Carlos Hernández Delfino por Krishna Herrera | RMTF. |
POR Hugo Prieto
Por partida doble, Carlos Hernández Delfino* ha contribuido a esclarecer el papel de la deuda pública en la historia de Venezuela. Es un tema que ha despertado su interés desde hace muchos años. Lo mueven razones académicas, profesionales y personales. Lo demostró en su discurso, a propósito de su incorporación como Miembro Honorario de la Academia Nacional de Ciencias Económicas. Y, por si fuera poco, ha escrito una extensa y rigurosa investigación de un personaje histórico, Gregor MacGregor, quien logró colocar títulos de deuda de una república que solo existía en su imaginación.
En términos institucionales, como presidente de la Fundación Bancaribe, Hernández Delfino lleva adelante tres programas que tiene un impacto directo en la sociedad venezolana. Todos vinculados a la promoción de la Historia, cuya importancia, en pocas palabras, sintetiza el título de esta entrega.
¿Cuál es su visión sobre el momento actual de la cultura en Venezuela?
Yo comenzaría por destacar que la cultura en Venezuela no ha estado libre de los factores que, en general, han afectado el desenvolvimiento de las instituciones, de la economía, de la propia sociedad venezolana. Uno aprecia que ocurren dificultades, limitaciones, para el desarrollo cultural del país, tal como la entendemos: las manifestaciones plurifacéticas, que reúnen valores, creencias, hábitos, costumbres que tienen influencia de la república, incluso de la religión. Son procesos abiertos, dinámicos, a las influencias externas. Esas manifestaciones de la cultura se van también modificando y adaptando, digamos, por la influencia que ha tenido sobre ella el desarrollo tecnológico. Lo digo por esas manifestaciones, en casi todos los planos que uno pueda pensar, en las que tiene presencia el mundo de la tecnología. Eso es válido para la música, la literatura, las artes plásticas, y uno advierte que la inmovilización, producida por la pandemia, creó incentivos adicionales para esos desarrollos.
En un país, cuya economía está tan golpeada, pues esa circunstancia restringe los recursos para las manifestaciones culturales. Tengamos en cuenta la desaparición de librerías, de experiencias culturales que no se pueden sostener y un espaciamiento de las exposiciones, de los conciertos. Eso, de alguna manera, también ha producido un éxodo de escritores, de músicos, de artistas plásticos. ¿Cómo podemos adaptarnos a esa realidad y seguir construyendo cultura?
No se trata de adaptarnos a una realidad como la que has descrito. Sobre todo, en un país donde tenemos que hacer un enorme esfuerzo en términos de educación, de formación y en términos culturales en general. De tal manera que las personas se puedan aproximar, a nuestras propias realidades, a través de la cultura. Y que puedan aproximarse también a esas manifestaciones en otras latitudes. Ciertamente, como dices, la merma que ha sufrido la economía del país es notable –el tamaño de la economía venezolana es 1/5 de lo que fue en 2013-, las principales fuentes de recursos fiscales han sufrido una declinación importantísima, no solamente porque el tamaño de la economía es la base para la recaudación de impuestos, sino porque la industria petrolera ha decaído notablemente (700.000 barriles diarios al día de hoy, cuando en su pico más alto llegó a ser de 3,2 millones de barriles diarios). Efectivamente, hay una restricción presupuestaria que afecta muchas áreas y, particularmente, la cultura.
Pero también las áreas que mencionó anteriormente, la educación y la formación para el trabajo.
Absolutamente. Si identificamos debilidades y carencias en los procesos educativos, en los procesos de formación para el trabajo, sobre todo por la diáspora que se ha producido en el país (7,2 millones de venezolanos, según la UCAB), el reto es formidable. Porque de allí a la cultura, la conexión es inmediata.
¿Qué papel ha jugado el sector privado en medio de estas circunstancias?
Como ocurre en otras áreas del quehacer nacional, la empresa privada ha venido asumiendo roles muy importantes, no solamente en el campo propiamente económico sino en otras áreas del país, incluido el sector cultural. Eso se ha reflejado por la vía de apoyos, en muchas manifestaciones, que ha ofrecido el sector privado. En la música, en la actividad teatral, que se ha venido a menos, pero no ha desaparecido. En el campo de la literatura, se han abierto espacios de interés para la lectura. De forma tal que los venezolanos tengan una posibilidad de seguirse nutriendo de estos programas.
Podemos ver cambios en las nuevas formas de relacionarse, en emprendimientos que son una novedad. Creo que hemos aprendido a caminar solos, sin las muletas del Estado, a golpe y porrazo. ¿Qué impresión tiene usted de esas innovaciones, de esas experiencias?
