Los hechos prácticos demuestran que las sociedades abiertas de concepción mestiza y universal en lo cultural, económico y político, son las que garantizan la felicidad, desarrollo y libertad del hombre. Su clave radica en la inclusión de todos los estratos sociales, su apertura a la pluralidad de ideas y la priorización de la economía a gran escala con la agroindustria generadora de abundante producción de bienes y servicios.
No así las cerradas de corte profundamente estatista con su destructiva carga de dogmatismo que les impide evolucionar hacia adelante de mano con el necesario cambio. Así el socialismo ha terminado por ser la sustitución de la criticada miseria del capitalismo por otra peor. Ello por la agravante del surgimiento de una nueva clase de ricos y una burocracia insensible que se arroga la representación de la clase obrera y el campesinado. Uno de sus errores es la priorización de la política relegando a un segundo plano la economía.
Así llegamos a esta tragedia que actualmente padecemos en Venezuela. Un país devastado económicamente a consecuencia de un destructivo proceso a partir de 1999 cuando el teniente coronel Hugo Chávez Frías elimina el Fondo de Inversiones Macroeconómicas (FEM) y los ahorros petroleros. Ése precisamente fue uno de los aciertos de la gestión del expresidente Rafael Caldera inspirado en las políticas públicas del Estado noruego, un modelo de la buena gerencia del ingreso petrolero. Las dañinas consecuencias de esos disparates las padece hoy nuestro pueblo.
Es lo que explica el desperdicio de la supermillonaria ganancia de la bonanza petrolera durante su gobierno que sobrepasa los 900 millones de dólares. Una riqueza mal administrada que sin duda pudo sacar a la nación del atraso, pero lamentablemente se impuso la incompetencia y torcidos conceptos de la política del populacho de izquierda sin noción de la administración del Estado y el desarrollo. Simplemente no se ahorró con miras al futuro y desarrollo del país.
Es durante el gobierno de Chávez Frías que son expropiadas más de 4 millones de hectáreas agrícolas en plena producción al igual que más de 8 mil empresas privadas productoras de bienes y servicios. Ello unido a la inconcebible disminución de la importación de alimentos y medicinas. El renglón de los medicamentos paulatinamente se redujo de 4500 millones de dólares a los 350 millones cuyas consecuencias paga la gente de menos recursos económicos.
La inflación devenida millonaria hiperinflación también arranca en esos tiempos. Es la mayor del mundo por las varias devaluaciones del bolívar y la destrucción de lo bueno de la economía de los anteriores 40 años. Por esa causa la moneda nacional perdió su capacidad de compra para dar paso al odiado dólar. Pero inexplicablemente no hay un plan oficial para enfrentar el gravísimo problema que en Perú Alberto Fujimori erradicó en menos de un año. La diferencia entre la correcta gerencia pública y el populismo y estatismo salvaje.
Mientras que los apagones eléctricos hacen meya entre los años 2006 y 2007 principalmente en el Oriente con aplicación de un plan de racionamiento. Recordemos la promesa oficial de solucionarlo con una inyección presupuestaria en el orden de los 25 mil millones de dólares que terminaron en los sacos rotos de la corrupción. En cuanto a la crisis de la gasolina, gas, agua, transporte. telecomunicaciones y salud también se profundizaron luego de 2013 cuando Nicolás Maduro emerge de unas cuestionadas elecciones. Aún estaban lejanas las sanciones de EEUU
Así pues, hoy más de un 70% de los venezolanos están en la más espantosa pobreza. Un solo indicador es la mala alimentación por debajo de los índices internacionales de bienestar humano. Los trabajadores perciben salarios de hambre. La clase media ya no existe. Al tiempo que una minoritaria clase de nuevos ricos de apenas un 10%, exhibe sus privilegios logrado sin el valor del trabajo honesto al que le huyen como al diablo mismo. Todo por causa del socialismo del siglo XXI destructor de lo bueno del pasado y negador del progreso a que tienen derecho todos los pueblos.
Las más descaradas mentiras son la respuesta de los jerarcas del régimen al desastre causado por inviabilidad de un modelo sociopolítico. La más recurrente es la del enemigo externo que atribuye los desaciertos a EEUU. Pero esta tragedia comienza en Venezuela mucho antes de la llegada de Donald Trump a la presidencia de la potencia norteña en 2016.
Freddy Torrealba Z.
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