A un año de la estrategia del 23 de enero de 2019 Juan Guaidó no ha logrado umplir su mantra, pero se consolida al mando de la oposición con amplio respaldo internacional y Maduro pasa a la ofensiva por las parlamentarias.
A un año del 23 de enero de 2019, cuando Juan Guaidó se autojuramentó como presidente (e) de Venezuela, valiéndose en un estatuto de transición que la Asamblea Nacional aprobó, la dinámica de la crisis política del país cambió. Guaidó se hizo del liderazgo de la oposición con un firme respaldo internacional de más de 50 países; pero Nicolás Maduro continúa en Miraflores como Jefe del Estado y la crisis del país escala día a día a niveles inéditos.
El mantra del cese de usurpación, gobierno de transición y elecciones libres se convirtió en una cruzada que Guaidó convirtió en lema de una oposición que, finalmente, veía en el ingeniero de 36 años una cabeza conductora fresca que insufló de ánimo a una calle que, después del 2017, parecía aletargada.
Elegido diputado en 2015 en una región con gran influencia chavista, Guaidó saltó a los primeros planos ante la pérdida de los principales líderes de Voluntad Popular por acusaciones que los llevaron a la cárcel, al exilio o a refugiarse en sedes diplomáticas como en el caso de Leopoldo López, liberado de la prisión domiciliaria por su delfín en la intentona del 30 de abril frente a La Carlota, una movida que el chavismo cobró minando la mayoría opositora en el Parlamento.
El 30 de abril, un pequeño grupo de militares se alzó contra el gobierno. Guaidó llama a tomar las calles hasta lograr la caída de Maduro, quien denunció un "intento de golpe de Estado". La jugada terminó con una treintena de parlamentarios en el exilio, la mayoría de ellos acusados de sedición por el Tribunal Supremo de Justicia, en una persecución que la oposición ha denunciado en todos los frentes.
“No es esta, una batalla de fechas épicas, ya es, por la fuerza de los hechos históricos y la deriva autoritaria-militarista del gobierno de Maduro, un proceso difícil, complejo de altos y bajos pero, al final, se impondrá la fuerza del pueblo que sufre pero que tiene plena conciencia de que vencerá frente a este tiempo de mengua económico y humano que impuso la élite gobernante”, interviene el exministro del chavismo Rodrigo Cabezas.
“En la batalla histórica por restablecer los valores de la democracia, el estado de derecho y la vigencia del respeto a los DD HH, es indudable que los procesos sobrevenidos desde la elección de Juan Guaido lograron reposicionar a la AN como la principal trinchera política del país que mayoritariamente reclama un cambio democrático”, agrega el antiguo dirigente, distanciado del chavismo.
En un país víctima de la “fatiga” de una crisis inédita, que el historiador zuliano Ángel Lombardi sitúa en los niveles de la postguerra independentista, no haber cristalizado el mantra a lo largo de ya un año ha pasado factura al líder opositor.
Los “demonios” de una oposición históricamente fragmentada han pasado factura, aunque está claro que los tiempos de la oposición los sigue manejando Guaidó. Según la encuestadora Datanálisis, la popularidad de Guaidó ha caído de 63% a 38,9%, pero más allá de los números, su nombre sigue largamente como el del líder mejor valorado del país.
Tablero geopolítico
El espaldarazo de EE UU y la administración Trump fue la primera en llegar para el ingeniero, un político más bien de perfil moderado. En el corazón de la estrategia estadounidense están sanciones financieras del gobierno de Donald Trump, que incluyen desde abril pasado un embargo al crudo venezolano. Washington entregó a Guaidó el control de cuentas bancarias y del refinador Citgo, a favor del cual emitió una licencia para protegerlo de acreedores de la deuda externa venezolana, de unos 150.000 millones de dólares.
En el plano internacional, el respaldo hacia Guaidó se mantiene, con sus bajas como la de Argentina y México, pero sumando duros con Uruguay, Bolivia, por solo hablar del vecindario. Lo único que parece claro, en esa misma comunidad internacional, es que la cruzada es menos inmediatista y más de proceso.
Aunque los objetivos máximos de la estrategia del 23 de enero no se han podido cumplir como más de uno creyó en sus cálculos, en el 2019 la oposición recuperó la capacidad de ofensiva en la estrategia política y volvió al Gobierno un actor reactivo, una ecuación que se ha movido de un lado hacia el otro en los primeros 23 días de enero de este año.
Los hechos del 5 de enero, cuando el Gobierno apoyó un viraje con el desconocido Luis Parra al frente del Parlamento para desbancar a Guaidó ha terminado eyectando al ingeniero que por estos días, por ejemplo, estará en el Foro Económico Mundial de Davos, donde aunque no recibirá un baño de pueblo, sí recibirá el respaldo más absoluto de las potencias internacionales, frente a los apoyo de Rusia y China que, en el tablero de la geopolítica mundial, reposa la Administración Maduro.
Aunque el Gobierno ha tildado de “intrascendente” la gira de Guaidó, las imágenes de respaldo de los centros de poder del mundo se han multiplicado. Los apoyos de las potencias del mundo, EE UU, Reino Unido, Alemania, la mayoría de los países de la Unión Europea y un largo etcétera han ratificado a Guaidó en su desafío al chavismo.
El camino electoral
Puertas adentro, la convocatoria a una elección presidencial luce como una quimera para este año, el Gobierno ha logrado imponer el móvil de las parlamentarias y avanza claramente hacia su objetivo, ahora con dos asambleas, una que reconoce, al mando de Parra, pero con una minoría de votos que no le permiten, por ejemplo escoger un nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE) y otra, la de la mayoría opositora que resiste sesionando en las calles.
Desde que comenzó el año, el grupo liderado por Guaidó ha tratado sin éxito de hacer sesión en la sede de la Asamblea Nacional (AN, Parlamento). En diversas ocasiones, grupos de las fuerzas de seguridad del Estado así como los "colectivos", grupos de civiles que la oposición considera paramilitares y que usualmente van armados, han impedido el acceso e incluso los han agredido.
Con el camino más corto hacia una negociación dinamitado, la clave escogencia de un nuevo CNE para cualquier elección no hace sino jugar a favor del Gobierno y dividir más a la oposición.
Sin que hasta ahora Guaidó haya definido públicamente si van o no a las parlamentarias, abandonar ese terreno pone en riesgo, para la oposición, el control del Parlamento, único espacio reconocido por la comunidad internacional y panacea de la encargaduría presidencial que enarbola el líder opositor.
En el terreno electoral, el otrora “coco” de quién sería el candidato opositor ya no existe. Todas las generaciones que hacen vida en la coalición opositora tienen claro que el ingeniero y diputado ha hecho sus deberes si se trata de unas presidenciales. Si el asunto va más por las parlamentarias, entonces los partidos tienen varias tareas pendientes: movilizar a sus electores, defender el voto y, el más importante, recuperar su participación legal, sin vetos; tarea esta que pasa, inexorablemente, por un acuerdo político.
Todo un laberinto el de la crisis política venezolana en la que el Gobierno de Maduro parece tener clara una estrategia de tres paradas: la presidencia de la AN (la cumplió a un altísimo costo), que el TSJ escoja el nuevo CNE y adelantar las parlamentarias.
Mientras la oposición de Guaidó inclina a su favor el escenario geopolítico, pero tendrá que definir, pronto, si puede hacer valer el enorme rechazo hacia el Gobierno en unas elecciones que tengan, al menos, un mínimo de condiciones para participar, un CNE capaz de generar credibilidad en el país, destapar la caja de pandora del registro electoral y que la diáspora vote, podrían abonar esa salida electoral .
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