“¡Soy un pobre desgraciado! ¿Quién me libertará de esta vida dominada por el pecado y la muerte?” (Romanos 7:24 NTV).
¿Ya te has dado cuenta de que a menudo eres tu peor enemigo? Tus propias reacciones, miedos e insuficiencias pueden hacer que actúes de maneras tontas. Sé que eso es verdad para mí.
Necesito ser salvo de mí mismo porque hay cosas que no me gustan de mí, cosas que desearía haber hecho de manera diferente, cosas que me gustaría cambiar. Pero no puedo cambiarlas, al menos no por mi propio poder. Necesito una fuente de energía externa.
Tú puedes estar diciendo, “Puedo cambiar.” Odio decir esto, pero no puedes. Al comienzo de cada nuevo año, puedes hacer una lista de resoluciones, pero a finales de enero, esa lista se encuentra en la basura. ¿por qué? Porque no puedes cambiar por tu cuenta; necesitas el poder de Dios. Necesitas un Salvador, alguien que pueda hacer los cambios que no puedes hacer ti mismo.
Si eres honesto al respecto, a veces sientes que tu vida está fuera de control. Es un sentimiento bastante común. ¡Bienvenidos a la raza humana!
El apóstol Pablo se sintió así hace casi 2.000 años. Lo dice en la Biblia: “ ¡Soy un pobre desgraciado! ¿Quién me libertará de esta vida dominada por el pecado y la muerte? ¡Gracias a Dios! La respuesta está en Jesucristo nuestro Señor. Así que ya ven: en mi mente de verdad quiero obedecer la ley de Dios, pero a causa de mi naturaleza pecaminosa, soy esclavo del pecado.” (Romanos 7:24-25 NTV). ¡Esa es la respuesta!
Tal vez estés buscando esa cosa que te dará cumplimiento, significado y paz en la vida. Pero si no estás buscando la salvación en Jesús, estás buscando en todos los lugares equivocados, y por eso estás frustrado.
Algunos de nosotros pensamos que si pudiéramos casarnos, o conseguir cierto trabajo o un ascenso, o alcanzar un cierto nivel de riqueza, o tener un bebé, o ver a nuestros hijos graduarse, las cosas serían mejores. Mucha gente está buscando la salvación en un libro de autoayuda, terapia, una moda, una dieta o unas vacaciones.
Pero eso es mirar en los lugares equivocados.
La respuesta no está en tus circunstancias. No está en un lugar o un programa o una píldora. La respuesta es una persona: Jesucristo. Fuiste hecho por Dios y para Dios, y hasta que entiendas y aceptes eso, la vida nunca tendrá sentido.
Reflexiona sobre esto:
- ¿Cómo cambiaría tu vida si aceptaras plenamente tu dependencia de Jesús? ¿Cómo sería una fe “plenamente aceptada”?
- ¿Qué paso puedes dar para dar el control de tu vida a Dios? ¿Con qué frecuencia necesitas dar ese paso?
- ¿Qué significa ser hecho “por Dios”?
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