Por Carlos Marcano
@camarcano
No estoy seguro a cuál generación de aficionados al beisbol pertenezco.
Sé que soy lo suficientemente viejo para haber escuchado los juegos de la temporada regular y Serie Mundial del 88 por un radio de onda corta que (no sé por qué razón) tenía mi papá, lo que me hizo apreciar y amar las transmisiones radiofónicas, pues en el lugar en donde vivíamos no había buena recepción de los muy pocos canales de televisión abiertos que los transmitían. Por otra parte, hoy día no concibo ver un juego sin tener una visión en tiempo real de las N cantidad de estadísticas que ahora tenemos disponibles.
Puedo recitar de memoria cuántas veces Rickey Henderson fue líder robando bases (6) o cuántas veces fue campeón bate Tony Gwynn (8) y me encantan esas estadísticas, aun cuando
las bases robadas y el promedio de bateo parecen hoy día poco relevantes para los equipos de beisbol de MLB y del mundo.
También aprendí que el OBP (porcentaje de embasado) cambió al beisbol para siempre y que, con .482, Ted Williams tiene el más alto de por vida, y que el pelotero activo que más cerca está de él es Joey Votto con un distante, pero notabilísimo .421, por encima de un tal Mickey Mantle (al 7 de agosto de 2020).
Me muevo entre esas dos aguas y la verdad me parece bien, pero entiendo que no todo el mundo sienta lo mismo.
Lo que se me dificulta a veces entender es que nos neguemos la posibilidad de complementar nuestras ideas y formas de ver el juego por mantener otras que, sin darnos cuenta, han evolucionado en el propio seno del mejor béisbol del mundo a un ritmo imparable.
Toco este tema pues hace unos días tuve una muy agradable interacción sobre alguien que es sujeto polémico en esa parte de Twitter que habla sobre beisbol y especialmente en nuestros países latinoamericanos: Mike Trout.
Por algunas circunstancias, Trout es casi a diario, cuando poco, menospreciado en diversos círculos, incluso especializados, y es objeto de innumerables afirmaciones que buscan minimizar lo hecho por el norteamericano en los parques de pelota, especialmente en comparaciones con otros jugadores que no sufren de estas apreciaciones.
En este caso en específico se conversaba con respecto al MVP que Trout ganó en 2016 por encima de Mookie Betts y de cómo, según la apreciación de un grupo interesante de personas,
esto había sido un robo descarado en contra de Betts.
El argumento principal estaba en la siguiente comparación:
¿Una buena comparación?
Los temas del Guante de Oro y la postemporada merecen un post aparte, pues su discusión da para mucho, pero puedo adelantar que lo que indican escapa más al desempeño del pelotero de lo que pudiésemos pensar.
Voy a expandir acá lo que comenté al respecto de los números de la imagen.
Empecemos por los datos que originan la misma: la comparación estadística entre Trout y Betts para el 2016. Ese año Trout gana el MVP de la Liga Americana por alrededor de 12 por ciento de diferencia, producto de la votación.
Según un análisis tradicional, los números que se muestran dan ventaja a Betts en jonrones (HR) por 2; empujadas (RBI) por 13; hits (H) por 41; dobles (2B) por 10; y promedio de bateo (AVG) por 0.003. Si suponemos que en el AVG hay un empate técnico, Betts supera en 4 de las categorías a Trout.
Trout gana en anotadas (R) por 1; bases robadas (SB) por 4; y empatan en triples (3B).
Digamos que las R son un empate técnico y entonces solo gana en SB. Estadísticas tradicionales 4 a 1 a favor de Betts.
Ahora, ¿qué nos dicen esos números?
Batearon casi igual número de HR, por lo que eso no aclara nada, por ejemplo.
Betts empujó más carreras, y dado que tienen un AVG casi idéntico, entonces podemos deducir que tuvo la suerte de conseguir más gente en base cuando fue a batear: eso no depende ni de él ni de Trout. Boston ese año fue el mejor equipo embasándose (OBP .348) mientras los Ángeles ocuparon un, mucho más bajo, puesto 14.
Esta es una de las razones por las que las carreras empujadas han perdido relevancia en el análisis moderno de los bateadores: son el resultado de unos hechos (gente en base + imparables) en los que el 50% no depende en lo absoluto del bateador; él puede influir con lo que sea capaz de hacer en su turno al bate, pero si no hay corredores en las bases, poco importa lo que haga, a menos que sea un HR. Por supuesto, se ha usado tanto a través de los años que está tatuado en nuestra sabiduría colectiva del béisbol.
Algo similar pasa con las carreras anotadas: son el resultado de un evento en el que la mitad (alguien debe empujarme a home) no depende de mí. Las RBI y R hablan tanto del lineup alrededor mío como de mis propias capacidades.
El AVG también se vuelve irrelevante y de manera corta nombro dos razones: ignora totalmente otras formas de embasarse (boletos principalmente) y trata a todos los imparables de igual manera (1 infield hit “vale” igual que 1 HR).
Eso es totalmente absurdo pues minimiza el impacto de los distintos tipos de hits. Ojo, no quiero decir que el AVG no sirva de nada, por supuesto que un bateador de .360 debería ser mejor que uno de .200. Lo que pasa es que no da tanta ni mejor información que otras estadísticas y sobre todo cuando las diferencias son pequeñas, como en este caso, eso importa mucho.
Donde es indiscutible la ventaja de Betts es en la mayor cantidad de Hits, lo que, por supuesto, influye en la mayor cantidad de 2B aunque, valga la acotación, en unas 50 apariciones al plato (PA) más.
