Daniel Camargo tras confesar sus crímenes, guía a las autoridades a los sitios donde había abandonado los cuerpos de sus víctimas |
La violencia es uno de los mayores frenos al desarrollo y los países con más homicidios buscan más y mejores métodos para reducirla. Uno de ellos es la perfilación criminal. Tres criminólogos lo cuentan
Wemmer Pan, en Johannesburgo (Sudáfrica), es una zona agradable de paseo alrededor de un lago. Pero hubo un tiempo en el que ir allí entrañaba el riesgo de morir violentamente. Entre abril de 1996 y enero de 1998 varias parejas fueron atacadas. Ellos, con un tiro en la espalda; ellas, violadas y con un disparo en el pecho. Hay más. En esas mismas fechas, varios sastres de la zona fueron asesinados en sus negocios a martillazos. Y lo mismo pasó con algunos pensionistas. Los crímenes se producían de día.
Ni las motivaciones, ni el modo de acabar con las víctimas parecían tener ninguna relación, por eso la policía sudafricana se puso a trabajar en dos equipos. Uno trataba de cazar al criminal del lago, y otro, al de los sastres. Los primeros ataques eran espaciados, pero con la atención de los medios creció la intensidad. No había ninguna huella, ni casquillos de bala ni los documentos de identificación de las víctimas. Para resolver esta oleada de crímenes, que llegó a crear pánico en la zona, hacían falta nuevas herramientas. La policía de Sudáfrica utilizó por primera vez la perfilación criminal. El asesino del lago era la prioridad.
Elmarie Myburg, criminóloga desde hace 21 años en la policía sudafricana, revivió aquella experiencia hace unos días en una charla online organizada por la fundación universitaria Behaviour and Law y el Ministerio del Interior de España. “Disfrutaba del miedo que creaba, la gente dejó de ir al pantano. Su fantasía de control se había hecho realidad”, recuerda Myburg. Elaboraron un perfil: “Establecimos que tendría unos 30 años, que sería africano, porque el 95% de sus víctimas lo eran, que estaba en una relación, y que su horario de trabajo era inestable, porque los ataques se produjeron a diferentes horas del día y porque algunos supervivientes describieron que no iba muy arreglado. Pensamos que tenía educación básica, pero que era inteligente”.
Uno de los asesinos en serie más tristemente conocido de África cayó por un error absurdo. El cerco se cerró, las sospechas cayeron sobre él y la policía planeó una operación encubierta. Un agente le compró una bici que había robado a una de sus víctimas. Solo el asesino podía tenerla. Dos años, 27 asesinatos y 26 intentos de homicidio después, un fontanero pequeño y delgado de 32 años, Cedric Maake, fue detenido. Ya en el calabozo, confesó ser también el asesino del martillo. Se trató de uno de los casos más complejos porque sus víctimas no atendían a un patrón concreto. “Nos dijo que simplemente no le gustaba la gente”, reconoce Myburg. El perfil que habían elaborado coincidía prácticamente en todo. Desde aquellos primeros pasos, la policía sudafricana no ha parado de utilizar este tipo de herramientas de criminología moderna, aunque no siempre son suficientes para combatir los elevadísimos índices de violencia.
La seguridad en las calles y las altas tasas de homicidios son dos de las mayores trabas al desarrollo en países como Sudáfrica, que alberga algunas de las ciudades más peligrosas del planeta. Con 56 millones de habitantes, en 2019, el país registró 21.000 asesinatos —en España hay 300 al año— y 52.000 crímenes sexuales. El director de la oficina de las Naciones Unidas contra la droga y el delito, Yury Fedotov, recordó en la presentación de su último informe anual de homicidios que “los países se han comprometido a cumplir las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible a fin de reducir todas las formas de violencia”.
Disfrutaba del miedo que creaba, la gente dejó de ir al pantano. Su fantasía de control se había hecho realidad. Cuando le detuvimos, solo explicó que no le gustaban las personas
Con estos números, las armas para detener la violencia tienen que modernizarse. Lo mismo pasa en América Latina, donde fiscalías y agentes hacen un esfuerzo titánico por utilizar herramientas de la criminología moderna a pesar de los escasos recursos, la alta tasa de homicidios y, en algunos casos, la corrupción que dificulta cualquier avance. Debido a sus cifras, a menudo se dice que América Latina y el Caribe es la región del mundo con más muertes violentas sin estar en guerra. Los datos muestran que la tasa de homicidios en el continente americano es la más alta desde que se iniciaron los registros confiables en 1990.
