Para la ética, ¿cuál es la diferencia entre hábito y costumbre? Tanto en griego como en latín, la palabra ética equivale a costumbre. Y se lee en Aristóteles (ética para Nicómaco) que la virtud se produce por la costumbre. A su vez, el poeta latino, Horacio exclama: ¿para qué las leyes si no hay costumbres?
Las costumbres nacen de la repetición y la institucionalización de unas acciones: el castigo del criminal, el rechazo social para algunas acciones, el premio y estímulo para otras, la proclamación y aplauso para las virtudes. Vistas así, las costumbres son creaciones de la sociedad, que sirven de base a las leyes y que reflejan la actitud ética de la sociedad.
En virtud de los hábitos o modos de ser, cito de nuevo a Aristóteles, nos comportamos bien o mal respecto de las pasiones. Los hábitos, en efecto, acompañan, en acción paralela, el desarrollo de la naturaleza del ser humano. Se trata de otro proceso en que, bajo la guía de la voluntad y del entendimiento, se construye una segunda naturaleza. Es también una creación humana, pero en este caso es una creación personal.
Estos modos de ser individuales le dan su modo de ser a las costumbres en un proceso interactivo de mutua influencia en que las costumbres pesan sobre los hábitos y éstos influyen en las costumbres.
Documentación.
El profesor Ernie Lightman de la Universidad de Toronto examinó a dos mil donantes voluntarios de sangre y comprobó que su primera donación se había visto estimulada por algún acontecimiento externo. Con el paso del tiempo estas motivaciones externas perdieron importancia e ideas como un sentido del deber junto a un deseo general de ayudar, cobraron relevancia. Lightman concluye que "con la repetida realización a lo largo del tiempo de un acto voluntario, el sentimiento de obligación personal y moral adquirió una importancia cada vez mayor. Así pues, quizás Aristóteles estuviera en lo cierto: cuanto más practicamos la virtud, por la razón que sea, más probable es que nos volvamos realmente virtuosos.
En nuestra vida diaria la ética está en todas partes. Subyace a muchas de nuestras decisiones, sean personales o políticas, o crean un puente entre el espacio que separa ambas. En ciertas ocasiones la ética nos viene de manera fácil y natural, en otras puede ser muy exigente. Pero la ética irrumpe en nuestra vida consciente solo de manera ocasional y a menudo de un modo confuso. Si hemos de realizar elecciones radicales, adecuadamente meditadas, primero debemos ser conscientes e las ramificaciones éticas de nuestro modo de vivir. Solo entonces es posible convertir a ética en una parte más consciente y coherente de la vida cotidiana.
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