martes, 7 de junio de 2022

La adulación os hará libres.



 La adulación os hará libres. 


Voy a dar inicio a este tratado trayendo a colación el pensamiento de un filósofo del siglo XVI, y es que esa es la belleza de la filosofía, te vas dando cuenta que mucho de lo que piensas ya fue pensado por alguien más, y más bello aún cuando quien lo pensó es un filósofo de renombre como lo fue Nicolás Maquiavelo. 

"Me refiero a los aduladores, que abundan en todas las cortes. Porque los hombres se complacen tanto en sus propias obras, y de tal modo se engañan, que no atinan a defenderse de aquella calamidad; y cuando quieren defenderse, se exponen al peligro de hacerse despreciables. Pues no hay otra manera de evitar la adulación que el hacer comprender a los hombres que no ofenden al decir la verdad." (Maquiavelo, 2009) 

Es necesario, primero, contextualizar mi pensamiento, ya no hablemos de príncipes y cortes, sino de jefes (prefiero no llamarles líderes) y empresas, públicas o privadas. Y es que con qué facilidad caen los jefes ante la adulación. Nunca falta aquel que con el afán de agradar, elogia, sabiendo que le será más fácil así, obtener un favor futuro. 

Los aduladores están por todas partes, en menor y gran escala, basta con tener una posición un tanto ventajosa para contar con su compañía y aprobación. A veces operan solos, y otras en equipo, pero siempre están allí. 

El problema de la adulación es que nubla el juicio, es como un parabrisas sucio, no te permite ver el camino con claridad. Así le sucede al jefe que se embriaga en los halagos, su juicio se entorpece, y se complace en lo que según él, es una gran gestión, por sus brillantes ideas y decisiones.

No quiero satanizar el elogio, pues no todo halago proviene de un adulador, pero cómo discernir entre un halago verdadero y uno falso. En primer lugar, hay que ver de dónde viene. Si quien lo dice es un subordinado, posiblemente sea falso. El halago sincero por lo general proviene de un igual, un superior, o un ajeno a tu círculo de poder. Pero el mejor de todos, el halago verdaderamente cierto, proviene de un crítico. 

El crítico, el que te dice la verdad de frente, el que critica tu gestión y pone en evidencia tus desatinos, ése, cuando elogia, lo hace de verdad. El buen crítico tacha, pero también aplaude, pues ser honesto, es parte de su personalidad. 

Pero el crítico por lo general es temido, excluido, y si se puede, eliminado. Porque el jefe, cuando no es líder, le teme a la crítica pero adora el halago, ignorando que la verdad, cuando se dice o se escribe con respeto, no es ofensa. 

Decir la verdad nunca ha sido tarea fácil, y quienes se han atrevido a decirla, no han sido libres, sino encadenados, muertos, o despedidos. Queda obsoleta la profecía de Jesús, la verdad no nos hace libres, sino la adulación. Pues, es el adulador quien recibe favores y ascensos, así pasa cuando el jefe, no es un líder. 

Bismar H. Taisigüe 

Referencias:
Maquiavelo, N. (2009). El Príncipe. Managua. Ediciones Internacionales.

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