domingo, 25 de junio de 2017

Xabi Alonso, el adiós de un mediocampista elegante





 
MÚNICH — A Xabi Alonso no le preocupa el verano. Sabe que los próximos meses serán tranquilos.
Tiene planeado un viaje familiar a Estados Unidos y después vendrán semanas repletas de días libres que podrá llenar como le plazca. Su calendario ha quedado deliberada y tentadoramente en blanco.
Alonso quiere usar ese tiempo para viajar más. Seguirá leyendo, de manera voraz, una vez que termine el libro al que le dedica su tiempo por estos días: ¿Dónde vamos a bailar esta noche?, una colección de cuentos del escritor Javier Aznar, un amigo suyo.
Tal vez ya no cuide tanto su estado físico, como acostumbra. Quizá llegará una mañana en la que no se levante para hacer una o dos horas de acondicionamiento. Sin embargo, es evidente que pasará la mayor parte del tiempo con su esposa, Nagore, y sus tres hijos, Jon, Ane y Emma, quienes tienen 9, 7 y 3 años, respectivamente. “Es una buena edad para empezar a aprender de la vida”, dijo Alonso. Tiene la intención de estar presente durante su crecimiento.
Lo que le preocupa es agosto —en especial a mediados de mes—, cuando el verano aún no haya terminado y de pronto no tenga que reanudar la única vida que ha conocido. En ese momento, el retiro de Alonso será una realidad.
“He negociado conmigo mismo, he lidiado con el proceso y creo que es lo correcto”, afirmó. “Después de las vacaciones, cuando empiecen la Bundesliga, La Liga, la Liga Premier y yo esté aquí en el sofá, del otro lado de la pantalla, en ese momento me daré cuenta de si voy a estar bien aquí o si me encantaría estar allá”.
El 9 de marzo, Alonso, de 35 años, tomó un par de zapatos de fútbol impecables y se fue caminando con Nagore al parque cercano a su casa en Múnich. Volteó hacia atrás y saludó a la cámara, mientras su esposa le tomaba una foto.
Minutos más tarde subió la foto a Twitter con un breve mensaje: “Lo viví. Lo adoré. Hasta pronto, hermoso juego”. Uno de los mejores mediocampistas de su generación se estaba despidiendo, un jugador que ganó todo lo que había que ganar en una carrera que lo llevó por la Real Sociedad, el Liverpool, el Real Madrid y el Bayern Múnich.
Alonso declaró que no ha tenido dudas después de tomar esa decisión. No estaba cansado del fútbol, no se decepcionó del deporte. Sigue viendo tantos partidos como puede, eso satisface su “debilidad por los mediocampistas”. Extrañará muchas cosas: el golpe de “adrenalina” de estar en el centro de la acción y el sentimiento cotidiano de ir a entrenar.
“Voy a extrañar esto”, dijo hace unas semanas, mientras disfrutaba la vista del complejo Säbener Strasse, las instalaciones donde entrena el Bayern Múnich. “El césped, el sonido del balón, las bromas con los compañeros. Eso es lo que más voy a extrañar. Eso es lo que más te satisface a diario”.
Sin embargo, supo que era el momento adecuado. “Leí que partir es como comprar y vender acciones”, dijo. “Es demasiado pronto o demasiado tarde. En el fútbol es similar. Es difícil encontrar el momento preciso, pero estoy en paz. Soy una fruta madura y me acabo de caer del árbol”.
Fue un proceso de maduración tan sutil que resultó casi imperceptible. En el punto más alto de su carrera siempre se dijo que Alonso era de esos jugadores que tenía de su lado al tiempo y al balón, y sucedió de la misma manera en el año que resultó ser el último de su trayectoria.
Bromea al decir que la edad no le ha beneficiado —“Sigo siendo tan lento como a los 20 años”—, pero eso tampoco lo perjudicó visiblemente. Hasta su último juego, el 27 de mayo, fue el mismo Alonso que ganó la Liga de Campeones con el Liverpool en 2005, la Eurocopa con España en 2008 y 2012, y el Mundial en 2010: tranquilo, seguro, repartió pases a lo ancho del campo y tomó poco a poco el control del juego hasta tenerlo bajo su mando.
A pesar de que no cambió, lo extraordinario de su longevidad es que el fútbol sí lo hizo. En sus 18 años de carrera —desde su debut con la Real Sociedad, el equipo que apoyó de niño, el mismo con el que su padre, Periko Alonso ganó el campeonato español—, Alonso ha sido testigo de evoluciones y revoluciones. Su relación con el fútbol nunca ha cambiado, dijo, pero el fútbol de ahora es completamente distinto.
Defendió los colores del Liverpool cuando la Liga Premier era la mejor liga del mundo y fue parte de los años más tóxicos de la rivalidad entre el Real Madrid y el Barcelona. Jugó tiquitaca con España para conquistar el mundo, vivió sin el balón con el Madrid de Mourinho y se volvió parte integral del maleable Bayern Múnich de Pep Guardiola.
Ha visto cómo el juego ha favorecido la lentitud y ha convertido en un fetiche a la velocidad; ha aguantado atrás y ha subido a presionar. Hace unas semanas, Alonso, en un momento de tranquilidad, se sumergió en el mar de YouTube para ver videos del armador argentino Juan Román Riquelme.

Muchas personas consideran que Riquelme nació medio siglo más tarde: un jugador análogo que se vio obligado a operar en un mundo digital. Riquelme ya jugaba cuando Alonso comenzó su carrera, pero es el primero que se le viene a la mente cuando se le pregunta cuánto ha cambiado el fútbol. Alonso señaló que Riquelme pesaba demasiado como individuo, era demasiado contemplativo, para prosperar en la era moderna. “Me encantaba”, dijo.
También se le encienden los ojos cuando se menciona a Juan Carlos Valerón, el equivalente español de Riquelme, pero son tan solo las partes que vemos del juego.
Debajo de la superficie del fútbol, sus estructuras internas también son diferentes. En años recientes, el trabajo de acondicionamiento físico de Alonso se había vuelto más individual, más a la medida. Los entrenadores tienen acceso a más datos, más análisis, más conocimiento —y también lo tienen los jugadores—. “Conoces mucho mejor a tus oponentes”, comentó Alonso. Y ellos también te conocen mejor.
Fuera del campo, las redes sociales han transformado el panorama, y no necesariamente para bien. “Muchos jugadores están perdiendo de vista cuál es el verdadero trabajo”, afirmó. Al respecto, muchos de los entrenadores con los que ha trabajado y de los que ha aprendido —Mourinho, Guardiola, Carlo Ancelotti— están “pensando en cómo pueden innovar el juego”.
“Es difícil tener nuevas ideas pero están llegando”, dijo.
Alonso cree que ahora entiende el juego mejor que nunca, pero lo que le fascina son las partes que no termina de comprender.
“No creo que deje de aprender sobre el fútbol”, dijo. “Hay algunas partes que nunca entenderemos, como qué pasa por el cerebro de un jugador o qué le causa temor a un equipo. No comprendemos tan bien el aspecto mental. No tengo una respuesta”.
Pareciera que encontrar respuestas es lo que podría lograr que regrese en algún momento, cuando la atracción por la normalidad comience a desvanecerse. Para cuando decida volver —si es que eso sucede, por supuesto— el juego habrá cambiado un sinnúmero de ocasiones. Pero lo más probable es que Alonso —profundamente reflexivo, terriblemente inteligente, interminablemente exitoso— sea el mismo.

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