Efectivamente, se han dado una serie de condiciones que resultan favorables al emprendimiento; entendiendo como tal al desarrollo de ideas que tienen el propósito de producir un cambio, bien sea por la vía de la producción de un servicio o de ofrecer un espacio a la cultura. Hablamos de emprendimientos que no tienen que ser a gran escala, emprendimientos modestos que, si se definen adecuadamente y su desarrollo descansa sobre un plan bien formulado, encuentran un espacio. No sólo por el desenvolvimiento de la economía, sino por la pandemia. Uno ve, por ejemplo, como el delivery es una actividad, cuya base tecnológica es importante. No todos son exitosos, pero unos cuantos son sostenibles y agregan valor a la sociedad.
En el área de la cultura, el papel del Estado hizo énfasis en unas actividades muy específicas y otras expresiones quedaron soslayadas. Diría que esa política se aplicó en un lapso en el que había recursos. ¿Se abrió un espacio por las restricciones económicas? ¿Podemos hablar de una concepción más abierta de la cultura? ¿Hubo un aprendizaje? ¿O priva una combinación de estas tres cosas?
Lo que ha ocurrido es que con motivo de la marcada disminución que ha tenido la actividad económica en el país y la actividad petrolera en particular, se ha hecho necesario abrir espacios a la iniciativa privada, y eso viene ocurriendo desde unos cuantos años. Recordemos que desde 2018, ya tomaron la decisión de suprimir el control de cambio y se crearon las condiciones normativas institucionales para que el mercado funcionara con bastante más flexibilidad, por no decir que es un mercado enteramente libre. Eso ha ocurrido con otros espacios también. En el tema de los servicios, no solamente la empresa privada, sino los venezolanos se han aprovisionado de lo que en realidad son bienes públicos. Estamos hablando de seguridad, de transporte, de electricidad, de agua. Esos espacios se han ido atendiendo a través de la acción de la iniciativa privada. Esto es un fenómeno trasversal, que tiene implicaciones en toda la sociedad. Y la cultura no escapa a ello. Hay espacios en los cuales cualquier manifestación cultural puede ser desarrollada al día de hoy. El problema son los recursos, pero no veo yo muchas más restricciones que las que vienen dadas, precisamente, por una limitación muy importante de recursos, desde el sector público para apoyar la cultura. Si hablamos de educación, formación y cultura, vemos que la educación es una prioridad que demanda un nivel de atención mucho mayor del que está recibiendo. Y estoy hablando a todo lo largo de ese proceso: desde la atención que merecen los docentes -factor fundamental del proceso educativo- pasando por las instalaciones, la infraestructura y los servicios, hasta las condiciones socioeconómicas de la familia venezolana, sobre todo en los sectores populares, que afectan, naturalmente, la concurrencia de los niños y adolescentes a los institutos de educación. Pero el apoyo de la empresa privada al sistema de orquestas juveniles e infantiles, a la actividad teatral, es un hecho muy importante.
Cuando un aparato de propaganda se impone, la cultura pasa a ser parte de la política. Eso lo vemos claramente en el sector audiovisual. Las plataformas en manos del gobierno son muy poderosas. Quienes hacemos actividades comunicacionales o culturales no podemos ignorar ese hecho. El peligro de que se copen todos los espacios existe. ¿Qué diría usted alrededor de este planteamiento?
Ciertamente, los medios audiovisuales son un canal de transmisión cultural. En la medida en que esa sea una actividad restringida, por la razón que sea, apreciamos una situación limitante en la difusión de las actividades culturales. Pero, por otro lado, el auge de las redes sociales determina, y no lo digo como consuelo, lo digo como la descripción de una realidad que yo observo, un mayor nivel de actividad. En los chats dedicados al tema cultural, uno observa cómo se da ese nivel, que es imposible seguir, entre otras cosas por el tiempo que demanda, para darle atención en lo que ofrecen, en términos de opinión o lectura, con una volumetría impresionante. Al punto de que las bibliotecas digitales de algunas personas son, en términos de volumen, mayores que las físicas. De manera que existe ese otro plano de la realidad que estamos viviendo, pero que no es simétrico desde el punto de vista social.
¿A qué se refiere cuándo habla de una asimetría?
Al hecho de que no todos quienes se ven privados del acceso a un determinado medio audiovisual pueden compensar esa carencia por la vía de las redes. No todos lo pueden hacer. Incluso, por las propias limitaciones de los servicios de telecomunicaciones del país. Entonces, tu preocupación tiene un elemento importante de validez y tiene que ver con esa simetría.
Pero eso no lo hemos cuantificado.
La verdad es que no sé si ese trabajo se ha hecho. ¿Las poblaciones que ya no tienen acceso a una plataforma audiovisual pueden sustituir esa carencia por las redes sociales? No estoy seguro. Lo que quiero decir con asimetría es que no hay una compensación universal en la ausencia de un medio tradicional como pudiera ser una estación de radio o televisión. Por razones culturales, la gente no se muda a las redes sociales para escuchar un juego de béisbol, por ejemplo. Aún más cuando hay restricciones en el servicio de telecomunicaciones por razones geográficas o incluso económicas. Esa compensación y sustitución, son dos elementos, se dan plenamente en unos sectores, pero no en todos. Lo que te estoy diciendo no es científico, es intuitivo. Entonces la ausencia de un medio audiovisual, en determinada colectividad, causa una afectación que no se resuelve universalmente por la vía de las redes sociales.