Entonces, ¿qué debemos evaluar?
Voy a compartir los siguientes números de ambos jugadores durante ese mismo año. Son 11 estadísticas con distintos niveles de avance que evalúan más a fondo y mejor el rendimiento. Al revisarlas, Trout aventaja en 8 de las 11 a Betts.
El OBP puede llamarse como el gran revolucionador del beisbol moderno: se trata del porcentaje de embasado, y si tuvo el chance de ver la película Moneyball, recordará que Oakland empezó a usarlo para buscar jugadores que se embasaran mucho pues se ha determinado que este es uno de los factores más determinantes en la producción de carreras, que en definitiva es lo que gana juegos.
Ese año, 2002, Oakland contra todo pronóstico y con una de las más irrisorias nóminas del béisbol armó un equipo altamente ganador, aunque se quedaron cortos al final.
Todos los equipos luego han adoptado este método de evaluación y lo han profundizado ampliamente con otros números. El OBP es muy sencillo, pero da una mejor muestra de la capacidad del bateador que la que da el AVG. Trout fue más de 20% mejor allí que Betts, diferencia muy marcada.
El slugging (SLG) permite saber el impacto de los hits de un bateador; ya que un infieldhit no es igual que un HR, podemos con esa fórmula aproximar cuál es la magnitud del tipo de hits que da. La fórmula es sencilla: Los sencillos “valen” 1 punto, los dobles 2, triples 3 y jonrones 4; se suman y se dividen entre los turnos al bate.
(1B + 2Bx2 + 3Bx3 + HRx4) / AB
Aquí también Trout tiene ventaja, lo que indica que cada vez que tuvo un turno oficial al bate, sus batazos fueron más contundentes en proporción. Y cabe preguntarse: si dio menos hits, menos dobles y menos HRs ¿cómo es eso posible?
La clave está precisamente en que lo hizo en menos turnos oficiales y en los boletos que recibió.
Trout tuvo 49 Apariciones al plato menos que Betts, que ya son bastantes, pero recuerde que utilizamos los turnos oficiales (AB) pues los boletos y sacrificios no cuentan para ello. Allí entonces la diferencia se vuelve brutal: Trout tuvo 549 vs. 672 AB de Betts.
Esto quiere decir que cuando Trout en efecto ponía la bola en juego, la proporción de sus batazos eran de una magnitud más significativa. Y las veces que no tenía turno legal entonces hacía algo igual de importante: recibía una base por bolas.
Al verlo en el BB%, que es el porcentaje de turnos que terminó siendo una base por bolas, Trout triplicó a Betts allí, lo que provocó que recibiera 116 boletos contra solo 49 de Betts. Esa es una relación francamente descomunal y la razón principal para que Trout aventaje a Betts.
Fíjese que, por ello, aunque Trout jugó un partido más que Betts esa temporada, la cantidad de turnos legales de él es 123 menos que la de Betts, por ende, significa que proporcionalmente fue mejor en los turnos legales que tomó y cuando no los tenía igual se embasaba por boleto.
El OBP y el SLG aclaran mucho pero hoy día tenemos un par de estadísticas que van mucho más allá y el consenso entre las gerencias de los equipos de MLB (que al final de cuentas son
quiénes más saben de este juego) es que wOBA (promedio de embasado ponderado) y wRC+ (carreras creadas ajustadas al promedio de la liga) son altamente descriptivas de un bateador.
No debe sorprender entonces que Trout ese año literalmente paseó a Betts en dichas estadísticas. Le recomiendo este link en donde hablan mucho mejor, de lo que yo pueda hacerlo, de ellas: library.fangraphs.com/offense/wrc/.
Un dato: un WRC+ de 136 se considera sobre el promedio, como la de Betts ese año. Una de más de 160 se considera Excelente: Trout tuvo 176. No debe entonces sorprender que el fWAR de Trout fuese bastante mejor que el de Betts ese año; hay un por qué bien sustentado y fáctico que lo justifica.
Del fWAR, o WAR de FanGraphs, podemos ahondar más adelante.
Finalmente, quería compartir una idea que escuché en una conversación fabulosa entre Ignacio Serrano y Nelson Matamoros, en la que hablaban (entre otras muchísimas cosas interesantes) sobre la aversión a las estadísticas avanzadas de parte de nosotros, los aficionados al beisbol, y lo comparaban como cuándo alguien prefiere usar un teléfono analógico, de teclado de botones y demás; esa persona está en todo su derecho a usarlo, y probablemente le sirva dentro de las limitaciones para comunicarse con alguien.
Sin embargo, por no querer usar un teléfono más avanzado, seguramente no podrá oír mejor la voz ni ver la imagen de la otra persona, perdiéndose una grandísima parte de la experiencia, tal vez la mejor. Esa persona podrá seguir contenta pues a pesar de ello logra comunicarse, pero lamentablemente no está en cuenta de lo que se está perdiendo de apreciar.
Así comparo la experiencia de disfrutar el beisbol hoy día: podemos conformarnos con verlo como lo hacían hace 50 años y no por eso está mal. Pero si nos motivamos a evolucionar conél, a nuestro ritmo, sin detenernos, es muy probable que lo disfrutemos aún más.
La sabermetría no es para nada el fin del beisbol, como muchos comentan: el beisbol hace rato que cambió y tal vez no nos dimos cuenta. Y vendrán muchos más cambios. Pero el beisbol estará allí esperando por nosotros, siempre.
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