VALERIA MURCIA VALDÉS |
Entre un caos organizado, en la 221B Baker Street, el detective Sherlock Holmes descifraba milimétricamente cada detalle que podría llevarlo a resolver un crimen. Observaba, no miraba, como le dijo alguna vez a su fiel compañero de misterios, el doctor John Watson, para ser consciente de lo evidente. Había 17 escalones en su casa, por ejemplo. Para Holmes era un dato obvio, y aunque Watson había vivido allí también, no se había percatado de ello.
De tanto en tanto Holmes tocaba el violín, todavía maquinando sin parar, y allí estaba Watson, quien llevaba un registro fiel de cómo transcurría cada día con ese genio. El doctor Watson era el narrador de esa historia que se volvió tan popular en Inglaterra a partir de 1887.
Darle vida
No había cumplido 30 años y Sir Arthur Conan Doyle, quien falleció un 7 de julio de 1930, ya había creado un par de los personajes más recordados.
Antes de dedicarse a la escritura estudió medicina. “Era muy inteligente –apunta el escritor Emilio Restrepo, quien tiene varios libros en la colección Policías y Bandidos de la editorial de la UPB–, pero se encontró una realidad, no era muy destacado, no tenía mucho éxito”. Tenía su consultorio vacío mientras otros colegas vivían llenos de consultas. “Eso le dio tiempo para escribir”.
Arrancó a armar a Sherlock, un personaje que iba en contra del moralismo de la época, señala Restrepo. Era un detective adicto a la cocaína, políticamente incorrecto, sagaz, arrogante, burlón y extremadamente inteligente.
En el texto Arthur Conan Doyle as Doctor and Writer, el profesor y estudioso de la literatura victoriana James Krasner, explica que la inspiración con la que contó el médico para construir su personaje más celebrado fue un profesor que tuvo en la Universidad de Edimburgo, el doctor Joseph Bell, “conocido por su habilidad casi mágica para diagnosticar pacientes a simple vista”.
El británico reveló en un libro de memorias que cuando Bell explicaba sus deducciones, los demás se le quedaban mirando como una “audiencia de Watsons”, ya que en la dupla entre Holmes y Watson, este parecía siempre anonadado ante los cabos que el detective desataba en cuestión de segundos.
Ese dúo
La primera historia que publicó de Sherlock fue Estudio en Escarlata que salió en la revista Beeton’s Christmas Annual. Siguió publicando sobre él en 1890, pero fue en 1891 y 1892 que el personaje se popularizó de manera masiva.
Tanto así, que aún es recordada esa figura del detective que fuma pipa y lleva capa y sombrero. La escritora Verónica Villa dice que se debe a la forma en que supo construir sus personajes, especialmente cómo logró esa dupla, Watson-Holmes, y cómo ambos se integran.
“Es bien interesante la química que consigue con ellos, no logro imaginarme un Sherlock sin un Watson o un Watson sin un Sherlock”. Añade que es importante sentir la cercanía de Watson como el narrador: “Nos cuenta a los del común y en las palabras de un hombre común, las historias de un hombre extraordinario”.
Un enemigo creador
Debido a esa popularidad Sir Arthur siguió escribiendo sobre Sherlock. “Le fue dando tanta fuerza que se volvió más grande que él”, apunta Restrepo. Llegó a escribir 56 historias cortas y cuatro relatos largos.
Se encontró un éxito descomunal y aunque eso se tradujo en reconocimiento y dinero, el médico, quien ya era más autor, empezó a sentir una inmensa frustración: “Quería volverse famoso por sus novelas históricas, por su rigor como escritor”, mas no por las de Sherlock Holmes, creía que eran básicas.
“Simplemente él lo tenía incorporado en su estructura de pensamiento y le quedó muy fácil elaborar ese personaje. A él le fluía, mientras a muchos nos toca reventarnos la cabeza estructurando un misterio”, apunta Restrepo, quien creó su propio detective, Joaquín Tornado.
La gente se enamoró del personaje y empezó a pedir más. “Conan Doyle se estaba cansando de él por su frialdad, su prepotencia y por haber escrito sobre él durante tantos años”, apunta Villa. Según ella, el autor quería meterse de manera mucho más profunda a escribir sobre lo paranormal. Ese se convirtió en uno de sus focos de atención, en su vida cotidiana y su literatura.
El autor tomó la decisión de matar a Holmes en una entrega: El Problema Final (1893). Sus lectores le exigieron cambiar esa decisión, que lo regresara a la vida. Tuvo que retomarlo en 1903, en El regreso de Sherlock Holmes. Fue una serie en The Strand Magazine.
Aunque escribió novela histórica y se metió en el campo paranormal, como quería, Sherlock sigue siendo su creación más popular, interpretado y reinterpretado en la literatura, el cine y la televisión. El detective sigue vivo y supo superar la inteligencia de ese contrincante final, el que habitaba en el mundo real . n
No hay comentarios:
Publicar un comentario