lunes, 17 de agosto de 2020

Un estilo de vida ecociudadano


A medida que aumenta la conciencia medioambiental lo hacen a su vez los estilos de vida que promulgan esta defensa.
Es el caso de la cultura ecociudadana en referencia a la responsabilidad del ciudadano de cuidar el medioambiente, parte de una obligación moral y otra de respeto a las normas ambientales. Y en esto no vale excusar nuestra responsabilidad a terceros, sino desempeñar un rol activo.
El objetivo principal del ser ecociudadano es respetar y ayudar a la sostenibilidad del planeta en nuestro estilo de vida cotidiano, ante el deber de dejar un lugar mejor a las próximas generaciones.

Introducir pequeños gestos ya automatizados pero que en la suma de muchos gestos favorece el bienestar del planeta.
Desde las autoridades e instituciones se alientan estas prácticas ecociudadanas pero todavía hay reticencias para ser adoptadas más ampliamente en la sociedad.
Según un estudio del sociólogo Matthieu Grossetête, el capital cultural juega un papel clave para esta lentitud, al igual que la preocupación por la distinción.
Según explica los mandatos ecológicos tienen como objetivo hacer que las personas se preocupen más por las consecuencias sobre el medio ambiente de los gestos más comunes de la vida cotidiana: moverse, calentarse, comer…
“Son promovidos por el Estado, pero en gran medida abandonados a la lógica de los mercados, la de oferta y demanda. Al hacerlo, exigen responsabilidad individual para adoptar comportamientos más sostenibles. Por lo tanto, correspondería a todos reformar su forma de vida para resolver los problemas ambientales”
De acuerdo a su tesis se da una curiosa dicotomía, en la parte de la clase alta donde unos se han sumado rápidamente a este movimiento ecociudadano y otros se resisten.
Aquellos que sí lo han asumido como tal responden también a una parte de distinción social
“En la medida en que mejoran la sobriedad energética, las órdenes ambientales tienden a redefinir la legitimidad de los estilos de vida (…) estos imperativos ambientales fomentan estrategias de distinción social basadas menos exclusivamente en el consumo, por lo tanto, menos dependientes del capital económico solo, medido a través del nivel de ingresos y riqueza. En consecuencia, la sensibilidad ecológica de los individuos crece con el capital cultural, y esto es cierto en todos los grupos sociales”.
En otros círculos sociales, por otro lado, la adopción de un estilo de vida eco-ciudadano puede cumplir otros objetivos que no sean meras distinciones sociales. Por ejemplo, entre individuos educados.
Entre los resultados también destaca un aumento de conciencia en aquellos ciudadanos que se convierten en padres.
“La lógica es bastante similar en términos del medio ambiente. Eres aún más sensible al medio ambiente ya que tu descendencia lo heredará. Esta tendencia es particularmente relevante en términos de nutrición, ya que muchos encuestados comenzaron a comer alimentos orgánicos tan pronto como se convirtieron en padres”.
Redacción
En Positivo
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