Paolo Montanari Tigri
Joseph Paul Goebbels (1897 – 1945), ministro de la propaganda nazista desde 1933 hasta 1945, haciendo de la demagogia y de la virulencia verbal una técnica de propaganda política, solía decir que “una mentira repetida 10 veces se convertía en una verdad”, concepto cínico y desvergonzado pero lamentablemente cierto, porque mintiendo y engañando a la gente pobre, ofreciendo sin cumplir, prometiendo casas y castillos, presentando una situación irreal del país, burlándose del pueblo y aprovechando de su ingenuidad, es posible lograr un consenso momentaneo. Goebbels lo sabía y para eso, con particular sabiduría y de una forma sistemática, utilizaba todos los medios de comunicación disponibles para la época recurriendo, quizás por primera vez en la historia, a las cadenas radiales (en esos tiempos no había televisión) para inculcar los conceptos básicos de la ideología nacional socialista en el pueblo alemán, para convencerlo de la bondad del régimen, para adoctrinar a las masas, para interpretar su pasado y programar su futuro, en fin para condicionar su forma de pensar.
Pues bien el problema es que esa triste y deprimente técnica de mentir y de seguir mintiendo hasta que la gente se lo crea, era válida en los tiempos de Paul Goebbels y sigue siendo válida en nuestros días, sobre todo en ciertos países sub desarrollados de América Latina donde, debido a la pobreza, a la miseria, a la corrupción, a los infinitos problemas que condicionan la forma de vivir de esos pobres pueblos, su gente necesita de promesas y de ofertas como del aire que respira. Y si el gobernante de turno tiene carisma y suficiente capacidad de convencimiento, no es particularmente dificil alimentar sus ambiciones y su ansia de poder aprovechándose de la desesperación del natural y hasta comprensible desaliento de tanta pobre gente aunque sus mentiras no se conviertan en verdad.
Por esas razones el “Espíritu de Goebbels” sigue vivo y presente en la forma de pensar y de actuar de tantos mandatarios en este mundo! Al fin y al cabo ofrecer y prometer…no cuesta nada. Un poco de oratoria, un poco de carisma, una pizca de fantasía, mucha mala fé, tanta falta de responsabilidad ciudadana…y la formula está lista.
Ahora bien, si por una parte es cierto, como decía Nicolás Maquiavelo en su obra cumbre, El Príncipe, Que a un gobernante siempre le sobran motivos para colorear sus inobservancias, por la otra es igualmente cierto que mentir con la esperanza de que esas mentiras se conviertan en verdad, puede ser tristemente válido en esos países donde hay una rígida censura y donde la gente no se puede informar, como en la Alemania de Goebbels o como en la Cuba castrista, pero cuando se miente y se vuelve a mentir, tarde o temprano en un país donde todavia hay cierta libertad de expresión, esas mentiras, tarde o temprano vienen a flote y su autor pierde irremediablemente y para siempre credibilidad!
Desde Italia – Paolo Montanari Tigri
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