El museo barcelonés celebra 100 años de la donación del pintor de ‘Arlequín’, su primera obra en un centro público
El Arlequin ha cobrado vida y se ha paseado por el museo Picasso de Barcelona, a los cien años de la donación del pintor de esta obra. |
Pablo Piacsso fue un creador genial capaz de romper barreras con su pintura y establecer nuevos caminos que marcaron a otros artistas, contemporáneos y de generaciones posteriores. Pero también fue un hombre generoso, al menos con Barcelona, su ciudad de adopción, como demostró en varias ocasiones. En 1968 donó las 58 telas de la serie Las Meninas, la única completa que dio en vida. Y en 1970, seis años después de haber abierto sus puertas el museo de Barcelona, hizo entrega de toda la extensa colección de obras que conservaba su familia: madre, hermana y sobrinos, después de instalarse él a vivir en París en 1904: un total de 921 obras, integradas por óleos y dibujos de su etapa infantil y juvenil, convirtiendo a este centro en Barcelona en referencia obligada para estudiar las primeras etapas del artista.
Pero estos actos de altruismo sin precedentes ya habían vivido un primer momento cuando en 1919 regaló a la ciudad uno de sus primeros grandes cuadros, Arlequín, una obra pintada dos años antes, durante su estancia de cinco meses en Barcelona. Para resaltar y poner en valor esta obra y el centenario de esta donación, el Museo Picasso de Barcelona dedica una serie de actividades que tienen como protagonistas a Picasso, el arlequín y la comedia del arte en el que no faltan mimos, marionetas y bailarinas que participan en una performance, como escapados de un cuadro. “Es la primera obra que Picasso dona y el primer cuadro suyo que entra en una colección pública a nivel mundial”, explicó el director del museo Emmanuel Guigon.
La pasión de Picasso por los personajes de la comedia del arte (tras su viaje a Italia) le llevó a representarlos en varias obras llenas de saltimbanquis, acróbatas, polichinelas, pierrots y, sobre todo, arlequines. En el caso del arlequín que pintó en 1917 el protagonista es el bailarín y coreógrafo ruso Léonide Massine, amigo suyo con el que coincidió en Barcelona durante la estancia de los Ballets rusos de Diáguilev actuaron en el Liceo con la coreografía Parade para el que Picasso había realizado el telón, los decorados y el vestuario y donde, además, actuaba también la novia del pintor Olga Khokholva. Picasso y Massine habían viajado juntos, de turismo, a Nápoles, Pompeya y Herculano, tal y como muestran varias fotografías recogidas en la publicación que se ha editado.
El viaje de Picasso a Barcelona era su reencuentro con la ciudad que había dejado 13 años antes, bulliciosa y llena de artistas huidos de la Gran Guerra. Durante su estancia se suceden los homenajes, pero también pintó. En total 11 obras. En 2017 el museo reunió 10 de estas pinturas y las expuso en 1917. Picasso en Barcelona. Estaban todas menos Arlequín, que se había prestado a una muestra en Roma. “Es una de las obras que más prestamos, porque es una de las joyas del museo”, explicó la conservadora del museo, Malen Gual. Al acabar su estancia en la ciudad, la intención de Picasso era llevárselas consigo, de regreso a París, pero se tuvieron que quedar en Barcelona “porque no podían cruzar la frontera por ser objeto de lujo”, confesó Picasso.
Picasso pintó a Massine en cinco ocasiones vestido de arlequín en 1917. Cuatro dibujos y la obra objeto de conmemoración en la que aparece sobre un escenario, junto a una barandilla cubierta por un cortinaje rojo; un color que en el montaje del museo se extiende por toda la pared resaltando más, si cabe, el tono pastel del traje de rombos del arlequín.
Uno de los principales homenajes que se le dedicó a Picasso fue en las Galerías Laietanas en cuyo libro de visitas el pintor escribió: “Visca Catalunya y els meus amics”. Allí, cuenta Gual, se fraguó la idea de la futura donación del cuadro, como publicaron algunos periódicos. Según La Publicitat del 17 de julio, Miquel Utrillo propuso una colecta para comprar la obra para el Museo de Arte moderno de Barcelona. Él puso 100 pesetas, Lluís Plandiura 400 y Maeztu 50. La colecta no prosperó, pero si la necesidad de comprar una obra suya. Ente noviembre de 1918 y enero de 1919, Picasso consolidó la donación de esta pintura, pero lo problemas burocráticos retrasaron la formalización de la donación hasta 1921, momento en el que oficialmente Arlequín entró a formar parte del Museo de Bellas Artes de Barcelona, donde estuvo hasta que en 1963 abrió el museo de la calle Montcada y se instaló en él de forma destacada hasta ahora.
UN ‘ALTER EGO’ DEL ARTISTA
La figura del arlequín es un alter egode Picasso como demuestra el gran número de veces que lo representa. En una ocasión incluso se retrató como uno de ellos. Es el caso de Arlequín con espejo,de 1923 y en el Thyssen de Madrid. El cuadro iba a ser un autorretrato (como demostró los rayos X), pero al final vistió a la figura de saltimbanqui y el rostro-máscara de pierrot, que camufla su identidad del artista. Incluso se dibujó en origen con las piernas abiertas y acabó con ellas cerradas.
Bailarinas rusas
Para festejar los 100 años de la donación, ayer se celebró una mesa redonda en la que se abordó el tema de la relación de Picasso y el circo que contó con la participación de Ferruccio Soleri, arlequín del Teatro Piccolo de Milán entre 1959 y 2017. Además, el arlequín se reencontrará con el resto de personajes de la comedia del arte y las bailarinas de los ballets rusos que han venido a verle por unos días. Juntos recorrerán las salas del museo hasta el próximo sábado, coincidiendo con la celebración del Día de los Museos. A buen seguro, que sorprenderán a más de un visitante que no sabrá si están en un museo o en un circo ambulante.
Tras la estancia de 1917, Picasso volvió, de forma muy puntual, a Barcelona en octubre de 1926, agosto de 1933 y verano de 1934, No regresó nunca más. Pero con iniciativas como esta de su museo, parece que no se haya marchado nunca.
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