EL EMERGENTE
Por Ignacio Serrano
Jesús Aguilar recibirá la oportunidad de defender a tiempo completo la primera base de los Marlins de Miami en 2020. Es una muy buena noticia, que se concretó antes de los Mítines Invernales de las Grandes Ligas y que en cierta manera nos ha puesto a pensar en la encrucijada que otro célebre inicialista venezolano encaró décadas atrás, para bien del beisbol criollo y su fanaticada.
Hablamos, claro está, de Andrés Galarraga en 1993.
Galarraga, al igual que ahora Aguilar, sufrió un bajón en su rendimiento con el madero que puso en duda su permanencia en las Mayores. Fue una estrella en ascenso con los Expos de Montreal, pero sus últimas dos campañas con los canadienses y la única que tuvo con los Cardenales de San Luis le dejó en el mercado de agentes libres sin muchas opciones que elegir.
Fue entonces cuando apareció Don Baylor, con el llamado de los Rockies de Colorado. El resto es historia.
El Gran Gato pasó a ser una de las principales fuerzas ofensivas de la gran carpa, campeón bate en ese mismo año 93 y sacó más de 40 cuadrangulares en tres zafras distintas, incluyendo su primera con los Bravos de Atlanta, ya en 1998.
Aquel Galarraga esperaba con fruición conseguir un lugar dónde mostrar su talento. Todavía no se había mostrado como el gran jonronero que llegaría a ser en la MLB, pero había soltado cuadrangulares laberínticos en Venezuela, con los Leones del Caracas, y su fuerza no estaba en discusión.
Aguilar tiene una ventaja sobre su célebre compatriota, y es que ya en una oportunidad resultó uno de los principales artilleros en la Liga Nacional. Incluso fue llevado al Derby de Jonrones en 2018, gracias a su despliegue en aquel torneo.
¿Qué le espera en Miami?
Lo primero es positivo: el plan es que sea titular. Si puede replicar su cosecha de hace dos justas, cuando largó 35 bambinazos, con más de 100 empujadas y un average que rondó los .300 casi todo el año, le dará a su nueva divisa un madero formidable a un muy bajo costo. Después de todo, le pagarán lo que diga el arbitraje, que no será mucho; puesto que cobró menos de 700.000 dólares en su última pasantía por Milwaukee y viene de un desempeño discreto, no debería superar los 2 millones de dólares con los floridanos.
Si juega todos los días, como se espera, tendrá la posibilidad de poner números. Se mantiene en la Nacional, un circuito que conoce, aunque sí hay un cambio que le exigirá: le tocará adaptarse a un escenario donde es difícil sacar la pelota del campo.
El Marlins Park es largo por el left, con 344 pies, y por el center, con 407. Por la raya del right es un estadio casi convencional, con 335 pies.
Tales dimensiones, junto a la altura sobre el nivel del mar, casi en cero, y la alta humedad de la ciudad, hicieron que en 2019 solamente hubiera menos jonrones en otros dos lugares: el Kaufman Stadium de Kansaas City y el Oracle Park de San Francisco.
A eso también ayudó que no hubiera sluggers como Aguilar en el lineup de los orientales, pero en el fondo se trata de una tendencia reforzada por el paso del tiempo, debido a las características del sitio. Por ejemplo, en 2017, con Giancarlo Stanton y sus 59 bombazos en la alineación de los Marlins, la frecuencia de cuadrangulares fue casi igual que ahora y el parque quedó en la casilla 25 entre los 30 donde se juega en la gran carpa.
No quiere decir eso que la nueva casa del aragüeño sea un cementerio de bateadores. Simplemente, deberá adaptarse a vivir lejos del amigable Miller Park. Los amplios espacios de la estructura donde ahora será homeclub invitan a irse por los callejones, a elevar el average y sumar dobletes. En ese sentido, el Marlins Park es ofensivo, al punto de que ocupó el sexto lugar en 2019, medido por el promedio de carreras que allí se anotan contra las conseguidas en los demás escenarios.
Nada de eso vale tanto como saber que estará todos los días en el campo.
Los peces están en proceso de construcción y quizás le utilicen luego como pieza de cambio. O quizás no. Pero al menos desde el Día Inaugural tendrá un lugar dónde demostrar que es un bateador puro, que su llamado al Juego de Estrellas de hace dos torneos no fue casual.
Le toca consolidar su carrera, como hizo Galarraga en 1993.
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Columna publicada en ElNacional.com, el miércoles 18 de diciembre de 2019.
Ignacio Serrano
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