Toda su vida fue una Cuaresma
San Francisco de Paula fue un ermitaño de la Calabria (Italia) que fundó la Orden de los Mínimos. Su vida estuvo envuelta en un aura sobrenatural desde el nacimiento hasta la muerte.
Nació en Paola. Sus padres de edad avanzada atribuyeron su nacimiento a una gracia especial concedida por san Francisco de Asís, de ahí el nombre y la decisión de dirigirlo a la vida religiosa en la orden franciscana.
Sin embargo el joven Francisco después de intentar su vida dentro de un convento por un año decidió retirarse como ermitaño viviendo de la limosna, sin poseer nada y comiendo siempre solo sencilla comida cuaresmal.
Se dedicó a la contemplación y las mortificaciones corporales, despertando asombro y admiración entre sus conciudadanos.
Pronto, muchas personas quisieron seguirlo y estar bajo su dirección espiritual y es así como nació la congregación ermitaña llamada la Orden de los Mínimos.
Esta orden se caracterizaba por la espiritualidad penitencial vivida a través de la observancia de un cuarto voto de Vida de Cuaresma; y sus miembros se dedicaban particularmente a la predicación y al ministerio de reconciliación.
La orden se propagó rápidamente gracias a la fama de su fundador. Fueron muchísimos los milagros adjudicados al santo. Algunos tan asombrosos que llegaron a oídos de Luis XI, rey de Francia.
Rey déspota y tirano que viéndose muy enfermo pidió al papa Sixto IV que le enviara al ermitaño para que le hiciera un milagro y lo salvara de su enfermedad.
Luis XI no consiguió la salud de su cuerpo, pero sí su conversión y la salud de su alma, al lado de notable santo.
Francisco permaneció en Francia otros 25 años hasta su muerte, el Viernes Santo, 2 de abril de 1507. Después de hacer que le leyeran la Pasión de Jesucristo según el Evangelio de San Juan, se quedó plácidamente dormido con el sueño de la muerte, y pasó a la eternidad a recibir el premio de sus virtudes.
Patronazgo
Es patrono de la ciudad italiana de Calabria, de los navegantes y pescadores.
Oración
Sol luminoso de caridad y verdadero Padre de los pobres,
san Francisco de Paula,
como pobre y necesitado de salvación recurro a ti
para que me alcances del Señor una fe viva, una esperanza firme,
una caridad ardiente
y una paciencia inalterable en las pruebas y contrariedades de la vida.
Tú, que de un modo vivo y completo
reflejaste la imagen de nuestro divino Redentor,
ayúdame a modelar mi vida según el ejemplo y enseñanzas
de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
Dame tu ayuda poderosa en toda dificultad material o espiritual
e intercede por mí para que,
caminando santamente durante esta peregrinación terrena,
merezca gozar contigo de los inefables gozos de la divinidad
en la plenitud de la eterna bienaventuranza.
Estas gracias espero confiadamente alcanzar por tu eficaz protección
y la maternal intercesión de la Santísima Virgen María,
en virtud de los méritos infinitos de nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
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