Los gimnasios, clubes deportivos e instalaciones públicas suman cada año más personas mayores que hacen ejercicio para socializarse y mantener la salud
Madrid
La tendencia no tiene freno. Clubes deportivos, gimnasios de todo tipo e instalaciones municipales lo registran en sus estadísticas: cada año se incrementa el número de practicantes que pasan de los 65 años. No es la tercera edad, es la segunda juventud. Y los beneficios son evidentes. Más energía, un nuevo entorno social, mayor calidad de vida. [VER FOTOGALERÍA]
Ángel Martín, de 86 años, y Antonio del Barco, de 85, llevan, respectivamente, cuatro y seis décadas jugando al tenis. Practican dos o tres veces por semana en el Club de Tenis de Chamartín, el único club de España que tiene siete jugadores de esta disciplina por encima de los 85 años. Después del entrenamiento, se quedan al aperitivo y a veces a comer; el deporte es su manera de mantener una vida social activa. “Para nosotros lo más importante es la familia que hemos hecho”, comenta Del Barco. Paul Richardson (72 años), Inés Martínez (71), Emilio Rincón (85) y Conchi González (68) completan el equipo de tenistas en un club que apuesta por los veteranos. De 547 jugadores de tenis, 106 tienen más de 65 años. Javier Bolívar es su entrenador: “Da gusto verles jugar. El tenis es parte de su vida, aquí socializan”, comenta tras el ejercicio en la pista de tierra.
Los seis resaltan la diferencia que notan en el cuerpo, en la cabeza y en el espíritu con sus coetáneos que no se ejercitan. “Cuando me renuevo el carnet de conducir los profesores se quedan alucinados con mis buenos reflejos”, cuenta con orgullo Del Barco. Martínez y González, las dos féminas del grupo, además de dos entrenamientos semanales, juegan cada miércoles en la liga de mujeres de más de 35 años. Día tras día han vencido el esfuerzo de plantarse en la pista hasta que han hecho de la raqueta algo imprescindible en su semana, y no piensan cambiarlo: “Vamos a seguir hasta el cuerpo aguante”.
Mikel Izquierdo es catedrático de Ciencias de la Salud y trabaja en el proyecto Vivifrail, dedicado a elaborar un programa de ejercicio físico para las personas mayores de 70 años. Según Izquierdo, hay tres áreas en las que el deporte ayuda a las personas mayores. Lo primero, en la calidad de vida a través de la mejora de la capacidad funcional y la fuerza física. Es decir “significa poder ir al parque, poder jugar con sus nietos, poder ir a tomar un café con su hija”, explica. También les ayuda a “poder tener la cabeza en su sitio”: interactuar con el entorno y con personas. Y por último, la protección frente a enfermedades cardiovasculares y metabólicas como obesidad y diabetes.
Fuera de los gimnasios, también hay quien se junta a hacer deporte de manera independiente. Juanjo Talavera, de 53 años y Marcelino Blázquez de 76 años, se conocieron en el Centro Tao Lin y pertenecen al mismo grupo de Tai Chi, que ahora se organiza por libre para seguir practicando. “En exterior es mejor, conectas más con la naturaleza”, explica Talavera. “No es un deporte de marcas, de logros, de competición deportiva, con lo cual la diferencia de edad se nota menos”, continúa. Blázquez, que también practica media hora de bicicleta eléctrica todas las mañanas, asegura que le cuesta ejercitarse más que antes, pero que aquel que se sienta a ver la televisión, “es el que está perdido”. “Yo soy mayor, pero no viejo”, asegura.
Merche Martín Crespo es la entrenadora de aquagym, una de las disciplinas más populares entre los mayores. El éxito de esta actividad es tal que hay 35 personas esperando para entrar en su entrenamiento. En el Polideportivo Municipal La Mina de Carabanchel, su grupo (en su mayoría mujeres) ha hecho pandilla y enlazan más actividades: después van a yoga, a bailar o a hacer patchwork. Los beneficios de este deporte, como explica Martín, son muy concretos: al no tener gravedad es más fácil moverse y ejercitar la movilidad articular.
Como ellos, cada vez más personas mayores -profesionales o aficionados- se animan a practicar ejercicio como una vía para mantenerse en forma y conservar su vida social. En los gimnasios públicos del Ayuntamiento de Madrid, las plazas ocupados para personas mayores aumentaron en 2019: pasaron de 14.171 en 2018 a 14.779.
Algunos se unen a una edad avanzada y otros llevan toda la vida, como Eduardo Calvo, quien lleva 61 años esquiando sin parar. “¡Ni en la Mili!”, asegura, “me fui destinado a Austria un mes y pude seguir practicando”. A sus 65 años, es el presidente del Club de Esquiadores Veteranos de Madrid, con 35 socios, que participan en la copa de España de la Federación Española de Deportes de Invierno y viajan a pistas de Sierra Nevada y Formigal.
A veces, cuenta, se le resiente la rodilla, pero no cuando esquía, sino en su vida diaria. Así que sigue al pie del cañón: a través de un grupo de Whatsapp, los esquiadores del Club se reúnen una vez a la semana para deslizar por la nieve: “Somos los locos que todos los jueves de 20 a 22 estamos en Xanadú haciendo Slalon”. Calvo fue operado de joven del “dedo del esquiador”, conocido con ese nombre por ser una lesión típica de los esquiadores. Según el catedrático Izquierdo, no hay un mayor índice de lesiones en personas mayores. Las lesiones que se dan en las personas mayores son las mismas que en personas jóvenes; son aquellas asociadas a la disciplina concreta, no a la edad.
El grupo Muévete más reúne a personas mayores en cinco parques de Madrid para realizar diversas series de ejercicios. En las clases, los asistentes mejoran la agilidad, la flexibilidad, la coordinación y la fuerza, cuenta Eduardo Portela, entrenador del grupo del Retiro. El rango de edad llega hasta los 91 años. Los beneficios: calidad de vida, desde mantener la vida social hasta poder ir a la compra o beber un vaso de agua. “Es una buena manera de luchar contra la soledad, algo muy importante para las personas mayores” concluye Portela.
Cualquier disciplina es adecuada para seguir en movimiento, incluso los bolos. Es el caso de Manolo Casado, que tiene 84 años y todas las semanas participa en un liga empresarial en la que es el más mayor. “Estoy como si tuviera 25 años”, asegura. Casado, que se ha hecho amigos en el campeonato que le han durado años, también camina diez kilómetro al día. “Si no haces nada, estás perdido”, cuenta. Ha valorado retirarse, reconoce, aunque luego se lo piensa mejor: “En realidad, si no me duele nada, ¿por qué iba a parar?”.
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