por | 19 Mar 2023
El 8 de enero de 1942 se cumplían 300 años de la muerte de Galileo cuando nació, en un lugar de Reino Unido, Stephen Hawking, una de las mentes contemporáneas más influyentes y que más han aportado al debate científico desde los tiempos de Albert Einstein.
Vino al mundo en plena Segunda Guerra Mundial. Sus padres, Isobel y Frank Hawking, se trasladaron a Oxford desde su residencia en Londres en busca de una vida más segura ante los constantes bombardeos de la Luftwaffe. Allí, un joven Hawking estudiaría en el colegio de St. Albans, donde no destacó especialmente, pero empezaría a cultivar su profunda pasión por las matemáticas. Por devenires de la vida, acabaría estudiando Física en el University College, donde demostró, a pesar de no tener unas calificaciones brillantes, su inteligencia superior a la de los demás alumnos, e incluso profesores, que admiraban como, sin explicación previa, tan solo sabiendo que era posible, conseguía dar solución a todos los problemas.
A finales de los años 60, junto a su colega de Cambridge Roger Penrose, Hawking ideó un nuevo modelo matemático a partir de la teoría de la relatividad de Einstein que le llevaría a probar, años más tarde, el primero de sus teoremas de singularidad, teorías que demuestran que lo singular, en el espacio-tiempo, es más habitual de lo que creemos. Y que tiempo y espacio han de tener, también, un principio y un final.
La vida de Hawking está llena de magia. A los 21 años su vida daba un cambio de 180 grados cuando le diagnosticaron ELA, esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad cuya tasa de supervivencia no llega a los dos años; vivió 76.
El 14 de marzo se cumplieron 5 años de su muerte, el mismo día que nació otro genio, Einstein, curiosamente el mote que le pusieron sus compañeros en el colegio y con el que compartiría tantas cosas. La enfermedad, lejos de paralizarle, le permitió centrarse en lo que verdaderamente le motivaba. Hawking fue autor de un gran número de libros divulgativos de ciencia éxito de ventas como El universo en una cáscara de nuez (2001) o Breve historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros (1988), prologado por Carl Sagan, donde profundiza en su teoría sobre los orígenes del universo. Este habría sido auspiciado por el Big Bang, un momento primigenio de nuestro origen en el que nada tenía materia, espacio o tiempo.
A partir de ese acontecimiento original se formaría el mundo conocido y la materia de lo que dio en llamar agujeros negros primordiales, grandes desconocidos aún parala ciencia, que no se formarían, como algunos creían, por el colapso de las masas, sino por la extrema densidad de los elementos del universo en su nacimiento, estructuras ignotas de dimensiones diminutas pero densidades extraordinarias. Y el comienzo del espacio y el tiempo real no sería ni más ni menos que una singularidad “durante la cual se rompieron las leyes de la Física”.
Asimismo, junto al físico James Hartle, Hawking defendió la idea de un universo sin límites, liberado de cualquier frontera espacio-temporal, el Estado de Hartle-Hawking, aunque derivado de una ley mayor que desconocemos.
Durante su vida, avanzó en la investigación del misterio de los agujeros negros con su descubrimiento de la radiación Hawking, que desvela un poco más acerca de estos fenómenos afirmando que no son tan solo materia oscura —como se había creído en el pasado—, sino partículas que gastan su energía y expiran de pronto en forma de vapor cósmico. Hawking fue ejemplo vivo de la singularidad.
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