En la escuela no me hablaron
de la luna y sus fases,
de la tierra y sus ciclos,
no me hablaron de la muerte
como nacimiento,
no me hablaron de la sexualidad
como sagrada,
no me hablaron del cuerpo
como templo emocional.
Me hablaron de adaptarme,
de encajar,
me hablaron de sentarme
siempre en el mismo banco
y ver repetidamente un solo
ángulo de las cosas.
Me calificaron con números,
me hicieron sentir a veces más
pero casi siempre menos que otro.
A veces merecía,
otras veces no.
Me dijeron que era distraído,
rebelde e irrespetuoso,
me dijeron que me calle,
que estudie hasta lo que no me guste
y que saque una hoja
como amenaza.
Me quisieron dar miedo,
me quisieron sumiso,
me quisieron sistémico,
me quisieron sin chistar,
me quisieron obediente,
me quisieron prolijo.
Pero nunca nadie quiso
que me descubriera.
Nadie me esperó,
nadie me preguntó,
nadie se detuvo a mirarme.
¿Cuando va a existir una escuela
que nos mire a cada uno detenidamente?
¿Cuando vamos a dejar de querer ser todos iguales?
Somos lobos bautizados perros.
Quiero aullar a la luna
sin que me digan loco,
quiero vivir a mi ritmo
sin programarme metas.
Quiero sentir sin miedo.
Te regalo mi estructura,
te regalo mi productividad.
A mi dejame libre, creativo,
y aunque no te guste,
y aunque te incomode,
dejame también
salvaje.
AMOR ES LA CLAVE
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