Dentro de este contexto, ¿qué está haciendo Bancaribe?
No es el banco, es la Fundación Bancaribe, que se creó en 2007, con el propósito de fomentar el estudio y la investigación en el campo cultural, en el ámbito social y también en las ciencias sociales. Lo que hicimos fue profundizar la divulgación de la historia de Venezuela, una tradición que ya existía en nuestra organización. Lo hacemos porque reconocemos en la historia un valor fundamental para conocer y comprender el curso evolutivo de nuestra sociedad y para construir las bases que permitan un cabal entendimiento de la situación en la que se encuentra el país en este momento. Sin duda, como resultado convergente de una secuencia de sucesos históricos, que debemos entender para construir futuro, hemos desarrollado varios programas (en alianzas con la Fundación Polar, la Academia de la Historia y otras instituciones). Uno, el premio de historia Rafael María Baralt, un lugar de encuentro entre la Historia y la juventud venezolana. Reconoce trabajos individuales que versan sobre la historia política, económica, social e institucional del país. Dos, las Olimpiadas de Historia. Un programa permanente, dirigido tanto a estudiantes como a docentes de las escuelas de las zonas populares (Antímano, La Vega, Chacao), para incentivar la iniciativa y la creatividad de la manera como se enseña la Historia, que luego decanta a las Olimpiadas. Tres. Las publicaciones, con dos vertientes, libros en físico y digitales, que puedes encontrar tanto en la Biblioteca Digital de la Academia de la Historia, como en la Biblioteca de Bancaribe.
Recientemente, en el Espacio Simón Alberto Consalvi de la UCAB, usted presentó su libro Gregor MacGregor en el escenario caribeño del siglo XIX. ¿Qué lo llevó a este ensayo sobre un personaje tan curioso de la independencia de Venezuela? La historiadora Inés Quintero, quien hizo la presentación, no salía de su asombro. MacGregor, sin duda, es un hombre de múltiples facetas, algunas de ellas oscuras.
Hay un tema que ha cautivado mi interés por razones históricas, académicas y profesionales: es el tema de la deuda pública. Para mí la deuda es una ventana a través de la cual miro a la Historia. Por eso es que no hablo de la historia de la deuda, sino de la deuda en la Historia. Son dos cosas distintas. A Gregor MacGregor no se le conoce bien. Él tenía un proyecto de nación que solo habitaba en su imaginación, que era Poyais. Esa era la nación que él quería crear en la costa de Mosquitos (en la costa atlántica que hoy comparten Honduras y Nicaragua). Una vez que MacGregor logró una concesión del Rey Frederick, de los indios mosquitos, para explotar una amplia zona de esa costa, MacGregor se fue a Inglaterra y ahí logró colocar varios títulos de deuda. ¿Cómo lo logró hacer? ¿De qué recursos se valió para captar la atención recurrente de todos los sectores de la sociedad inglesa? ¿Cuáles eran las condiciones prevalecientes en los mercados de capital que hicieron posible eso? ¿Cuál fue el destino final de ese proyecto y de esos recursos? ¿Cómo discurrió la vida de MacGregor y su ambición de constituir una nación de la cual él fuese el único jefe indiscutido y no el reflejo de otro? De eso trata el libro. Cuando entro en contacto con muchas lecturas, me doy cuenta de que a MacGregor lo presentan como un estafador, como un aventurero, hay algo de verdad en eso, pero no es la única verdad. Se trata de un personaje de una alta complejidad. Me incomodó esa simplicidad con que se le trató. Quise entender a MacGregor y, en ese proceso, en ese esfuerzo, surgió la idea del libro.
¿Cómo asume usted su reciente incorporación a la Academia Nacional de Ciencias Económicas?
A mí me incorporaron como Miembro Honorario. Mi discurso trató sobre el tema de la deuda, precisamente, pero vista en su contemporaneidad. La semana pasada subieron el discurso en la página web de la Academia. Para mí es una distinción que me honra, por lo que representa la Academia, y las academias, que son instituciones a las que nos debemos; son instituciones que deberían ser destinatarias, no solamente de nuestro respeto y reconocimiento, también de nuestro apoyo.
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*Graduado en Ciencias Estadísticas (UCV) y con el título Master of Science en Econometría y Economía Matemática, del London School of Economics (Inglaterra), profesor de la UCV y la UCAB por más de 40 años. Autor de ensayos, monografías y libros, varios de ellos con el sello de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela. Presidente de la Fundación Bancaribe.
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