Malas noticias para el comercio mundial
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Cada año, en la ciudad de Omaha, en Nebraska, se celebra una especie de Glastonbury del capitalismo. Es la junta de accionistas de Berkshire Hatahway, el vehículo de inversión de Warren Buffett, el tercer empresario más rico de la Tierra (y, si no hubiera donado más de la mitad de su fortuna a todo tipo de causas, probablemente le primero). Acuden 40.000 personas a un evento en el que Buffett (demócrata) y su número dos, Charlie Munger (republicano), actúan como anfitriones.
Este año, la cita estuvo a punto de ser cancelada por el coronavirus. Es lógico. No es solo que Buffett y Munger estén en el rango de edad (89 y 97 años, respectivamente) y de género (el virus parece tener más moralidad entre los hombres que entre las mujeres) sino que, también, los inversores de Berkshire tienden a peinar canas. En todo caso, es probable que en los próximos meses haya una cascada de juntas "virtuales". Así es como va a ser la de Starbucks. Apple, que siempre es una empresa muy gentil, pidió a los accionistas que habían estado en China y planeaban ir a su junta, que se celebró el 25 de febrero, que se sometieran a sí mismos a una cuarentena antes de asistir.
Pero el impacto del Covid-19 va más allá de las juntas, los encuentros, y el turismo. La parálisis económica de las cuarentenas y el pánico a ser infectado no solo ha golpeado a las aerolíneas y a las empresas de cruceros, es decir, al transporte de gente. También ha llegado de lleno al transporte de cosas. Y ésa es una de las razones de la crisis en los mercados mundiales.
Para ver ese problema, hay que irse al Dry Baltic Index, también llamado por sus iniciales, DBI, o, abreviado, BALDRY, que es el índice que mide los fletes de carga a granel en 20 rutas marítimas de 23 materiales, incluyendo hierro, carbón, cobre, azúcar, cereales, y petróleo. Es decir: el DBI mide lo que cuesta enviar por barco esas mercancías, que son en su totalidad materias primas minerales, energéticas, por agrícolas. Éste es un excelente indicador de la marcha de la economía mundial y, también, de las perspectivas futuras de ésta, porque muchos de los materiales que lo forman son empleados en procesos industriales.
En febrero, coincidiendo con el peor momento del Covid-19 en China, el Índice se desplomó inesperadamente. Algunos de sus componentes, como los que se refieren al coste de enviar carbón o hierro desde América Latina o Australia a China o Europa, cayeron a los niveles más bajos desde que el DBI fue creado a finales de la década de los ochenta. Desde entonces, ha ido remontando lentamente, ya que China, que es el gran comprador de materias primas del mundo, ha empezado a dejar atrás la epidemia, el Gobierno de ese país ha lanzado una masiva inyección de recursos públicos para reactivar la economía.
El desplome del Dry Baltic Index indica claramente que el coronavirus está frenando la economía mundial. Hay producción industrial, y, con ella, menos comercio. Hasta ahora lo que ha afectado al Índice ha sido la demanda de materias primas por China. Ahora, queda por ver si la reactivación en ese país será capaz de compensar la caída de la demanda de productos manufacturados chinos a medida que el virus se siga extendiendo y frene el consumo de Occidente y el resto de Asia. No solo son las empresas de transporte de personas las que están viéndose afectadas por el Covid-19. También las de mercancías. Y eso parece una mala señal para la economía del mundo.
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