- 29 DE ABRIL DE 2018
DOMINGO29
Cuando las personas me dicen que están orando por paciencia, muchas veces les pregunto qué más están haciendo para tener un corazón tranquilo y apacible. La paciencia no es algo que los creyentes reciban, es un atributo que desarrollan con el tiempo y la experiencia.
Pensemos en la paciencia como un músculo que tenemos que utilizar para verlo desarrollado. Para ello, los creyentes debemos reconocer la dificultad como una oportunidad para fortalecer la paciencia. El instinto humano es clamar a Dios cuando la tribulación toca nuestra puerta. Le echamos la culpa a otros. Nos resistimos. Nos quejamos, pero no decimos: “¡Gracias, Señor. Es hora de aprender a ser más paciente!”. Las personas no estamos acostumbradas a pensar de esa manera, pero según la Biblia, así es cómo debemos hacerlo.
El libro de Santiago nos dice que consideremos las pruebas como un motivo de gozo (Santiago 1.2). Desde el punto de vista humano, alabar al Señor por las tribulaciones es anormal. Sin embargo, hacerlo comienza a tener sentido para los creyentes cuando nos aferramos a la promesa de Dios de que todas las cosas son para nuestro bien (vea Romanos 8.28). No estamos esperando en el Señor en vano. Podemos alabarle por la solución que dará, por las vidas que cambiará, o por el fruto espiritual que desarrollará en nuestra vida.
Aceptar las adversidades como un medio de crecimiento es un concepto radical en este mundo; y más aún lo es el creyente que alaba al Señor por la tormenta. Pero los seguidores del Señor tenemos motivos para regocijarnos. La tribulación aumenta nuestra paciencia, para que podamos mantenernos firmes en las promesas de Dios y esperar su momento perfecto.
Biblia en un año: 2 Reyes 21-23