La modelo Yasmin Le Bon en su casa de Londres, entre fotos antiguas suyas y de su marido. [AUTFOTO] ADAM WHITEHEAD |
Madrid
Si el común de los mortales tuviera un bolso de Chanel o unos zapatos de Manolo Blahnik, probablemente los conservaría como oro en paño, los guardaría bajo llave de por vida y los legaría a sus herederos en testamento. Pero cuando eres una modelo que ha estado entre las más grandes en los años noventa y ha desfilado para todas las firmas imaginables, que sigue en el candelero, casada con una estrella del rock y con tres hijas, alguna también modelo… Entonces lo material, por mucho que se llame Chanel, tiene menos importancia. Sobre todo por su frecuencia en el vestidor.
“A veces tenemos que hacer cambios y para ello hace falta mirar al pasado”, explica Yasmin Le Bon, de 53 años, la misma que atesora piezas de pasarela desde hace más de 35, cuando empezó su andadura en la misma. La modelo está cambiando, como lo están haciendo su vida y su cuerpo. De ahí que ahora se haya lanzado a vender un pedacito de su armario: 25 piezas de Alaia, Chanel, Pucci o Stephane Rolland. Lo hará en Vestiaire Collective, web fundada en 2009 y una de las más importantes de compraventa de lujo de segunda mano de calidad.
Se muestra encantada con la transacción. “He pasado una época maravillosa con esos objetos, pero ahora los tiempos son distintos para mí. He comprado cosas que he amado y he cuidado, por las que me he preocupado”, asegura en una entrevista telefónica a este medio que atiende, puntualísima, desde su hogar de Londres. Ahora prefiere que otras personas creen sus recuerdos con ellas.
Se casaron muy jóvenes, cuando ella tenía apenas 20 años (“¡Ese vestido era terrible!”, rememora) y su núcleo familiar lo completa ahora Taro Arturo, su primer nieto, hijo de Saffron. “Es lo mejor que me ha pasado”, afirma sobre el pequeño, de quien vive al lado: “Nació hace cuatro semanas y han sido cuatro semanas de puro amor. Es maravilloso. Nunca imaginé que sería así. Mi hija es una madre estupenda, más preparada de lo que yo lo estuve”.
Es la guinda del pastel para Le Bon, que trabaja esporádicamente (fotos para Vogue UK o Elle Italia, campañas con M&S o Armani) pero que asegura que su vida, hoy, son los suyos. “No viajo tanto como solía. Llevo una vida muy familiar, y la familia es un trabajo a tiempo completo”, ríe, encantada con su faceta de madre y abuela, pero recordando aquella etapa de oro profesional que hoy la trae a la palestra. No es raro que muchas de las prendas que vende sean de Azzedine Alaia, fallecido en noviembre: “Alaia me trae muchos recuerdos: fue una época maravillosa, viajando, trabajando juntos, tan jóvenes. Con toda esa creatividad”.
Una creatividad de papel y lápiz, lejos de internet y las redes sociales. “Las comprendo, pero ahora mismo no son necesarias para mí”, desconfía. “Hay que tomárselas con cuidado; dan la sensación de tener vidas perfectas. Hoy día es más duro ser modelo: no puedes tener un momento malo o de desconexión”, reflexiona.
¿Ha vivido ella momentos oscuros, como los que ahora saca a la luz el movimiento MeToo? “Con el corazón en la mano, yo no he visto nada de eso. He vivido en una industria increíblemente respetuosa. Donde debes ganarte tu puesto, es tu responsabilidad, pero donde si digo que no quiero hacer algo, no lo hago. Nadie me ha puesto una pistola en la cabeza, nunca he sido víctima”, asegura. Y no habla solo por ella: Amber, su hija mayor, también es modelo. “El mundo de la moda es una hermandad. Me veo poco con las chicas, pero seguimos siendo amigas, como con Naomi [Campbell]. Estamos siempre ocupadas, pero nos lo pasamos muy bien”, afirma.
Su universo de la moda ha cambiado. Ella, también. Asegura que se cuida y mucho, aunque no entrena tanto como debería, sobre todo desde la llegada Tarl. “Todo cambia, mi cuerpo ha cambiado. Lo veo en mi rostro, desde que me levanto es diferente. Además, se ha instalado una capa de grasa… Nada volverá a ser igual”, ríe. Tampoco le preocupa demasiado. Ya no necesita enfundarse en esos vestidos, en los que de todos modos sigue cabiendo: esos Alaia encajan igual de bien en la Yasmin de 20 años que en la de 53. Aunque ambas apenas sean la misma persona.
UN ARMARIO INACCESIBLE QUE ABRE SUS PUERTAS
El vestidor de Yasmin Le Bon es una fantasía para quien ame la moda. De ahí que la colaboración con Vestiaire Collective sea tan potente y haya tardado “bastante tiempo” (aunque no aclaran cuánto) en fraguarse, según explica Fanny Moizant, cofundadora de esta web con siete millones de miembros que es referencia por sus controles de calidad en las prendas, accesorios y joyas a la venta.
“Es una de las supermodelos más icónicas. Tiene un archivo increíble. Sabemos que sus piezas gustarán por ser únicas y diferentes”, afirma Moizant. Los precios no son para todos los bolsillos, dadas las marcas, pero sí están en valores muy inferiores a los de mercado originales: pantalones de Pucci por 160 euros y vestidos de Alaia por 600. La pieza más cara es un bolso de Chanel que cuesta 1.360 euros. La venta arranca el 19 de julio.
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