El informe 'Un cuento de dos continentes', de Oxfam, evidencia la creciente desigualdad en África. Dos realidades conviven sin perspectivas de cambio salvo que los Gobiernos tomen medidas
Kibera, el asentamiento informal más grande de África, está situado en Nairobi, capital de Kenia, y en él se estima que viven alrededor de un millón de personas en situación precaria y sin acceso a los servicios más básicos como agua, electricidad o saneamiento. |
Mientras se reunía en Ciudad del Cabo el World Economic Forum on Africa el pasado septiembre, la organización Oxfam publicaba un informe de su equipo Panafrica que viene a ser aviso para navegantes globales y pone el acento en esas dos áfricas que, efectivamente, crecen: la rica y la pobre. Ambas en la dirección menos deseable para un progreso común y equitativo: hacia los extremos.
En Ciudad del Cabo (Sudáfrica) los Gobiernos de una veintena de países africanos se reunieron exultantes hace unos días, dando un hurra al recién firmado Tratado de Libre Comercio continental (AfCFTA) que evitará fronteras y tasas a los productos, y asegurando que este va a ser el siglo del continente. En boca del presidente sudafricano: "El futuro es grandioso y brillante para el continente africano, y si alguna vez hubo un momento en que definitivamente se podría decir que África está creciendo, este es tal momento". "Este es el siglo de África", dijo.
Grandes palabras que para los autores del informe de Oxfam, A Tale of Two Continents, Emma Seery, Joab Okanda y Max Lawson están un tanto vacías.
La desigualdad es el máximo común denominador en muchos lugares del mundo. Pero en pocos, con excepción de Latinoamérica, tan lacerante e inmensa como en cualquier país africano, allí donde se parte de la zona más baja de cualquier tabla. Familias en la pobreza absoluta; ciudades y poblaciones que carecen de los mínimos servicios en agua, electricidad, saneamiento; mujeres y niños que mueren como moscas; niñas que son como el saco de boxeo adonde van a parar todos los golpes; conflictos y cambios climáticos que azotan a los que menos tienen. Eso existe.
Pones el pie en cualquier rincón de África y está ahí, bien presente (en Sudáfrica, en Nigeria, en Esuatini, en Kenia...). Como lo está también la clase media emergente, urbana, cosmopolita, formada, conectada, cool... Y la élite, que controla negocios, tiene poder, coches a la última, casas ricas en edificios lujosos en barrios de ciudades que progresan y se modernizan. Un socavón social al que se suele llamar brecha en plan políticamente correcto.
"Un chico de una familia rica tiene un tercio de oportunidades de continuar sus estudios de secundaria; una chica de un familia pobre, una entre 250
Entonces, ¿qué tienen en común los tres hombres más ricos y los 650 millones más pobres en África? Solo estos tres súper billonarios africanos (por si tienen curiosidad se trata de Aliko Dangote, Nicky Oppenheimer y Johann Rupert) acumulan la misma fortuna —de hecho es un poco más— que esos millones de personas que representan el 50% de la población de África más desfavorecida. Una brecha que parece insalvable: siete de los países más desiguales del mundo y 87% de los pobres extremos, según el Banco Mundial, se encuentran en África. El 0,0001% posee el 40% de las riquezas del continente entero. Y eso tiene un reflejo en muchos aspectos de la de vida cotidiana: "Un chico de una familia rica tiene un tercio de oportunidades de continuar sus estudios de secundaria; una chica de un familia pobre, una entre 250", se lee en este informe de Oxfam elaborado en Kenia. "Los autores forman parte de lo que llamamos equipo Panafrica, y su objetivo es intentar presionar e influenciar sobre la Unión Africana y los organismos regionales para actuar; ellos son los que han decidido lanzar este informe ante la necesidad acuciante de dar visibilidad al problema", cuenta Alex Prats, responsable de desigualdad de la ONG.
Los dos quesitos de la tarta
EL GRAN PELIGRO
L.H.M
De muchas maneras y en muchas ubicaciones distintas, este mes de septiembre se habló mucho de la desigualdad en el continente. Muchas organizaciones han aprovechado la celebración de la Asamblea de Naciones Unidas hace apenas dos semanas en Nueva York para lanzar sus publicaciones (como la Fundación Gates con su Goalkeepers Report) y recalcar el peligro que supone este brecha para el desarrollo y la propia historia de los países y de la Humanidad. La revista NewAfrican, una de las superventas, le dedicó portada y número especial al tema durante ese mes con un mensaje de acción para navegantes: Desigualdad en África. Cómo construir un futuro más justo. En la apertura, el editor de la publicación, Anver Versi, señala lo irónico que resulta el hecho de que mientras el mundo entero es más prospero que nunca en su conjunto, la desigualdad resulte mayor. Y no remita. La brecha es intra e internacional. Y bastan los datos. Uno, según el Credit Suisse's Global Wealth Report de 2018 es llamativo: la riqueza per capita media para adultos en África es de 4.138 dólares; en Norteamérica, de 391.690.
