El pasado martes, el ministro de Defensa de Argentina, Oscar Aguad, reconoció que los 44 tripulantes del submarino desaparecido a mediados de noviembre están muertos. Dejó entrever incluso que la nave podría no ser encontrada nunca.
La afirmación fue impactante, no solo para los familiares de los marinos embarcados , sino también para toda una sociedad que se mantuvo en vilo durante las extensas jornadas de rescate, que incluyeron decenas de embarcaciones y aviones de 18 países, entre los que destacan las fuerzas de Argentina, Reino Unido, Estados Unidos, Brasil, Noruega y Rusia.
Participaron en total 28 buques, nueve aeronaves y 4040 efectivos en la zona de búsqueda.
Despliegue sobre un área de casi medio millón de Km2
No existen antecedentes en Argentina de un operativo tan amplio, desplegado sobre un área de 482.507 Km2 (poco menos de la superficie de España), con una longitud de casi 1.000 Km y en un radio de otros 1.000 desde el continente, entre la ciudad de Mar del Plata y el Golfo San Jorge.
A fines de noviembre, la búsqueda se redujo a 40 kilómetros de radio, aproximadamente 20 veces la superficie de la Ciudad de Buenos Aires y seis veces el área metropolitana de Madrid.
Los rastrillajes transitaron muchas veces entre el ensayo y el error —algo que también fue reconocido por Aguad—, y estuvo contaminada por informaciones erróneas que entorpecieron la comunicación oficial, siempre a cargo del portavoz de la Armada, Enrique Balbi.
El último contacto del ARA San Juan, el único submarino de este tipo que la Armada Argentina tenía en condiciones de operar, fue el miércoles 15 de noviembre a las 7.30 de la mañana, 10 días después de zarpar del puerto de Ushuaia, en dirección Mar del Plata.
Allí es donde la nave debía emprender la vuelta en caso de inconvenientes, según lo que dicta el protocolo militar.
En esa base naval fueron alojados los familiares de los tripulantes, que montaron un santuario con banderas argentinas y pancartas de homenaje.
Fuente:El País
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