Desde hace tiempo se viene alertando desde la comunidad médica de los riesgos para la salud del abuso de las bebidas energéticas, bebidas con alto contenido en cafeína que buscan elevar el estado de activación del sistema simpático, el encargado de aumentar la frecuencia cardiaca o el estado de atención.
Hace unos años la Oficina Regional para Europea de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que utiliza las cifras de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés), publicaba un informe que señalaba que, al menos, un 30% de adultos, un 68% de adolescentes y un 18% de niños menores de diez años consumen bebidas energéticas.
En dicho informe se advertía de que las bebidas energéticas pueden provocar un problema potencial de salud pública en el futuro, especialmente entre la población más joven. Así, la recomendación pasa por un consumo moderado, evitar combinarlas con alcohol -u otros excitantes-, y que niños y grupos vulnerables se abstuvieran de tomarlas.
La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria también recuerda que desde 2011 no está permitido que los fabricantes de estas bebidas les atribuyan la capacidad de mejorar el rendimiento mental, el tiempo de reacción, la alerta o la memoria. Sin embargo, su publicidad sigue insinuando que beberte una de estas bebidas ayuda a ‘energizar’ a sus consumidores. Cuando, ciertamente, lo único que hacen es aumentar nuestro riesgo de sufrir diversos trastornos por su exceso de azúcar y cafeína.
No son isotónicas
Cabe también destacar que actualmente muchas personas siguen confundiendo las bebidas isotónicas para deportistas con las energéticas. Como bien indican en Bon Viveur, las isotónicas son bebidas “compuestas esencialmente por agua y compuestos, en bajas dosis, como el sodio, normalmente en forma de cloruro de sodio o bicarbonato sódico, glucosa o azúcar, así como potasio. Sustancias que tomadas en conjunto o por separado, en las proporciones adecuadas, ayudan a la absorción del agua de una forma más rápida y eficiente”.
A ellas, y según la marca concreta de bebida rehidratante, se suman minerales, sustancias como el magnesio, el calcio o los aminoácidos, así como vitaminas, básicamente la C y el grupo B.
“En ningún caso, de ningún modo, podemos confundir esta clase de bebidas que mejoran nuestro estado físico con las bebidas llamadas energéticas. No son lo mismo. Estas, de hecho, son desaconsejadas en determinadas circunstancias y su consumo debe realizarse con responsabilidad conociendo su composición, ya que la alta presencia de azúcar o cafeína puede suponer un problema”, añaden en esta web especializada.
Ese plus de cafeína se lo aporta la taurina, un aminoácido que nuestro cuerpo fabrica por sí mismo y al que la EFSA prohíbe acompañar de declaraciones de salud.
Problemas en jóvenes y niños
Hasta ahora se ha mostrado que las bebidas energéticas pueden elevar la presión arterial a jóvenes sanos –público diana de sus estrategias de marketing-, aumentando así el riesgo a padecer eventos cardiovasculares; asimismo se ha asociado con modificaciones de la conducta y alteraciones en las capacidades cognitivas en jóvenes que han ingerido grandes cantidades de estas bebidas.
Además, un estudio reciente dirigido por investigadores del Centro Médico David Grant de la Universidad del Pacífico, en Perú, se suma a la evidencia de que las bebidas energéticas pueden ser malas para el corazón. “Nuestros hallazgos sugieren que ciertas bebidas energéticas pueden aumentar el riesgo de tener un ritmo cardiaco anormal cuando se consumen en grandes volúmenes”, tal y como afirma el investigador principal, Sachin A Shah, profesor asociado de práctica farmacéutica en la Escuela Thomas J. Long de Farmacia y Ciencias de la Salud del Pacífico. Tampoco podemos olvidar que estas bebidas se consumen ampliamente dentro de la población universitaria, especialmente en época de exámenes.
En resumen, consumir bebidas energéticas de manera descontrolada no es una buena idea para nuestra salud. Una lata común puede tener hasta 20 cucharaditas de azúcar, con los problemas que ello genera. Además, su alto índice de cafeína puede producirnos alteraciones en el sueño y en la tensión arterial, así como palpitaciones cardíacas o náuseas. Pero, sin duda, lo más peligroso es que estas bebidas, comúnmente, se combinan con alcohol, pues las bebidas energéticas enmascaran los efectos del alcohol sobre el sistema nervioso central. Por ende, quien mezcla alcohol con estas bebidas es tres veces más propenso a beber excesivamente, lo que puede acarrear una intoxicación etílica.
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