Las palabras son poderosas. Pueden destruir o edificar.
Las palabras son poderosas. Pueden destruir o edificar. Como vimos ayer, los comentarios hirientes pueden causar una reacción en cadena destructiva, como el daño que un fósforo encendido podría causar a un bosque. En cambio, los comentarios amables se sienten como una llovizna de verano que alivia el calor del día.
Siempre debemos cuidar lo que decimos. La Biblia condena el chisme, el engaño, las quejas, las calumnias, los arrebatos de ira, el lenguaje y las bromas vulgares. Sin embargo, el objetivo no es solo evitar decir cosas malas; es decir la verdad de una manera edificante. Al fin y al cabo, incluso la corrección puede hacerse de una manera constructiva.
A veces, el problema no es tanto lo que decimos sino cómo lo decimos. A menudo, nuestro tono de voz y lenguaje corporal transmiten mucho más que nuestras palabras. Las señales no verbales pueden revelar impaciencia, resentimiento, ira, malicia y amargura, todo lo cual destruye a los demás. Mientras que gestos amables pueden edificar al mostrar amor, compasión, aprecio y gratitud.
En términos de comportamiento piadoso, todos estamos lejos de la perfección, pero si saturamos nuestra mente con la Palabra de Dios, Él transformará nuestro corazón, actitudes y palabras.
Biblia en un año: Mateo 11-12
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