viernes, 3 de junio de 2022

Nunca notas realmente que eres el creador de tu propio sufrimiento



 Muy a menudo notamos que creamos nuestros propios sufrimientos. ¿Por qué continuamos creándolos, a pesar de ello? ¿Y cuándo y cómo deja uno de crear su propio sufrimiento? 

Lo primero, y muy básico, que hay que comprender es que cuando dices: Muy a menudo notamos que creamos nuestros propios sufrimientos, esto no es así. Nunca notas realmente que eres el creador de tu propio sufrimiento. Puede que pienses que sí, porque te lo han enseñado; porque durante siglos y siglos los maestros han estado enseñando que tú eres el creador de tu propio sufrimiento y que nadie más es responsable. 
Has oído estas cosas, has leído estas cosas. Se han vuelto parte integral de ti, se han vuelto tu condicionamiento inconsciente, de manera que a veces repites como un loro: Nosotros creamos nuestros propios sufrimientos. Pero esto no es lo que tú notas, no es algo que tú percibes, porque si lo percibes, entonces lo otro es imposible. Entonces no puedes decir: ¿Por qué continuamos creándolos, a pesar de ello? 
Si realmente lo adviertes, y si es tu propia percepción que eres el creador de tu propio sufrimiento, puedes parar en cualquier momento..., a no ser que quieras crearlo, a no ser que lo disfrutes, a no ser que seas masoquista. Entonces todo está bien; entonces no importa. Si dices: «Disfruto con mi sufrimiento», entonces está bien; puedes seguir creándolo. Pero si dices: «Sufro y quiero trascenderlo. Quiero concluirlo por completo; y comprendo que soy el creador», entonces estás en un error. No lo comprendes. 
Se cuenta que Sócrates ha dicho que el conocimiento es virtud. Y ha habido una prolongada discusión durante estos dos mil años acerca de si Sócrates estaba en lo cierto o no: el conocimiento es virtud. Sócrates dice que una vez que sabes algo, no puedes hacer algo contrario a ello. Si sabes que la ira es sufrimiento, no puedes enfadarte. Esto es lo que Sócrates quiere decir: el conocimiento es virtud. No puedes decir: «Sé que la ira es mala; sin embargo, entro en ella. ¿Qué debo hacer ahora respecto a eso?». Sócrates dice que lo primero es erróneo. No sabes que la ira es mala; por eso sigues entrando en ella. Si lo sabes, no puedes entrar en ella. ¿Cómo vas a ir contra tu propio conocimiento? 
Sé que si meto la mano en el fuego me va a doler. Si lo sé, no puedo meter la mano en él. Pero si otra persona me lo ha dicho, si lo he oído a través de la tradición, si he leído en las Escrituras que el fuego quema y no conozco el fuego, y no conozco ninguna experiencia similar..., sólo entonces puedo meter la mano en el fuego; y sólo una vez. 
¿Puedes concebirlo: que hayas metido la mano en el fuego y que te hayas quemado y hayas sufrido, y vayas a preguntar otra vez. «Sé que el fuego quema, pero a pesar de ello, sigo metiendo la mano en el fuego. ¿Qué debo hacer?». ¿Quién creerá que lo sabes? ¿Y qué tipo de conocimiento es éste? Si tu propia experiencia de quemarte y sufrir no puede detenerte, nada va a detenerte. Ya no hay ninguna posibilidad, porque se ha perdido la última posibilidad. Pero nadie puede perderla; eso es imposible. 
Sócrates tiene razón, y todos los que han sabido estarán de acuerdo con Sócrates; ese acuerdo contiene algo muy profundo. Una vez que sabes... Pero recuerda: el conocimiento debe ser tuyo. Un conocimiento prestado no servirá; el conocimiento prestado es inútil. A no ser que sea tu propia experiencia, no te va a cambiar. Las experiencias de otros no sirven de nada. 
Has oído que eres el creador de tu propio sufrimiento, pero esto está sólo en la mente. No ha entrado en tu ser, no es tu propio conocimiento. De modo que cuando estás hablando de ello, puedes hablar de ello cerebralmente, pero cuando suceda el fenómeno real, te olvidarás, y te comportarás de la forma que sabes, no de la forma que saben otros. 
