Así te avisa tu cuerpo de que el empleo que tienes te pone enfermo
No es culpa nuestra ni del empleo, la profesión o de cómo interpretamos el concepto de trabajar, pero hay muchas personas que están quemadas con su trabajo. En el fondo no lo odian, el problema es que hoy en día los hay que "son cada vez más psicológicamente tóxicos o nocivos", según Iñaki Piñuel, profesor de la Universidad de Alcalá y experto en la evaluación y prevención del mobbing. Tanto como para que el cuerpo acabe quejándose a voz en grito.
Elisa Sánchez, coordinadora del grupo de trabajo de Psicología y salud laboral del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, asegura que podemos establecer un paralelismo entre un trabajo y una relación tóxica. La primera consecuencia, explica Sánchez, es emocional: "Pensamientos como 'me siento desbordado, o desbordada', o algo más mental (estás desmotivado para ir a trabajar, te cuesta levantarte para ir al trabajo o no encuentras nada que te haga mirarlo positivamente)". Pero también hay manifestaciones físicas del odio al trabajo. Presta atención a estos síntomas porque, si se mantienen en el tiempo, son el signo de que tu cuerpo está pasándolo verdaderamente mal.
Confusión, olvidos e hipersensibilidad a la crítica
"La principal emoción que surge relacionada con estas situaciones es la ansiedad que, mantenida en el tiempo, se convierte en estrés", explica Sánchez. Según la Encuesta Europea sobre Salud y Seguridad Ocupacionales de 2013, la mitad de los trabajadores europeos (51%) percibía el estrés como algo habitual en su entorno de trabajo. ¿Cuál es el problema? Que no sea un pico de trabajo, sino que se alargue en el tiempo. Por ejemplo, según el estudio Percepción y hábitos de la población española en torno al estrés, elaborado por los laboratorios Cinfa en 2017 y avalado por la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés, la mitad (49,5%) de los españoles que sufre estrés por su relación con sus superiores desarrolla algún tipo de enfermedad física o problemas emocionales, como la ansiedad y la depresión.
Como revela el estudio de Cinfa, la irritabilidad es el primer síntoma percibido por la mayoría de encuestados que sufre estrés (46,8 %). Fue también el signo principal en todas las Comunidades Autónomas excepto en Cantabria y Navarra, donde predominó la ansiedad. La Organización Mundial de la Salud también indica otros síntomas cognitivos a medio plazo como confusión, dificultad para concentrarse o para tomar decisiones, olvidos frecuentes e hipersensibilidad a la crítica.
Una pasarela del dolor de cabeza al insomnio
El estrés activa el organismo para poder dar respuesta a una situación amenazante; por eso se tensa cuando estamos ante una situación estresante. Si no se resuelve y es constante, seguiremos estando tensos y, a largo plazo, eso puede generar dolores musculares, de espalda, de cuello o de cabeza, así como la aparición de migrañas.
El insomnio, que puede ser de muchos tipos distintos, es referido por el 38 % de los encuestados en el estudio de Cinfa y la fatiga física, por el 29 %. "El cansancio que generan estas situaciones, no solo físico por dedicarle muchas horas, sino por no descansar bien, va generando esta situación crónica que se va empeorando con el tiempo", indica Iñaki Piñuel.
El aparato digestivo, una diana clásica
Solo la perspectiva de que debes volver a un puesto de trabajo que odias puede traducirse en molestias gástricas, diarrea o estreñimiento, gastritis, dolor de estómago e incluso náuseas y vómitos. A causa de la cantidad de hormonas que se liberan por el estrés y el mayor ritmo cardiaco y respiratorio, también aumenta el ácido que segrega el estómago y podemos notar más reflujo.
Todos los síntomas anteriores –explica Sánchez– no aparecen de repente, sino que "normalmente tenemos un 'órgano diana', una parte de nuestro cuerpo que posiblemente por genética, es más vulnerable y cuando tenemos estrés notamos más los síntomas en esa zona del cuerpo". El aparato digestivo es una diana clásica de los trabajos "malditos".
A menos felicidad en el trabajo, más resfriados en invierno
El disgusto laboral conlleva más predisposición a ponernos enfermos o a coger resfriados. La explicación es que, cuando se expone a un sujeto a los virus del resfriado, la incidencia de infecciones es mayor si hay estrés –entre un 27% y un 47% más alta, según un estudio publicado en la revista The New England Journal of Medicine–, presumiblemente por las fluctuaciones en el sistema inmune. Otra forma de alterar la reacción de este sistema y acabar siendo más proclive a los resfriados es haber adoptado estrategias de comportamiento negativas. Como explica Piñuel, el estrés laboral nos hace más proclives "a generar adicciones secundarias 'para superar el tirón' y compensar lo que nos provoca ese trabajo".
Sin ganas de nada, sexo incluido
Cuando una persona odia su trabajo, es habitual que llegue a un punto en que "el cuerpo no está para nada, nada le produce placer; se llama anhedonia, y dentro de esta hay que incluir la inapetencia sexual: cuando alguien piensa que cada día le espera la vuelta a ese gulag, a ese puesto de tortura, no está pensando en nada más que en eso. Olvídate de mantener relaciones sexuales, de disfrutar de ellas…", indica Piñuel.
Sánchez explica que esta es una respuesta biológica y fisiológica: ante el estrés, el cuerpo "segrega cortisol y el cuerpo se prepara para atacar o huir; para sobrevivir de forma física como individuo, no se prioriza la supervivencia de la especie". Es uno de los síntomas que llevan a las personas a solicitar ayuda psicológica, porque también afecta a su relación de pareja, revela Sánchez.
Dermatitis, eccema e intolerancias alimentarias
Piñuel describe otra de las reacciones sintomáticas típicas de este "odio" al trabajo: las reacciones dermatológicas. "Son muy típicas, muchas personas aparecen con alergias que se desarrollan incomprensiblemente, y el origen realmente es la alergia a las condiciones de trabajo que tienen. También desarrollan, a causa de ese estrés crónico, intolerancias alimentarias", explica. Los científicos creen que el motivo es que el estrés aumenta la reacción del sistema inmune ante los alérgenos, y hay estudios que han comprobado que empeora las alergias existentes, tales como el asma, la rinitis alérgica, los problemas dermatológicos como el eccema o la dermatitis atópica.
Tu corazón va a mil por hora… hasta que no puede más
En respuesta a las hormonas del estrés (adrenalina, noradrenalina, cortisol, aldosterona...), el cuerpo se prepara para luchar o huir: activa el cerebro, los músculos y el corazón. Así incrementa la frecuencia cardíaca, la fuerza de contracción del músculo cardíaco y de la respiración, se dilatan los vasos coronarios, aumenta el nivel la glucosa en sangre… Por eso el estrés crónico se entiende como un disparador de muchas enfermedades cardiovasculares en individuos que ya son susceptibles (arritmias, hipertensión, anginas de pecho…). El estudio Interheart, publicado en 2004 por la revista The Lancet y en el que se estudió a 24.000 individuos de 52 países, concluyó que el estrés laboral multiplica por 2,5 el riesgo de angina de pecho.
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