domingo, 16 de febrero de 2020

Recordando a los Homestead Grays de 1931

16 de febrero de 2020
Pregúntele a 10 fanáticos que nombren el mejor equipo de la historia, y probablemente escuchará 10 respuestas distintas. Los Marineros del 2001. Los Rojos de 1975. Los Cardenales de 1942. Los Medias Rojas de 1918. Los Yankees de 1927 (o de 1939, de 1998…). Pero hay un nombre que casi con seguridad no escuchará.
Como todos los equipos integrados por puros jugadores afroamericanos antes de la integración del béisbol, jugaban lejos de las brillantes luces de las Grandes Ligas. Comenzaron como un grupo de trabajadores de la industria acerera en las afueras de Pittsburgh. Ni siquiera tenían una liga propia: La Liga Nacional de Negros (The Negro National League) básicamente colapsó después de la muerte del fundador Rube Foster en diciembre de 1930, y la Liga Este-Oste no llegaría sino hasta 1932.
No, los Homestead Grays no eran particularmente glamorosos. Jugaban contra cualquiera y en cualquier parte --equipos negros y equipos blancos, equipos semi-profesionales y equipos de las ya extintas Ligas Negras, equipos de pueblos y compañías, equipos de trabajadores mineros y de la industria del acero—y ganaban a un ritmo que parecería sacado de un videojuego. La historia ha demostrado que tenían a uno de los grupos más talentosos de peloteros que se conozcan. Y ahora que se cumple el 100mo aniversario de las Ligas Negras, es hora de reconocerlos como se merecen. No sólo como uno de los mejores equipos de su época, o de su liga, sino como posiblemente el mejor equipo de béisbol de todos los tiempos.
Eso es, obviamente, una aseveración bien arriesgada. Pero es que los Grays son una historia extraordinaria. Comenzaron en la primera década del siglo XX como el equipo de un grupo de trabajadores del acero del otro lado del río en Pittsburgh que jugaban en ligas locales industriales. Pero se convirtieron en mucho más gracias a Cumberland Posey.
Un inmortal en dos deportes
Posey fue un atleta legendario por sus propios méritos: era conocido como “el extraordinario atleta de la raza negra” gracias a una extraordinaria carrera en el baloncesto escolar, y sigue siendo la única persona que está en el Salón de la Fama del béisbol y del baloncesto. Y resulta que además era un astuto hombre de negocios y el hijo de uno de los afroamericanos más ricos de la ciudad. Después de graduarse de la Universidad de Pittsburgh en 1915, decidió usar esas herramientas para lograr que los Grays pasaran de ser un hobby de los fines de semanas a una potencia nacional.
El mundo de las Ligas Negras era bien relajado, por decirlo amablemente. Los márgenes eran cortos, los equipos iban y venían y los jugadores brincaban de un lado a otro para poder ganar cualquier dinero que pudiesen, especialmente en los años de la Gran Depresión. Posey jugaba este juego tan bien como cualquiera: en algún punto u otro durante sus más de 20 años como dueño y manager, los Grays tuvieron a 11 de los 31 peloteros de las Ligas Negras (excluyéndolo a él) que están actualmente en Cooperstown. (Ciertamente ayudaba que se negó siempre a firmar un contrato que lo obligara a no tentar a jugadores de otros equipos, y que no le importaban mucho las quejas de los otros propietarios de las Ligas Negras frustrados porque les estaba quitando a sus estrellas). Tenía el poder financiero – le pagaba salarios regulares a sus jugadores, una rareza en esa época -- pero tan importante como eso era el hecho de que tenía un gran poder de convencimiento.
“Algunos podrían decir que aplastaba a los débiles y también a los poderosos mientras ascendía a lo más alto”, escribió una vez el Pittsburgh Courier. “Pero más allá de lo que digan sus críticos, no pueden negar que fue el hombre más inteligente del béisbol de las Ligas Negras y ciertamente el más exitosos”.
Ese tino para encontrar talento y doblar brazos convirtió casi inmediatamente a los Grays en un éxito en el circuito de equipos viajeros regionales. En 1931, sin embargo, se convirtieron en un club legendario.
POSEY DURING HIS DAYS AS A BASKETBALL STAR
Ensamblando un equipo de ensueño
