El exceso de sal en la comida promueve tanto la hipertensión como la enfermedad renal |
Es sabido que la hipertensión arterial afecta a la salud del corazón, pero sus efectos sobre los riñones son bastante desconocidos. Controlar la elevación de la presión es esencial para preservar la función renal y hay medidas muy eficaces.
La hipertensión arterial afecta aproximadamente al 50% de las personas mayores de 50 años, buena parte de las cuales no están diagnosticadas. El porcentaje es inferior en las más jóvenes, pero no despreciable. Es sabido que un mal control de esta enfermedad acaba produciendo daño cardiovascular, pero no es tan conocida su relación con el deterioro de la función de los riñones.
La hipertensión y la enfermedad renal están íntimamente relacionadas y, además, ambas evolucionan de forma silenciosa, sin producir apenas síntomas, hasta que están muy avanzadas. Afortunadamente, las dos se pueden detectar a tiempo y hay medidas eficaces para frenar su progresión.
¿Cómo se produce el daño renal?
La hipertensión mantenida a lo largo del tiempo daña la pared de las arterias. Por eso, según explica Patricia Fernández-Llama, jefa de la Unidad de Hipertensión Arterial y Prevención del Daño Renal de la Fundación Puigvert, “los órganos que se lesionan son aquellos que están muy vascularizados, que reciben mucha sangre”. Los denominados órganos diana de la hipertensión, es decir, los que resultan más afectados, son fundamentalmente el corazón, el riñón, el cerebro y las arterias grandes de las piernas.
El daño renal causado por la hipertensión es, en palabras de Igor Romaniouk, nefrólogo del Hospital Vithas Valencia 9 de Octubre, “exactamente igual que el que afecta al corazón”. A fin de cuentas, argumenta, “es un circuito: cuando el corazón está dañado, el riñón también lo está; y viceversa: si hay daño renal tenemos que pensar que también existe una afectación cardiaca”.
Claves para la detección precoz
Los pacientes hipertensos y sus médicos deben estar atentos a las posibles alteraciones renales derivadas de la hipertensión. “El médico que les lleva la hipertensión no solo tiene que perseguir que su presión arterial esté por debajo de unos límites que se consideran seguros, sino que debe asegurarse de que todos los órganos están protegidos”.
La presión arterial medida en el domicilio debe mantenerse por debajo de 135/85 mmHg en primera instancia con medidas no farmacológicas y, si no resultan suficientes, con fármacos antihipertensivos.
La vigilancia del estado de los riñones se lleva a cabo con análisis periódicos. “Un dato que nos indica que el riñón está sufriendo es que empieza a perder proteínas en la orina”, indica Fernández-Llama. Un simple análisis de sangre permite averiguar si el filtrado del riñón es el adecuado y no se está produciendo esa pérdida de proteínas. En concreto, se mide el valor de la creatinina, que “es una sustancia que viene de los músculos y que el riñón filtra y elimina por la orina”, explica la nefróloga. Cuando el riñón no funciona adecuadamente, se elimina menos y aumenta su valor en sangre.
No obstante, la cantidad de esta proteína no siempre es un indicador fiable de la existencia de insuficiencia renal. Por eso se suele efectuar una estimación del filtrado del riñón (filtrado glomerular estimado) a partir del valor de la creatinina en sangre, aplicando fórmulas que lo ajustan según la edad y el sexo del paciente. Lo normal es que en una persona joven esté por encima de 110-120 y generalmente va descendiendo con el paso de los años, pero en un individuo sano nunca cae por debajo de 60, que es cuando empieza a considerarse insuficiencia renal. Cuando se acerca a 10-15 es cuando hay que empezar a considerar la sustitución de la función del riñón con diálisis o trasplante.
La relación entre enfermedad renal e hipertensión es bidireccional. Tener hipertensión es la segunda causa de enfermedad renal y, a su vez, las alteraciones del riñón causan hipertensión. En la mayoría de los casos, la hipertensión es esencial o primaria, pero en un 10% de los pacientes es secundaria a otras enfermedades. “Lo más habitual es que se deba a que existe un fallo en el riñón”, indica Romaniouk, quien resalta que, contrariamente a lo que cabría pensar, estos pacientes suelen ser jóvenes: en torno a los 20-30 años. “Los nefrólogos somos también especialistas en el tratamiento de la hipertensión porque la mayoría de nuestros pacientes están hipertensos”, abunda la especialista de la Fundación Puigvert.
Consejos para prevenir la hipertensión y evitar el daño renal
Entre las medidas de estilo de vida saludable que se aconsejan hay algunas especialmente indicadas para evitar tanto la hipertensión como la enfermedad renal:
- Acostumbrarse a comer sin sal “y empezar a hacerlo cuanto antes”, recomienda el nefrólogo del Hospital 9 de Octubre. Dado que muchos de los productos de consumo habitual llevan una gran cantidad de sal, además de procurar evitarlos es conveniente cocinar sin sal para compensar ese exceso.
- Evitar tomar fármacos antiinflamatorios por su toxicidad renal y, si se consumen, hacerlo durante periodos de tiempo cortos.
- Las personas hipertensas deben tomarse la presión arterial (si es posible, en casa) con frecuencia y los individuos sanos de vez en cuando, especialmente a medida que se cumplen años. No hay que olvidar que se trata de una enfermedad que no da síntomas.
- Realizarse análisis de sangre cada cierto tiempo para comprobar la función renal a través del filtrado glomerular estimado.
También se aconsejan las siguientes medidas preventivas, algunas de las cuales permiten mantener a raya la enfermedad cardiovascular:
- Evitar el estrés. Situaciones de estrés importante pueden hacer que la presión arterial suba, tanto de forma episódica como mantenida.
- Seguir una dieta equilibrada de tipo mediterráneo.
- Evitar el sobrepeso y la obesidad (que hacen trabajar más a los riñones).
- Realizar ejercicio de forma regular.
- Hidratarse correctamente, es decir, no beber ni poca ni demasiada agua, ya que un exceso también puede dañar los riñones. La recomendación general en población sana es entre litro y medio y dos litros al día.
- Se recomienda a los hombres mayores, especialmente a los mayores de 65 años, realizarse una revisión prostática periódica, ya que la hiperplasia benigna (agrandamiento de la próstata) puede causar daño renal.
En caso de que las medidas no farmacológicas no resulten suficientes para controlar la hipertensión, el médico optará por la prescripción de fármacos antihipertensivos. Hay un tipo de tratamiento que protege más el riñón: los fármacos inhibidores del sistema renina-angiotensina-aldosterona “Cuando se aprecia alguna alteración en el riñón, esta sería la primera familia de antihipertensivos que habría que utilizar”, precisa Fernández-Llama.
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