En estos tiempos cuando la incertidumbre es lo único cierto, real y hasta palpable, es momento también para pensar en el futuro. Porque el futuro será muy diferente de lo que pudimos haber pensado a finales de 2019. Quizás la primera conclusión es que somos ínfimos. Y eso no es malo. Porque darnos cuenta de nuestras limitaciones tal vez logre que nos esforcemos por hacerlas menores. La segunda, que no somos necesarios para muchas personas, muchos trabajos y muchas otras cosas. Eso tampoco es malo en sí mismo, porque podría estimularnos a ser más de lo que somos. Diferentes. Proactivos. La tercera, que nuestro sentido del colectivo es mínimo y eso sí tiene que mejorar. En todo el mundo vimos personas por las calles totalmente desprotegidas, a quienes obviamente no les importaba si contraían el virus, pero que no pensaron por un segundo que no están solos en esta historia, que los demás necesitan que todos nos protejamos lo más posible.
Dentro de este escenario he reflexionado sobre Venezuela. Sobre cómo emergeremos de este mélange de sucesos, un país en ruina económica, con hambruna galopante, desmoralización, pasando por una pandemia donde no se sabe ni el número de infectados, ni el número de muertos, ni con qué se cuenta para hacerle frente (si es que se cuenta con algo), en el marco de un régimen autoritario y asesino cuyo único interés es permanecer en el poder. ¿Acaso esas circunstancias nos modelarán para el futuro? ¿Será que el venezolano post pandemia (y ojalá que post régimen chavista-madurista) será más empático (o quizás debería decir menos egoísta), tendrá más conciencia de la sociedad, será más responsable, menos dependiente, más apersonado de lo que es importante y lo que no?
¿Seremos los venezolanos más proclives al trabajo? ¿Habremos finalmente entendido la importancia de la educación? ¿Seguiremos –como hasta ahora- permitiendo que el dinero mal habido lave todo, o estaremos dispuestos a aplicar sanción social a los corruptos y por encima de ello, a exigir justicia?
Nuestros jóvenes… ¿a qué le darán mayor importancia ahora? ¿Cambiará su manera de relacionarse entre ellos? ¿Serán diferentes los valores que buscan en otras personas?
¿Cómo nos relacionaremos en el trabajo? ¿Cómo serán nuestros nuevos hábitos de compras? ¿Cómo serán los restaurantes, las oficinas, los comercios? ¿Cómo serán las industrias y cuáles sobrevivirán?
El mundo artístico… ¿cómo se reinventará dentro de la cultura post pandemia?…
En cuanto a nosotros como ciudadanos… ¿Denunciaremos las irregularidades o veremos hacia otro lado si no es con nosotros? ¿Rechazaremos los abusos de poder o seguiremos bajando la cabeza? ¿Habremos adquirido la convicción de que un país se construye entre todos y que todos no sólo podemos, sino que tenemos que poner de nuestra parte? ¿Habremos entendido las causas que trajeron al chavismo, para que eso no suceda más nunca? ¿Valoraremos la democracia como el mejor sistema de gobierno? ¿Dejaremos de buscar caudillos? ¿Seguiremos a quienes nos iluminan y no a quienes nos deslumbran?
Las respuestas a estas preguntas son tan inciertas como la situación que vivimos. ¿Qué saldrá de todo esto? Nadie lo sabe. No sé si será que quiero aferrarme a un pensamiento optimista, pero deseo que lo que hemos vivido nos sirva como punto de partida para un porvenir mejor.
Carolina Jaimes Branger
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