domingo, 29 de septiembre de 2019

José José: El triste adiós de un Príncipe


"La vida es muy corta, pero muy corta, por eso hago presentaciones cada vez que se me presenta. Yo amo cantarle al público, me rejuvenece". José Rómulo Sosa Ortiz, (1948 - 2019) dedicó a sí mismo sus canciones más tristes. Desde niño vivió tempestades familiares que moldearon su personalidad, como haber crecido en un hogar roto por el alcoholismo y el maltrato.
Con su muerte se apaga uno de los últimos íconos musicales latinoamericanos de la segunda mitad del siglo XX, un prodigio de la música, confeso de haber consumido cocaína y alcohol de modo suicida, empujado por un pasado de maltratos y por no saber manejar la fama. José José fue hijo de un alcohólico, y repitió el patrón.
Él mismo lo contó en distintas entrevistas cuando logró recuperarse de su enfermedad apoyado por la organización internacional Alcohólicos Anónimos. Con él hicieron un milagro, pero no pudieron sanar las heridas de su cuerpo: Sufrió pérdida de la voz, neumonía, caídas, diabetes, cirrosis, daños gástricos, parálisis, lesiones cardíacas, pulmonares, depresión, cáncer.
De su propia voz, rota por los estragos de la droga y del alcohol, el artista viajó por sus recuerdos para mostrarnos por qué el llamado Príncipe de la canción fue en realidad un hombre arruinado por el vicio pero redimido por el amor.
"Yo crecí en una dinámica de doble polaridad que me hizo mucho daño. Viendo beber a mi papá desde que tuve uso de razón y viendo callar a mi mamá también desde que tuve uso de razón. Mi papá era alcohólico y neurótico, violento. Me golpeó una vez y nunca más lo he podido olvidar. La golpiza me la dio por no aprender a decir por favor, pero yo sí lo estaba diciendo, solo que estaba tan asustado que no se me escuchaba. Entonces me tomó del cabello y me insistió, gritando, que dijera 'por favor', saqué fuerzas y lo dije", confesó.
"Mi papá también fue maltratado, no sabía mostrar una sonrisa. Papá se fugó de su casa porque mi abuelo quería que todas sus hijas fueran monjas y que todos sus hijos fueran sacerdotes. El único que se le escapó fue mi papá y se fue en un tren de carga desde Querétaro a vivir en la miseria hasta que a los 17 años lo aceptaron en el ejército para pelear en la guerra.
Allí vio cómo le mataron a su amigo de un balazo en la cabeza, estaba junto a él. Mi papá creció a golpes, encerrado en un sótano y hasta tenía que remojar la cuerda con que lo iban a golpear por haber quebrado un vidrio" dijo el cantante a la periodista Adela Micha para un programa televisivo difundido en México.
La película familiar, dura e injusta, marcó al niño José Sosa. Su padre era un reconocido tenor de ópera, su madre, Margarita Ortiz, era concertista de piano, una mujer que recibió gritos y golpes en presencia de sus hijos. "Tuve una educación extraordinaria para mi edad. Mi papá era primer tenor de la ópera nacional, cantaba con María Callas, con Giusepe Di Stéfano, pero era un energúmeno. Mi mamá era 'naif'".
Su primer acercamiento al alcohol fue a los 15 años. "Compré una botella de ron y me la tomé con mis amiguitos", precisa el hombre que en escenarios de todo el mundo prodigó romanticismo, elegancia. Fue el prototipo del bolerista, siempre de traje y corbata, aferrado al micrófono, de pie ante un público ignorante de su tragedia.
En su última presentación en Maracaibo, el miércoles 30 de julio de 2008, el público que lo esperaba el salón Mara del hotel Maruma representaba a tres generaciones. Abuelos, parejas con hijos que crecieron escuchando los LP de José José. Familias reunidas por su música. Fanáticas todavía enamoradas de aquel caballero que sacó lágrimas y suspiros a millones en medio planeta. Todos coreaban sus canciones como una herencia musical que el cantante agradecía conmovido. Su voz de barítono aparecía y rápidamente se ahogaba como un suspiro.
La estrella se apagaba, pero los aplausos le devolvían el ánimo. Celebraba los 45 años de trayectoria artística. Esa noche, José José regaló rosas rojas. Las lanzaba de una en una con sus manos enjoyadas, hasta que en una lanzada, uno de sus anillos salió disparado y cayó a los pies de una muchacha.
Ella y su madre tomaron la sortija de oro macizo que tenía grabada la cara de un tigre. Era una pieza grande para sus dedos delgados, pero era su anillo. Madre e hija acudieron hacia el fondo del escenario para llegar al artista, al tiempo que José José, advertido por lo sucedido, interrumpía su recital para hablar del profundo valor sentimental que esa joya representaba para él, y pedía que le fuera devuelta.