Oscar Puebla, capitán de la policía ecuatoriana y líder del grupo de perfilación explica que esta técnica comenzó a usarse en su país en 2018. Se trata de una estrategia que nació en el seno del FBI en Estados Unidos hace 50 años. Los agentes John Douglas y Robert Ressler entrevistaron durante los años setenta a asesinos autores de crímenes atroces en las cárceles estadounidenses para buscar patrones y tratar de entender sus motivaciones. Sus investigaciones dieron luz a la perfilación criminal: la elaboración de un informe psicológico del agresor en base a las pruebas y a los escenarios del crimen.
Asesinato de camino a casa de los padres
Los agentes ecuatorianos siguieron los pasos de John Douglas y Robert Ressler y analizaron el historial de cuatro figuras nefastas de su país. Como Juan Fernando Hermosa, el niño del terror, que antes de cumplir 16 años había asesinado a 22 taxistas y homosexuales. O Daniel Camargo, del que se cree que mató a 170 mujeres y niñas porque consideraba al sexo femenino culpable de todos sus males. "Las anteriores técnicas no eran malas, pero los métodos evolucionan, la sociedad también y nosotros tenemos que hacerlo a la par", reclama Puebla. El primer caso en el que trabajó el recién conformado grupo de perfilación ecuatoriano fue el de Luis Pablo Taipé. Este hombre, que había tenido que abanadonar la carrera de Derecho por falta de recursos, mató entre 2005 y 2014 a seis de sus parejas cuando su paranoia le hacía creer que le estaban siendo infieles. "En el último homicidio, unos testigos lo identificaron, pero en ese momento solo se le relacionó con sus últimos tres asesinatos. Años después, gracias a nuestro perfil logramos conectarlo con otros tres crímenes más", señala Puebla. Tan solo quedaban los huesos de sus primeras víctimas.
Como el de la primera de ellas, una chica que conoció en un mercado, y a la estranguló cuando iban de camino a la casa de él para presentarle a sus padres. "Gracias a la nueva metodología establecimos un patrón en la elección de sus víctimas, en qué momento estallaba su paranoia y diferenciamos entre los dos escenarios en los que repartía los cuerpos. Estaban sus zonas de confort, lugares cerca de casa de sus padres, y de expansión, donde se desplazaba para trabajar", apunta el agente.
Puebla asegura que uno de los objetivos del grupo es intervenir en aquellos casos que el denomina de "conmoción social", aquellos que llegan a provocar el caos y afectar a la inseguridad ciudadana.
El primer caso en el que trabajó el recién conformado grupo de perfilación ecuatoriano fue el de Luis Pablo Taipé, que mató a seis de sus parejas cuando su paranoia le hacía creer que le estaban siendo infieles
Cada día de 2019 Colombia registró 34 homicidios al día, una cifra que no ha dejado de crecer en los últimos cinco años. "En nuestro caso uno de los grandes problemas siempre han sido las ejecuciones extrajudiciales", apunta Mirna Barba, de la Fiscalía de Colombia. "Pero en 2004 concluímos que había una serie de crimenes, como los que tienen motivación sexual y los homicidios que necesitaban otro tipo de enfoque", explica. Así es como en 2004, y asesorados por el Gobierno de Estados Unidos, empezaron a desarrollar nuevas técnicas para esclarecer los casos.
"Somos perros viejos con trucos nuevos", asegura el perfilador Edwin Olaya. "La tecnología nos ha hecho ir mucho más allá, no solo hacemos sugerencias sino que ahora podemos sugerir a los fiscales nuevas hipótesis e incluso reforzar las que ya tiene", añade. En uno de sus últimos encargos, el grupo de investigación de Olaya recibió el de concluir si una serie de 33 homicidios en un breve periodo de tiempo correspondían con un caso de limpieza social —el asesinato selectivo de un grupo en concreto, por ejemplo, homosexuales—. "Gracias a las estadísticas, bases de datos y geolocalización logramos deducir que una parte sí era limpieza social, pero que algunos casos respondían a motivaciones muy distintas", puntualiza Olaya.
"Una escena del crimen siempre cuenta una historia, y para poder entenderla desde un punto de vista psicologico tienes que tener acceso a todo: a las fotografías, a los diagramas, a las entrevistas, a los investigadores...", afirma el agente del FBI Mark Safarik que ha tenido acceso a 5.000 casos en toda su vida y que fue compañero de los ideadores originales de la perfilación. Él lo ve así: "Puedes leer muchos libros sobre Goya, pero si no ves sus lienzos nunca lo entenderás. El lienzo de un asesino en serie es una escena del crimen".
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