Aunque no sean unidades de medida que usemos comúnmente en el país, así describen en los archivos de la MLB la insólitamente altura física de un gigante del juego: José Altuve.
Un total de 641 incogibles constituyen la más alta cifra disparada en el béisbol de las mayores por cualquier pelotero en las últimas cuatro temporadas, y en ese productivo departamento está de líder indiscutible este sensacional pelotero nacido en Venezuela hace algo más de 26 años.
Juega con la pasión con la que jugaba Pete Rose, con la velocidad en las bases de Luis Aparicio y Joe Morgan, fildea con la elegancia y buena colocación de Rod Carew, y para guinda de la torta, sus 24 bambinazos de la recién finalizada zafra le perfilan como un bateador de poder medio. ¿Qué más puede pedirse a un bigleaguer? Tiene buena parte de las cinco herramientas necesarias en un jugador de béisbol.
Ha sido tan destacada su gesta, que fue distinguido como uno de los tres finalistas para el mayor premio anual de un pelotero: el más valioso de su liga.
Nada de esto es casual, es producto de una incesante y concienzuda preparación física y mental. Altuve es un ganador y se entrena para mantenerse en esa grandiosa ruta, mejorando continuamente aspectos de su juego.
Altuve ha demostrado valentía y arrojo jugando a la pelota. Un ejemplo: hace dos años, cuando ganó su primer título de bateo en la Americana, que sería además el primer título para un jugador de Houston en la historia, llegó al juego final, el famoso partido 162, con una ventaja mínima en el promedio sobre el también venezolano Víctor Martínez. La gerencia de los Astros le aconsejó no jugar de modo que no arriesgara esa pequeña distancia, pero esa no es la forma en la que encara este deporte el pequeño Altuve. Salió al campo de juego contra los Mets y golpeó dos incogibles para elevar su registro a 341, y coronarse campeón bate. Por cierto, por eso que llaman travesuras de “los duendes del béisbol”, en ese juego (28 de septiembre de 2014) se despedía de la MLB otro formidable jugador venezolano, el gran Bob Abreu, el Comedulce.
No sólo en formato pequeño vienen los más exquisitos y costosos perfumes, también en esas presentaciones pueden venir, eventualmente, los grandes de la pelota.
Ojalá aprendiéramos todos en estos lares a trabajar con el ahínco, paciencia y voluntad de Altuve. Sería extraordinario que lo hiciéramos,
¡En Venezuela estamos plenamente orgullosos de este verdadero gigante!
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