Una de las primeras entradas de este blog se titula "cambiar no es de débiles", y releyéndolo me he dado cuenta de que el mensaje es muy similar al que quiero transmitir con esta entrada.
Estoy más que cansada de escuchar quejas de todo tipo. En el trabajo está el que se queja de que no le gusta lo que hace, el que se queja del jefe que le han puesto, el que se queja del cliente, del calor, del frío, de la comida, del transporte...
Ya fuera del trabajo, la que se queja de que su marido es un desastre en casa, la que se queja del colegio en el que ha metido a sus hijos, de sus hijos, de los deberes, del profesor, de los vecinos, del barrio,…
Puf! Resulta agotador, no crees?!!
Hace tiempo que yo decidí que la queja no era la solución. Quizá tras haber entendido que hay poco de lo que yo me pueda quejar… No sé si conoces esta frase de Stephen Hawking que dice “Quejarse es inútil y una pérdida de tiempo”. Esto lo dijo estando ya enfermo de ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica).
A mí, leer una frase así de alguien en esa situación, me hace pensar mucho… Y esos pensamientos son los que quiero compartir aquí, hoy, contigo.
Yo creo que ante la queja tenemos tres posibles escenarios:
El primero es el que no tiene solución. Por ejemplo, si hace mucho calor, tanto que es insoportable… Pues por mucho que yo me queje de que hace mucho calor, nada va a cambiar. Puedo buscar maneras de refrescarme, escapar de los momentos en que más azote el sol, quedarme en casa con el aire acondicionado… pero no conseguiré que cambie el clima. (Lo mismo si llueve mucho... para los del norte...).
Ante situaciones así, quejarnos tampoco nos lleva a nada. Al contrario, nos genera más malestar del que tenemos. ¿No te pasa a ti? A mí sí, así que creo que lo que toca es intentar pensar en lo positivo que pueda tener esa situación. O al menos entender que es lo que hay: vamos, aceptar que hace calor y buscar los mejores remedios a nuestro alcance para sobrellevarlo. Pero, importante, no gastar energías en quejarnos.
El segundo escenario es aquel en el que podemos sustituir una queja por una petición. Esto no es fácil, claro, sobre todo, porque nos hace responsables de la posible solución… Pero es la manera de resolver aquello de lo que nos quejamos. Eso, o aceptar que no tiene solución y volver al punto anterior…
Te pongo un ejemplo a ver si resulta más sencillo de ver: Hace unos años, cuando tenía sólo un hijo (ahora tengo 3), mi marido salía a correr varios días a la semana al llegar del trabajo. Además, de vez en cuando quedaba con algún amigo para jugar a algún deporte que le gustase. Yo me subía por las paredes porque no encontraba el momento de dedicarme tiempo para mí. Mi tiempo era para el trabajo, el niño y la casa. No tenía ningún hobbie en especial, la verdad, ni me apetecía hacer ningún deporte, ni ir al gimnasio, pero sentía que necesitaba tiempo para mí.
No dejaba de quejarme a mis amigas de lo injusta que era aquella situación, y de que él no se diese cuenta de que yo también necesitaba mi tiempo… de lo egoísta que me parecía... Varias de ellas, con hijos, tenían las mismas quejas sobre sus parejas. Hasta que un día lo hablé con él. Le dije “yo también quiero tener tiempo para hacer cosas para mí”. Sorprendentemente la respuesta fue “dime qué día quieres y nos organizamos”. Así de sencillo.
Pues sí. Me quedé sin argumentos para seguir quejándome. Yo necesitaba una tarde, con eso me bastaba, y así nos organizamos.
Muchas veces, cambiando una queja por una petición bien formulada, sin exigencias, mostrando nuestra necesidad, los resultados pueden parecernos sorprendentes, pero llegan de una manera muy sencilla. Insisto en lo de “petición bien formulada”, porque si lo que hacemos es exigir, podemos recibir una respuesta negativa.
El tercer escenario que yo veo es aquel en el que tenemos que tomar una decisión. Movernos. Si no nos gusta nuestro trabajo, nuestro jefe, el colegio de los niños… ¿pues qué estamos haciendo?. Movámonos!! No somos árboles. Podemos movernos si algo no nos gusta. No siempre es una decisión sencilla. De hecho, casi nunca lo es. Es de valientes. Y yo creo que en esta vida todos tenemos que ser valientes.
Pero, o volvemos al escenario uno y aceptamos que lo que hay es lo que hay, o actuamos. Y actuar requiere esfuerzo, puede ser buscar otro trabajo, estudiar para conseguirlo, puede ser buscar colegio, … sea lo que sea, no será fácil, pero estará alineado con eso que queremos.
Así que cuando te escuches formulando una queja, si quieres hacer algo con ello, asumir un papel protagonista en esa situación, piensa en cuál de estos tres escenarios estás. Recuerda que si no tiene solución, no merece la pena gastar energía quejándonos. Y si tiene solución, ya sabes, manos a la obra, piensa un plan y ve a por ello. La satisfacción de lograrlo, te lo aseguro, es extraordinaria.
Si te unes a este reto, te deseo mucha suerte. Ojalá consigas reducir las quejas en tu vida. Eso, yo creo, nos acerca a eso que llaman felicidad. Me encantará que me cuentes cómo te enfrentas tú a la queja y si estas reflexiones te han ayudado a verlo de una manera diferente.
Un abrazo!
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