sábado, 22 de junio de 2019

Trump: Un verbo belicista poco amante de la guerra



Adepto a las declaraciones belicistas y a las amenazas apocalípticas, Donald Trump es también un crítico de las intervenciones militares de Estados Unidos, una ambivalencia que se ha puesto de manifiesto con la cancelación a último momento de ataques aéreos a Irán.
      El problema iraní, que ha alcanzado un nuevo pico de tensión después de la destrucción por parte de Teherán de un dron estadounidense, pone en evidencia los vaivenes, e incluso las contradicciones, de este multimillonario impulsado al poder sin ninguna experiencia política o diplomática.
      El jueves, Trump justificó su decisión de dar marcha atrás en el último momento, "10 minutos antes del bombardeo", por su deseo de evitar una medida desproporcionada tras un ataque en el que ningún estadounidense había perdido la vida.
      Pero la secuencia de los últimos días, que podría ser uno de los momentos clave de su presidencia, plantea interrogantes sobre su estrategia y su enfoque de los complejos problemas geopolíticos.

      Siempre muy atento a su base electoral y a las promesas que realizó durante su campaña victoriosa de 2016, Donald Trump repite que la seguidilla de guerras en Medio Oriente ha costado demasiado a Estados Unidos, tanto humana como económicamente.
      "Dije que quería salir de estas guerras interminables, hice campaña en esa dirección", afirmó nuevamente el jueves en la Oficina Oval.
      Sin embargo, el tempestuoso líder de la primera potencia mundial recurre a menudo a una retórica fuertemente belicista.
      Tras prometer "fuego y furia" a Corea del Norte, amenazó a Irán con la destrucción absoluta.
      "Si Irán quiere pelear, será el fin oficial de Irán, íno más amenazas contra Estados Unidos!", escribió en Twitter a mediados de mayo.
      El presidente defiende con uñas y dientes una estrategia que rompe con la de sus antecesores, y que, junto con un aumento del presupuesto militar, apunta a obligar a los enemigos de Estados Unidos a entablar sí o sí negociaciones.
      Algunos observadores y muchos opositores políticos están preocupados por el peligro de una deriva militarista.
      "Es posible que el presidente no tenga la intención de ir a la guerra, pero tememos que se deslice a la guerra por error", dijo el jueves el líder de la bancada demócrata en el Senado, Chuck Schumer.
      "Está indeciso, no tiene una verdadera estrategia", señaló a su vez Robert Guttman, de la Universidad Johns Hopkins.
     
    
    
     Para Robert Malley, presidente del International Crisis Group, Trump está, en el tema iraní más que en ningún otro, tironeado entre el "instinto de prudencia y el instinto de alguien que desea aparecer como un hombre fuerte que no deja que lo atropellen".
      "No quiere realmente ser un guerrero pero tampoco quiere ser visto como alguien que tiene miedo de la guerra", explicó a la AFP este exasesor de Barack Obama.
      Otra paradoja: Trump, que siempre se burló de las indecisiones de su predecesor e hizo de la ruptura con el demócrata su marca de fábrica, es actualmente comparado con Obama por sus reticencias a recurrir a la fuerza.
      "Si el presidente Obama hubiera hecho respetar esta línea roja que él mismo se fijó, el desastre sirio hubiera terminado hace mucho", tuiteó en 2018.
      Tras haber anunciado que Estados Unidos estaba preparado para bombardear objetivos sirios luego que acusara a Damasco de haber perpetrado un ataque con armas químicas, el presidente demócrata dio marcha atrás, ante el estupor general.
      Obama y Trump tienen visiones del mundo indudablemente muy distintas pero comparten una convicción: las intervenciones militares estadounidenses en Medio Oriente no dieron los frutos prometidos.
      Muchos ciudadanos estadounidenses han manifestado su cansancio ante estas operaciones bélicas de contornos nunca bien definidos y calendarios imprevisibles.
      También está en cuestión la estrategia a medio plazo de Trump en relación a la república islámica después de que decidiera retirarse del acuerdo sobre el programa nuclear iraní que había negociado la administración de Obama.
      Para Robert Malley, el magnate neoyorquino aplica la misma teoría a Irán, Venezuela o Corea del Norte: declaraciones belicistas, presiones económicas y diplomáticas extremas y una promesa, reiterada una y otra vez: "si aceptan nuestras condiciones, la puerta está abierta para una relación extraordinaria con Estados Unidos".
      ¿Pero qué sucede con esta estrategia "binaria", se pregunta Malley, "si la presión, en vez de moderar la reacción iraní, sólo lleva a radicalizarla, como sucede actualmente"?

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