobre las posibilidades de la gente. "Los chilenos estamos pagando servicios que son más caros que lo que nuestros bolsillos nos permiten pagar”, explica.
"Si se rasca la imagen de Chile queda en evidencia una enorme injusticia social, cultural, económica y política. La buena imagen se sostenía sobre pilares débiles que se apoyaban, en gran medida, en la paciencia de un pueblo abusado que se cansó”, opina Saavedra.
El alza del precio del boleto del Metro es solo la chispa que incendió la pradera, en un país donde los servicios básicos están privatizados, la seguridad social es precaria y los privilegios de algunos sectores han hartado a un amplio sector de la población que se siente desplazado.
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