José D. Sequera | LA PRENSA.- Mano de obra calificada va en picada. Cada vez son más los estudiantes que están dejando los lápices y pupitres por un trabajo o un pasaje de avión hacia el exterior pues de acuerdo a cifras ofrecidas por autoridades universitarias de Lara, hasta marzo de este año unos 17 mil estudiantes abandonaron las aulas de clases.
La cifra pone en juego el futuro de los profesionales jóvenes “aptos para trabajar activamente”, tal como lo explica el politólogo Piero Trepiccione, quien asevera que los jóvenes ni siquiera piensan en culminar sus estudios superiores debido a la crisis.
“Ya es común que cuando el adolescente termine la universidad se va del país de una vez, o si está entre los primeros cuatro primeros semestres abandonan, también para emigrar”, argumenta.
Señala que esta “estampida” de juventud está “recortando el bono demográfico de Venezuela”, es decir, que la Población Económicamente Activa (PEA) es reducido lo que se podría afectar mucho más allá que las universidades.
“El 70 por ciento de las población venezolana está por debajo de los 35 años y esa es la apta para trabajar. Con el fenómeno migratorio que hay, la generación de relevo que se supone estaría activa hasta 2030, se recortaría poco a poco”, revela el experto.
Este abandono que existe en las universidades lo soportan los números: en la UCLA ha dejado de ver clases 8 mil estudiantes -de 15 mil-, (60 por ciento de la población estudiantil); en la Unexpo 2 mil 300 estudiantes -de 5 mil 600-, dejaron los aulas vacías.
En el caso de universidades como la Uptaeb y UPEL, que son más cercanas al Gobierno nacional, la realidad tampoco dista de la realidad de las otras dos casas de estudios superiores: en el Básico quedan unos 9 mil de 15 mil estudiantes mientras que en el Pedagógico la matrícula bajó a la mitad; pues de 6 mil estudiantes pasaron a ser 3 mil.
Tal fenómeno, cuentan las autoridades universitarias, es multifactorial pero se basa en la falta de transporte para llegar hasta los decanatos, la necesidad que tienen los estudiantes de trabajar para ayudar económicamente a sus familias y comenzar de nuevo sus vidas en otros países.
Los mismos estudiantes son un reflejo de esta problemática. José Ferrer estudia Ingeniería Agroindustrial en la UCLA hace más de tres años pero por los paros está viendo materias del cuarto y quinto semestre. Dice que del grupo de 105 estudiantes que empezaron con él apenas quedan 20 rondando las aulas.
“Cada vez son menos compañeros que uno ve. Es triste ver como la universidad poco a poco se está quedando sola, sobre todo en la tarde. Uno esperaba graduarse con su grupo de amigos pero hasta eso nos han quitado”, precisa el joven.
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