viernes, 22 de febrero de 2019

Lo que hay al otro lado

La espectacularidad del proceso contra El Chapo no se redujo a su logística; lo estuvo en su contenido

Un retrato de El Chapo saludando a Emma Coronel durante el juicio.
Un retrato de El Chapo saludando a Emma Coronel durante el juicio


  /  El Pais

Importante la captura y condena a El Chapo. Y, en ello, espectacular su proceso judicial en Brooklyn y la parafernalia para desplazarlo diariamente desde la prisión de alta seguridad en Manhattan en la que se encuentra detenido desde hace dos años (Centro Correccional Metropolitano). Por esa misma cárcel han pasado diversos personajes de un abanico que va desde Ramzi Ahmed Yousef, autor intelectual del ataque terrorista de 1993 al World Trade Center, a Bernard Madoff, expresidente de una empresa de inversión a través de la cual cometió una estafa de 20.000 millones de dólares usando el sistema Ponzi.
Pero la espectacularidad del proceso no se redujo a su logística; lo estuvo en su contenido. Antes de recibir la semana pasada el veredicto de “culpable”, se escuchó en el tribunal el arborescente testimonio tanto de víctimas de sus crímenes como de excómplices y colaboradores los que, según ha trascendido, aportaron elementos de información muy importantes sobre cómo operaban los abastecedores del cartel de Sinaloa en varios países así como sus rutas de tránsito hacia Estados Unidos.
Hasta allí, claro y útil lo que se desprende del proceso a este narcotraficante y homicida de cuidado. De lo que ha trascendido, y algunos otros elementos de información, saltan a la vista tres asuntos de dimensiones.
El primero es que la ruta de El Chapo y del Cartel de Sinaloa para meter droga en EE UU era —y sigue siendo— a través de puntos oficiales de frontera y no abstrusas rutas a través del desierto de Arizona o Texas. Como ya ha sido reiteradamente demostrado, el hipotético muro en zonas alejadas de los puntos de frontera tendría un efecto igual a cero en la reducción del tránsito de drogas hacia territorio estadounidense.
Segundo: con El Chapo preso y condenado, el tráfico de drogas por esos puntos de frontera continúa sin mella y el cartel de Sinaloa, por lo visto, goza “de buena salud”. El mismo día que terminaban las audiencias del juicio al Chapo la policía estadounidense de fronteras en Arizona anunciaba la incautación del cargamento de fentanilo más grande detectado en la historia: 100 millones de dosis en ese embarque camuflado en cajas con pepinos. Y así, siguen fluyendo otras drogas ilícitas por esos puntos, incluida la cocaína, cuya producción aumentó 25% el último año.
Tercero: no se conoció la verdad completa. La conducción del proceso por los fiscales estuvo visiblemente orientada a concentrarse en conocer las modalidades de operación del Chapo y su estructura criminal en México y otros países latinoamericanos como Colombia, Perú y Ecuador, entre otros. Poco se preguntó sobre las estructuras y nombres acerca de lo que se sabe es el eslabón más rentable de los circuitos de narcotráfico internacionales: las redes de distribución en los países consumidores, en este caso EE UU.
El hecho es que luego de arrestos relevantes, como los de las cabezas de los carteles de Jalisco el 2014 o el del Chapo, no se hizo luz sobre qué pasa al otro lado de la frontera pues los interrogatorios, manejo de pruebas y procesos se focalizaron en las rutas de abastecimiento. Sin embargo, confesiones y delaciones como las que se escucharon en el juicio al Chapo pudieron haber sido orientadas, también, a indagar sobre sus enlaces dentro de EE UU en la distribución, la política y las finanzas.
En la medida en que la realización de la ganancia del narcotráfico tiene su punto estelar en la distribución final, es incomprensible que se deje inmunes a actores políticos o bancos al otro lado de la frontera, piezas sin las cuales el tráfico no se podría completar.

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