Cuando estás a gusto, tranquilo, sereno, hablando calmadamente de la ira, puedes decir que es veneno, que es una enfermedad, un mal. Pero cuando alguien te enoja, entonces ocurre un cambio completo. Ya no es una conversación intelectual; ahora estás involucrado. Y en el momento en que te involucras, te enfadas. Después, retrospectivamente, cuando vuelvas a calmarte, recordarás de nuevo, tu mente empezará a funcionar otra vez, y dirás: «Eso estuvo mal. No estuvo bien que hiciera eso. Yo sé que la ira es mala». 
¿Quién es este «yo»? Sólo el intelecto, sólo la mente superficial. No sabes; porque cuando alguien te enoja, desechas esta mente. Es útil para una conversación, pero cuando surge una situación real, sólo el conocimiento real ayudará. Cuando no se presenta la situación, puedes seguir. Incluso en una conversación puede surgir la situación real. El otro puede contradecirte tanto que te llegues a enfadar, y entonces te olvidarás. 
El conocimiento real significa lo que te ha sucedido. No has oído acerca de ello, no has leído acerca de ello, no has recogido información acerca de ello; es tu propia experiencia. Y entonces no hay duda, porque después de eso no puedes ir contra ello. No es que tengas que hacer un esfuerzo para no ir contra ello; simplemente no puedes ir contra ello. 
¿Cómo voy a poder? Cuando sé que esto es una pared y quiero salir de esta habitación, ¿cómo voy a intentar pasar por la pared? Sé que esto es una pared, así que buscaré la puerta. Sólo un ciego intentará salir atravesando la pared. Tengo ojos, veo que es una pared y que es una puerta. Pero si intento entrar en la pared y te digo: «Sé muy bien dónde está la puerta, y sé que esto es una pared, pero a pesar de ello, ¿cómo puedo dejar de intentar entrar en esta pared?», entonces eso significa que a mí esa puerta me parece falsa. Otros me han dicho que esa es la puerta, pero, por mi parte, sé que esa puerta es falsa. Y otros me han dicho que eso es una pared, pero, hasta donde yo percibo, veo la puerta aquí, en esta pared, y por eso lo intento. 
En esta situación, tienes que hacer una distinción precisa entre lo que sabes y lo que has acumulado como conocimiento.
No te fíes de la información. De la mejor de las fuentes -incluso si la recoges de la mejor de las fuentes-, la información es información. Incluso si te lo dice un buda, no es tuyo propio, y no te va a ayudar en modo alguno. Pero puedes seguir pensando que es tu conocimiento, y este malentendido consumirá tu energía, tu tiempo y tu vida. 
Lo básico no es preguntar qué hacer para que no se cree sufrimiento. Lo básico es saber que tú eres el creador de tu sufrimiento. La próxima vez, cuando se presente una situación real y estés sufriendo, recuerda averiguar si tú eres la causa. Y si puedes percatarte de que tú eres la causa, el sufrimiento desaparece, y no volverá a presentarse el mismo sufrimiento; imposible. 
Pero no te engañes a ti mismo. Puedes hacerlo; por eso lo digo. Cuando estás sufriendo, puedes decir: «Sí, sé que yo he creado este sufrimiento», pero en el fondo sabes que lo ha creado otra persona. Lo ha creado tu mujer, lo ha creado tu marido, lo ha creado alguna otra persona, y esto es simplemente un consuelo porque no puedes hacer nada. Te consuelas a ti mismo: «Nadie lo ha creado, lo he creado yo mismo, y con el tiempo dejaré de hacerlo».
Pero el conocimiento es una transformación instantánea; no hay ningún «con el tiempo». Si comprendes que lo has creado tú, cesará inmediatamente. No volverá a surgir. Si vuelve, eso significa que el conocimiento no ha sido profundo. De modo que no hay necesidad de averiguar qué hacer, y cómo dejar de crearlo. Lo único necesario es ir al fondo y descubrir quién es realmente la causa de ello. 
Si otros son la causa, entonces no se le puede poner fin, porque no puedes cambiar el mundo entero. Sólo si tú eres la causa se le puede poner fin. Por eso insisto en que sólo la religión puede conducir a la humanidad a la cesación del sufrimiento. Ninguna otra cosa puede hacerlo, porque todos los demás creen que el sufrimiento lo causan los demás; sólo la religión dice que el sufrimiento lo causas tú. De manera que la religión te hace el dueño de tu destino. Tú eres la causa de tu sufrimiento; por lo tanto, tú puedes ser la causa de tu dicha.
Osho_El Libro de los Secretos Vol. 3

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