Hay varios importantes mensajes en este trabajo. El primero es que la crisis de desigualdad es global y África está atrapada también en ella, a pesar de que a veces se asegura que no es así. "Y lo está de un modo extremo pues sabido es que un pobre en el continente lo es en dimensiones absolutas y de muchas maneras juntas. El segundo, que al igual que sucede en otros lares, el número de multimillonarios ha crecido y la pobreza extrema también. Es decir, esos dos quesitos de la tarta están bien surtidos. Entremedias de ellos, hay poco más: la clase media existe, pero avanza cual tortuga. "Hay una lucha entre los países por ser competitivos, ofreciendo ventajas fiscales y de inversión a empresas o multinacionales y lo que hacen es condenar a su población", señala Prats.
¿Qué deberían hacer los líderes africanos? Lo señala también el informe desde su inicio, en boca de la que hasta hace muy poco era la directora de la ONG, Winnie Byanyima. Tienen una elección clara que tomar: pueden seguir empujando a sus ciudadanos hacia la senda de la desigualdad y la pobreza o pueden tomar otra dirección: "Elegir una vía de prosperidad e igualdad para la mayoría no solo para una minoría, promoviendo y mejorando la recogida de impuestos, invirtiendo en servicios públicos de calidad, eficientes y en igualdad de género y en redes sociales de salud y educación, y protegiendo los derechos de los trabajadores por un trabajo y salario digno", señala.
Uno de los ejemplos sangrantes del continente es Suazilandia (ahora llamado Esuatini por decisión de su rey). Es el país más desigual del continente, según este informe. Un potentado local, Nathan Kirsh, posee 4.900 millones de dólares de fortuna. "A un trabajador de uno de sus restaurantes le costaría 5,7 millones de años conseguir tal cantidad de dinero". Nigeria no se queda atrás: la fortuna combinada de las cinco personas más ricas sería suficiente para terminar con la lacra de pobreza del país y con las situaciones de desigualdad de las niñas allí, por ejemplo, que representan el 60% de los menores de edad que no van a la escuela.
Algunas soluciones
Oxfam insiste en varias vías de acción a la hora de paliar el problema. Uno es que el sistema tributario es nefasto y debe ser cambiado. "Para hacerse una idea, en España se recauda el doble que en África. Además, el 75% de las fortunas de los multimillonarios africanos se encuentra en paraísos fiscales, con lo que eso representa en recaudación de impuestos. Un total de 14.000 millones de dólares de pérdidas fiscales. La única vía de los gobiernos para tener más recursos pasa por aumentar su recaudación y se puede hacer vía tasas a la riqueza, al patrimonio, a la ganancia de capitales", según Prats. Y en un escenario en que el 80% del empleo es informal (el Global Entrepreneurship Monitor asegura que 1/3 de adultos en edad de trabajar en África tiene o piensa montar su propio negocio mientras que en Norteamérica es 1/6 y en Alemania 1/20), el capítulo de mejora de los salarios es fundamental: "Deben garantizar una vida digna. No puede ser que un país como Senegal tenga solo un 4% de empleos formales".
El informe cita como casos positivos a Etiopía, Namibia y Sudáfrica, donde, según los investigadores, existe un alto índice de compromiso en la reducción de la desigualdad, un índice introducido por Oxfam para medir los esfuerzos de cada país en tal objetivo. La deuda es el tercer factor a controlar o corregir, dado que 16 países africanos están enfrentándose a sus pagos en estos momentos: "Y esto implica que deben recortar presupuestos y lo suelen hacer en educación, salud...". Y la lucha contra el cambio climático, el cuarto, un asunto urgente y delicado y que muestra en sí una paradoja y una enorme injusticia: África apenas contribuye a las emisiones que lo originan, pero está siendo ya uno de los lugares más afectados.
"Aún así, soy optimista", termina Prats. "Aumenta la pobreza extrema, pero la relativa ha disminuido; e incluso la recaudación tributaria ha mejorado de un 16 a un 32%. Además, se aprecia bastante la concienciación creciente de la población africana sobre la desigualdad, hay mucha pelea, mucho activismo de la sociedad civil en países distintos que reclama cambios de políticas o al menos de las manos que controlan el poder". Y este mismo informe responde a la demanda de información continental sobre ello.
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