Los Grays ya tenían a Smokey Joe Williams, un imponente tejano con una recta que en un momento lo hizo uno de los lanzadores más temidos de las Ligas Negras – y que una vez ponchó a 27 bateadores en 12 innings para vencer a los Monarcas de Kansas City. (Ty Cobb juraba que, de haber lanzado Williams en Grandes Ligas en su apogeo, hubiese ganado 30 juegos en una temporada.)
Ya contaban con Oscar Charleston, el jardinero central convertido en inicialista que, gracias a su prodigioso control del bate y proeza ofensiva – ganó varios títulos de bateo en la década de los 1920 – se dio a conocer como el Ty Cobb afroamericano.
Y por último, sin bien no menos importante, tenían a Josh Gibson en la receptoría. Gibson se convertiría en quizás la mayor leyenda de las Ligas Negras. Era un cañonero que, de acuerdo con todos los reportes, solamente se podía comparar con Babe Ruth. Gibson era más mito que hombre. (Un artículo en el diario de Sporting News en 1967 alegó que uno de sus jonrones en el Yankee Stadium tuvo una trayectoria de 580 pies.)
Pero antes de todo eso, Gibson era un adolescente militando en un circuito semi-profesional de Pittsburgh. Se convirtió en integrante de los Grays de manera accidental. El receptor de Homestead, Buck Ewing, se lesionó una mano durante un juego. La reputación de Gibson en ese momento era tal que el equipo decidió sacarlo de las gradas e insertarlo en el lineup.
Posey solamente sumó dos piezas a ese núcleo impresionante previo a la temporada de 1931: Willie Foster, quien quizás fue el mejor lanzador zurdo en la historia de las Ligas Negras, y Jud “Boojum” Wilson, posiblemente el mejor antesalista que militó en la liga. (“Boojum era el ruido que hacían sus batazos cuando chocaban con el muro de los jardines.)
Una de las temporadas más dominantes en la historia
Williams y Foster en la rotación; Gibson, Charleston y Wilson en el lineup. Estamos hablando de más de cinco Salones de la Fama en un equipo, seis si contamos a Posey. Fueron más de los que tuvieron los Orioles de 1970, los Cardenales de 1942 y la Gran Maquinaria Roja. Los Grays no pertenecían de manera oficial a ninguna liga, por lo que programaban juegos contra quien fuera y a casi todos los apabullaban.
Los intentos por ubicar estadísticas y otros datos de dicha época deben tomarse con reservas. Los equipos de la Ligas Negras no anotaban las estadísticas de manera oficial. La única opción es reconstruirlas utilizando reportajes de los periódicos de la época, los cuales pueden ser poco fiables por varios motivos. Sin embargo, sin importar a quién le pregunten, el récord de los Grays ese año fue absurdo: De 138-6 a 162-23, dependiendo de la fuente. (La suposición más precisa, del autor e investigador Phil Dixon, estima fue su foja fue de 143-29-2.)
Los estimados de los números individuales quizás sean aún más descabellados. Según las calculaciones de Dixton, Gibson bateó aproximadamente .390, a la vez que encabezó el equipo con 40 jonrones. (Para comparar, apenas cinco jugadores de Grandes Ligas rebasaron los 30 cuadrangulares en 1931 y solamente dos tuvieron más de 40: Babe Ruth y Lou Gehrig.) Charleston tuvo promedio de .346 con 58 dobles, 19 vuelacercas y 26 triples. Wilson bateó .486 y el jardinero Vic Harris .403. Además, los Grays tuvieron cuatro pitchers con 20 victorias o más: Lefty Williams (23), George Britt (21), Foster (20) y Smokey Joe Williams (20). Los Medias Blancas de 1920 y los Orioles de 1971 son los únicos clubes en la historia que han logrado dicha hazaña.
Debido a la constante pérdida de jugadores de las Ligas Negras, la racha del grupo fue corta. Gus Greenlee, dueño de una barra en Pittsburgh e infame extorsionista, había fundado su propio equipo y convenció a Gibson, Charleston y Wilson de que jugaran para los Pittsburgh Crawfords en 1932, dándole a Posey una probadita de su propia medicina. Foster regresó a su ex equipo, los Chicago American Giants, mientras que Williams se retiró después de la campaña de 1932 a los 46 años.
Su racha fue demasiado breve. No tienen banderines que se puedan colgar en la pared o trofeos que hablen de quienes fueron. Sería fácil dejarlos pasar al olvido. Pero lo que los Grays si tienen son cuentos y un grupo de historiadores e investigadores pequeño pero entregado que mantiene vivo su recuerdo.

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