En medio de un mercado canibalizado, los marabinos deben lidiar con la falta de divisas de baja denominación, con un cambio diferencial si es en bolívares en efectivo o por transferencia y con el desprecio por los billetes que estén en estado siquiera levemente defectuoso.
Rosario Martínez tomó un carrito por puesto en Galerías, avenida La Limpia de Maracaibo, y se subió sin preguntar el costo del pasaje. Cuando el conductor le dijo que eran 150.000 bolívares lo mandó a detener de nuevo para bajarse, pues aseguró no tener esa cantidad en efectivo.
“Tengo un billete de 10 dólares. Si tienes vuelto, te pago con eso”, dijo la mujer al conductor tras informarle este que también aceptaba pago en divisas. Al escucharla, aceleró de nuevo sin detenerse.
La mujer le entregó el billete y le preguntó si, además de cobrarse el pasaje, le podía cambiar cinco dólares por moneda nacional. “Por supuesto, señora”, le respondió el chofer con entusiasmo.
Pero allí mismo comenzó un toma y dame verbal entre ambos pues el conductor le cambiaría a razón de 250 bolívares en efectivo por dólar, es decir, la transacción le dejaría a la señora 1.250.000 bolívares por cinco dólares.
Martínez quedó pensativa un rato, sacando cuentas mentalmente y reaccionó: “¿Pero cómo me vas a dar mil doscientos cincuenta (1.250.000) si el cambio está a 370 (370.000) bolívares por dólar en página?”, preguntó la mujer echando mano de ese lenguaje tan zuliano que reconvierte las cifras en bolívares quitándole otros tres ceros.
“Señora, eso es en página, por transferencia, pero aquí es en efectivo. No se cambia igual”, explicó el chofer a la usuaria que no entendía la diferencia en la transacción.
Ella comenzó a sacar cuentas con la calculadora del celular convencida de que esa no era la cantidad de bolívares que le correspondía por los cinco dólares. “Me tienes que dar 1.850 (1.850.000)”, le advirtió al chofer. Este, con la paciencia agotada, le dijo que esa era su última oferta y le devolvió el billete.
La mujer insistió para que le pagara un poco mejor. “Págamelos a 300 al menos para no perder tanto”, dijo
Pero el chofer se mantuvo firme. “Yo estoy buscando unos dólares para comprar gasolina y no lo puedo pagar a más de 250. Le quería hacer el favor, pero si no le sirve, la dejo aquí. Se lo estoy pagando igual que en Las Pulgas o en la Curva”, sentenció.
Martínez, visiblemente molesta, lo mandó a detener y se bajó tras lleva varios minutos rodando. “Lo que quería era la cola”, dijo el conductor en voz alta. Los demás pasajeros sonrieron.
El episodio dibuja una parte de los múltiples dolores de cabeza que sufre el ciudadano de a pie con la dolarización de facto, que vive el país.
La alegría de recibir uno o varios billetes de los verdes pronto se le convertirá en trauma pues con ello le sobreviene una serie de obstáculos, muchos, difícil de saltar.
Las distorsiones que se producen tras la convivencia de dólares y bolívares en la maltrecha economía venezolana generan una gigantesca telaraña que enreda a los más expertos, en todos los estratos, producto de una situación inesperada, que cobró impulso en lo que va de 2020.
La mayor afectación recae en aquellos receptores de pequeñas remesas, que sus familiares le envían del exterior y no pueden sacar el mayor provecho de ello pues al salir a la calle se consiguen con la voracidad de un mercado, que no solamente minimiza el bolívar, sino que arrebata buena parte del valor a las divisas.
En la zona comercial de la Curva de Molina, David Áñez, comerciante, se queja por el bajo flujo de dólares en su negocio a sabiendas que abundan en la calle y pasan de mano en mano frente a sus narices.
“Los peseros (cambistas ambulantes de bolívares y pesos colombianos por dólares) se están llevando el mayor provecho de esta situación. Ellos atajan a los que tienen divisas y no los dejan llegar a comprar a los negocios, entonces, muchísimos dólares se quedan en sus bolsillos”, afirma.
Esta práctica es otro producto de la tan mentada dolarización donde el comprador ilegal de divisas, poseedor de grandes cantidades de bolívares en efectivo, proporcionado por un jerarca de gran poder que mueve estos hilos, compra los dólares por debajo de su valor, hasta en un 60% menos.
La conjugación de estos desórdenes ha llevado a otro mayor en la zona y es la existencia de tres tipos de precios para un mismo producto: precio en efectivo (bolívares), otro precio por transferencia, que es el pago con tarjeta electrónica y uno diferente en dólares.
Así, en un mismo local comercial, un kilo de harina precocida se puede comprar a 250 bolívares en efectivo, 400 por pago electrónico y a un dólar en divisa estadounidense, todos, sobredimensionados por el manto de la hiperinflación, que obliga a los comerciantes a cambiar los precios casi todos los días.
El ciudadano de a pie también enfrenta las consecuencias de la falta de billetes de dólares de baja denominación, factor que le resta poder adquisitivo a las pocas divisas que recibe.
“Hay clientes que se molestan porque no tengo vuelto para recibir pago de 380.000 o 760.000 bolívares (equivalente a uno o dos dólares) con un billete de 10 o 20 dólares y piensan que uno no les quiere vender, pero es que la mayoría de las veces no hay capacidad para dar el cambio”, revela Elvis Ferrer, vendedor de granos.
“Yo también tengo muchos problemas para manejar mi negocio con la venta en dólares. La falta de billetes pequeños es uno de ellos. No hay suficiente sencillo para dar cambio y, ¿qué pasa? Pierdes muchas ventas o tienes que andar mendigando que alguien te cambie para dar el vuelto lo que no es nada fácil ni agradable”, se queja Ferrer.
Esta situación lanza a los que tienen acceso a las divisas a las fauces de los cambistas ilegales pues, al no poder comprar en una tienda por falta de billetes para el vuelto en dólares, acude a ellos a vender la moneda extranjera para cambiar por bolívares en efectivo y facilitar el pago perdiendo una tajada de hasta 60% en la transacción.
Otros, simplemente, deben gastar más para completar el monto redondo acorde al efectivo disponible del vendedor.
Pagar con un billete arrugado, rayado, parcialmente roto o simplemente gastado por tanto uso es otro dolor de cabeza para el venezolano de los sectores populares.
Muchos deben soportar hasta malos tratos de parte de algunos cajeros y comerciantes que exigen billetes recién salidos de la Reserva Federal de los Estados Unidos, único lugar del mundo donde se producen.
“Señor cámbieme este billete, fue la respuesta repelente que recibí de la cajera en una tienda. A lo que yo le pregunté: ¿Por qué? Yo lo veo bien (...) pero ella insistió que no lo recibiría porque estába muy ‘feo”, reclamó el cliente de una panadería en el sector Los Plataneros, quien pagó con dos billetes de un dólar por su compra en moneda estadounidense.
“Ese es otro problema que tenemos los comerciantes. Nadie quiere los billetes ‘feos’. Es seguro que este lo pierda”, aseguró Juan Nava, vendedor.
Aparentemente, no hay una razón legal en Venezuela para no aceptar un billete en esta condición, que no va más allá de detalles normales presentes en un papel que pasa entre tantas manos, pero he allí otro obstáculo que deben librar las víctimas de esta telaraña llamada dolarización
Estos sobresaltos se viven día a día en la cotidianidad marabina, entre aquellos ciudadanos que salen a resolver cómo llevar el sustento a su casa dentro de una economía cada vez más dolarizada.
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