Este joven, de unos 20 años, y otra veintena de compañeros fueron condenados a muerte por defender su fe y optar por no caer en lo que consideraban un pecado
Cuando uno se llama Carlos acostumbra a recibir su felicitación de santo el día 4 de noviembre, día en el que la Iglesia católica recuerda a San Carlos Borromeo; sin embargo, como ocurre en muchos casos, los cerca de 300.000 hombres que se llaman Carlos en este país también pueden ver cómo alguno se acuerda de él en este 3 de junio. Existe una razón lógica: el santoral católico, conformado por miles de santos y beatos venerados por la Iglesia católica, recuerda en este día a este catequista ugandés, que acabó siendo quemado vivo junto a otros compañeros muy joven, razón que lo llevó a convertirse en mártir. Cuando en Uganda se adentró la Sociedad de los Misioneros de África, una orden también conocida como Padres Blancos, lo hizo con la intención de evangelizar el continente negro.
A la llegada de los Padres Blancos, en Buganda (reino de clanes, dentro del país) reinaba Muteesa I, no totalmente contrario a la labor de los misioneros aunque sí algo reacio; tanto que acabó por comenzar una campaña de persecución de los cristianos recién convertidos, en parte porque éstos estaban en contra del mercado de esclavos que el mismo rey mantenía. Con su muerte, le relevó en el trono su hijo, Mwanga, más afín a la comunidad cristiana, hasta el punto de haber creado un círculo de cristianos próximos a su figura como rey. Entre ellos se encontraba Carlos Lwanga, o Karoli Lwanga, un joven de unos 20 años.
La historia al detalle sobre el porqué de lo siguiente difiere, pero la cuestión es que el rey Mwanga aparentemente se acercó a uno de sus pajes, a quien habría hecho una proposición indecente —se dice que el rey Mwanga era homosexual, y pedía favores sexuales a sus pajes—. Este no solo se negó, sino que lo hizo apelando a su condición de cristiano y alegando el pecado que estaría cometiendo, por lo que al regidor de Buganda optó por acabar con la vida del crstiano que había instruido religiosamente a su paje. Carlos Lwanga ya tenía su futuro dibujado: el entorno del rey le animó a prohibir el cristianismo y acabó perdonando la vida a los que dejaran su fe a un lado, lo que supuso la muerte para los que no quisieron hacerlo.
Así pues, el joven Lwanga acabó siendo condenado a muerte, junto a otra veintena de jóvenes que lo siguieron hasta el final. La tradición católica dice que fueron obligados a caminar cerca de 60 kilómetros hasta llegar al lugar donde él y el resto de prisioneros iban a ser ejecutados. Los que llegaron al final del camino (algunos fallecieron) fueron encerrados durante siete días y, llegado el 3 de junio, fueron envueltos en esteras de caña y colocados en una pira, para acabar siendo quemados vivos. El papa Benedicto XV los beatificó en 1920, y en 1964 el papa Pablo VI canonizó a los 22 mártires católicos de Uganda. Y si bien en aquella campaña murieron también varios anglicanos que no fueron beatificados, el papa Francisco los recordó hace unos años como testigos del ecunemismo de la sangre. Además de este mártir ugandés (y de todos sus compañeros), otros nombres se veneran este 3 de junio, tanto de santos como de beatos:
- San Cecilio de Cartago
- Santa Clotilde
- San Cono de Lucania
- San Davino, armenio
- San Genesio de Clermont
- San Hilario de Carcasonne
- San Juan Grande
- San Kevin de Glendalough
- San Lifardo
- San Morando
- Santa Oliva de Anagni
- San Pedro Dong
- Beato Andrés Caccioli
- Beato Diego Oddi
No hay comentarios:
Publicar un comentario