Finalmente pareciera que estamos muy cerca del final de esta etapa de la crisis venezolana. Me refiero a lo del día de hoy, ya que después vendrá la no menos complicada tarea de la construcción del nuevo país que deseamos. En todas las etapas será indispensable mantener una unidad esencial. Todos los factores políticos, económicos y sociales deberán compartir objetivos comunes, dentro del pluralismo propio de las democracias auténticas.
No vale la pena repetir diagnósticos sobre una situación que todos conocemos, pero estamos cerca de lograr los objetivos propuestos al comienzo del año pasado. El régimen está mal. Muy mal. La desesperación y la angustia se notan en cada intervención de los voceros más importantes. Además de haber sido desbordados por una crisis provocada pero muy mal manejada, el temor de la rendición de cuentas, de no saber qué hacer ni hacia dónde ir ante el creciente rechazo internacional, los lleva a cometer más errores todos los días.
Lo dicho no significa que en el campo de la oposición todo sea color de rosas. También hay diferencias y problemas que van más allá de lo conveniente, pero están siendo superados, o al menos diferidos para más adelante. He dicho en varios escenarios que estamos mucho mejor en este enero que como estábamos hace un año. La gira internacional del presidente (e) Juan Guaidó ha generado activo entusiasmo y optimismo dentro y fuera del país. Ya tendremos oportunidad de evaluarla como corresponde cuando llegue a su final.
Sin embargo, no podemos perder la iniciativa. La Alianza Nacional Constituyente, bajo la dirección de Enrique Colmenares Finol, junto con otras organizaciones y personalidades, han propuesto la realización de una gran consulta nacional plebiscitaria, liberadora para algunos, como instrumento eficiente que permita determinar con claridad la voluntad de los ciudadanos sobre la permanencia del régimen, la salida de Maduro y lo relativo a la transición hacia una elecciones presidenciales libres y democráticas con observación internacional.
Es tiempo para generar una nueva discusión sobre este tema que, en mi opinión, adquiere extraordinaria vigencia. Pero hay que hacerlo rápido, sin vacilaciones. Se trata de una oportunidad enorme para revisar con seriedad tanto el registro electoral como la situación de los compatriotas que están en el exterior. Después de una jornada de esta naturaleza, absolutamente constitucional y políticamente inobjetable, la mesa quedará servida para el cambio radical y profundo por el que estamos luchando.
Se trata de algo muy concreto y perfectamente posible. Con mayor profundidad que la muy útil jornada del 16 de julio de hace unos años y, además, la convicción de que sería la estocada final. El pueblo ejerciendo su soberanía y ordenando las tareas a cumplir.
oalvarezpaz@gmail.com
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