El equipo de seguridad permitió que ambas llegaran al pie del escenario, con la rosa y el anillo. José José las miró, se emocionó, tomó la mano de la joven, le dio un abrazo y agradeció la gentileza de las dos venezolanas que esa noche hacían la diferencia en este hombre tan acontecido.
El público le dio al astro José José el respeto que no recibió, en la vida real, José Sosa. Si el maltrato lo llevó al alcoholismo, el alcoholismo le presentó malas amistades y relaciones sentimentales complicadas. Estuvo casado con Natalia "Kiki" Herrera Calles (1971-1973), con Ana Elena (Annel) Noreña (1974-1991) y con su salvadora, Sara Salazar desde 1995 hasta el día de su muerte. Tuvo tres hijos: José Francisco (José Joel), Marysol Estrella y Sara (Sarita).
Su época más difícil fue la etapa con Ana Elena. Fueron los años de la cúspide y del desplome. También los años de los conflictos conyugales. José José señala a su esposa de despilfarrar su fortuna, de poner a sus hijos en contra y al hermano de ésta de empeñar equipos de luces y sonido de su propiedad hasta perderlos de forma definitiva.
Su cuñado, que lo acompañaba en los buenos tiempos, le había dejado sin los artificios que el artista presumía en sus shows. Fue el primer cantante en innovar con su nombre iluminando el escenario de los teatros. JOSÉ JOSÉ, en letras mayúsculas, iluminaron el Madison Square Garden, el Radio City Music Hall de Nueva York, el Auditorio Nacional de México. Éxitos como Gavilán o paloma, La nave del olvido, El triste, Desesperado, Amar y querer, Me basta, Lo dudo entre otros, eran himnos en todo el continente. Un total de 120 millones de discos vendidos le generaban ingresos millonarios, pero no supo disfrutarlos.
"En mi última fase de alcoholismo yo pesaba 40 kilos. Mis 'alimentos' diarios eran tres litros de tequila y un gramo de cocaína. Decepcionado de todo lo que estaban hablando Annel y mis hijos. Yo me fui de la vida porque mi vida familiar desapareció. Acabé viviendo en la calle, durmiendo en un taxi del llamado escuadrón de la muerte, todos perdidos en el vicio. Si alguien se moría, entonces tenías cama disponible para dormir esa noche. Cada vez que me despertaba preguntaba ¿por qué no nos hemos muerto?".
Como una máquina, José José era invitado a tomar hasta perder la conciencia, en ocasiones era el pretexto para que cantara en cualquier fiesta o reunión de amigos. No sabía detenerse. Daba dos conciertos de dos horas diarios, serenatas interminables pero aunque había vendido los discos más importantes de su carrera, no tenía dinero en el banco. Annel controlaba lo que el borracho olvidaba, acaso como víctima del cuadro doméstico en el que vivía. "Cuando nació mi primer hijo le juré que por él no iba a beber más, y al otro día llegué a las diez de la mañana borracho y me sentí terrible, lloré".
"Me harté y me fui al taxi. Unos amigos me rescataron, pesaba 40 kilos me llevaron a Dallas, en Estados Unidos. Llegamos luego a Minneapolis. Yo estaba tan mal que bajé a buscar el primer bar del aeropuerto, en la carretera preguntaba por el primer bar del camino. En el hotel lo único que me interesaba era el bar.
Me hospitalizaron varias veces, pero en esa ocasión me fueron a buscar los amigos de Alcohólicos Anónimos y me sentaron a escuchar una conferencia. Vi gente que quedó ciega por tomar alcohol industrial. Yo me veía solo, sin familia. Me dolió entender que yo era un enfermo alcohólico".
La cubana Sara Salazar, según el propio cantante, apareció de la nada. Ella se encontraba cerca del grupo de apoyo, no era su amiga, pero comenzó a impresionarlo por la dedicación para sacarlo de las calles.
"Se necesitaba a alguien que se hiciera cargo del enfermo, que era yo, y ella se hizo cargo". Sara, con quien tuvo a su hija menor, fue la mujer que logró la estabilidad emocional de José José y su rehabilitación. "Aprendí a meditar todas las mañanas, retomé mi agenda, trabajé diez años para recuperar mi voz pues yo iba a quedar mudo".
Pocos saben que antes de su salto a la fama, José Sosa era obrero de la industria litográfica. Mientras montaba prensas de impresión cantaba en inglés, imitando a los norteamericanos Tony Benet, a Johnny Mathis. Tocaba el contrabajo, aprendió a respirar viendo cintas de Barbra Streisand, a ella agradece haber potenciado su prodigioso instrumento vocal.
Pasó al orfeón de Eugenio Escárraga, con quien logró una primera grabación. Luego, interpretando el tema El Triste, ganó el tercer lugar en el Festival Latinoamericano de la Canción, predecesor de la OTI, y desde entonces la fama no se detuvo.
"El Triste fue una canción para mí", sentencia como si fuera ley divina que muchos de nuestros héroes populares canten sus propias tragedias.

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